Turistas accidentales en Honduras

La brutal polarización -que se extrema por los candidatos que se destrozan incansables, mienten con descaro y acusan sin pruebas- ha inundado los medios digitales y las redes sociales”.

  • 21 de noviembre de 2025 a las 00:00

Como es habitual, muchos periodistas extranjeros vendrán a cubrir las elecciones a finales del mes. Entre ellos se apuntan varios colegas que hemos conocido a través de los años y que, con la confianza del tiempo compartido, coincidencias y vivencias, no se ahorraron inquietudes para contarnos lo que han visto en internet, como si el país estuviera en llamas.

La brutal polarización -que se extrema por los candidatos que se destrozan incansables, mienten con descaro y acusan sin pruebas- ha inundado los medios digitales y las redes sociales de una narrativa de caos, multiplicando rumores y teorías conspirativas, y presentándonos ante el mundo como una democracia volátil y una sociedad atrasada.

Esta perniciosa distorsión del proceso democrático tiene responsables fáciles de identificar entre la fauna política del país: ambiciosos aspirantes a diferentes cargos que no le niegan la mano al diablo en busca de apoyo. Tampoco les importa si el demonio es local o extranjero, o si se disfraza de empresario, comerciante, pastor, dirigente, oenegé o funcionarios del norte. Lo que sí se sabe es que esos favores se pagan, a veces, muy caro.

Honduras ya tiene un expediente. Sería un esfuerzo infructuoso tratar de entender la crisis electoral que vivimos ahora sin considerar el golpe de Estado de 2009 y el legado de corrupción y narcotráfico que marcaron los gobiernos anteriores. Ese pasado funesto erosionó la confianza institucional, fracturó el Estado de derecho y normalizó la violencia política, tanto así que ya no hay contendientes, sino verdaderos enemigos.

El lenguaje violento de los políticos se esparce como pólvora encendida entre sus correligionarios; lo amplifican sus voceros, lo repiten algunos periodistas, lo inflaman fingidos analistas, lo refuerzan falsos organismos de sociedad civil, llega hasta sus simpatizantes a la velocidad de la luz por las redes, y ya está.

Es verdad que este cataclismo político no es exclusivo de Honduras; es casi un sello de identidad de las democracias occidentales, desde Estados Unidos hasta Argentina, en América, y toda Europa: dos o tres partidos cuyos dirigentes y aspirantes se odian a muerte, van a elecciones y pasan destruyéndose entre cada proceso, dejando una ansiedad colectiva casi clínica.

Los periodistas vendrán porque los mandan, como turistas accidentales, y aunque sus países estén agitados, les impacta lo que leen sobre Honduras. He tratado de disuadirlos: que no hagan caso de la prensa amarillista de redes que sólo busca seguidores; de organismos como ASJ o CNA, que tienen sus propios intereses; o de congresistas gringos desprestigiados. Que aquí hay más que eso.

Es una pena que estos políticos y sus promotores no entiendan que esta imagen que damos de crisis estructural, inestabilidad política e incertidumbre jurídica es lo que realmente desalienta la inversión y nos sumerge en un insoportable estrés social.

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