Los acontecimientos nefastos, esos que particularmente llenan de vergüenza a todo el pueblo hondureño y embarran la imagen del gobierno de doña Xiomara, se suscitan cada 24 horas a cuál más escandaloso. Después de tres años y medio de gestión, el gobierno de la refundición no ha sido capaz de recuperar el poco prestigio que aun con nuestras limitaciones económicas sosteníamos como resultado de cierto grado de dignidad y nobleza que ha caracterizado a nuestra Honduras.
El gobierno de JOH, su vinculación probada con el maldito narcotráfico, el contubernio de muchos funcionarios del Ejecutivo y de ciertas autoridades municipales, con los capos del patio, sin dejar por fuera la venalidad de algunos jueces y magistrados, infligieron una herida profunda en el costado de nuestra nación, y este gobierno, en quien miles de hondureños depositaron su fe y su esperanza, desperdició su tiempo desoyendo la crítica interna y los señalamientos de fuentes externas que nos advertían sobre el terreno resbaladizo que nuestro gobierno pisó desde el primer día de su gestión.
Nos casamos con los enemigos de nuestros amigos; dimos un portazo en las narices de quienes compraban los pocos productos con los que apenas competíamos en los mercados mundiales, condenando a miles de compatriotas sureños al hambre que propicia el desempleo por el cierre de un centenar de fincas camaroneras sin que nadie asumiera responsabilidad o se inmutara por esa canallada; alabamos y confraternizamos con gobiernos despóticos en un afán de darle “carita” al imperio, del cual depende nuestra economía en más de un 70%; fabricamos gratis situaciones confrontativas con los amigos del Norte, menospreciando la importancia de consolidar nuestras relaciones con ellos, con el fin de salvaguardar la estabilidad de nuestros compatriotas residentes (legalmente o no) en esa nación del norte.
La torpeza, la soberbia y la majadería de muchos personajes del gobierno, cuya única virtud ha sido caerle bien a los mandamases de turno, pegar afiches o quemar llantas, ha sido la nota relevante de todos estos últimos años, sus constantes desaciertos y su incapacidad, así como su falta de visión futurista y el desconocimiento de nuestra historia, fueron las principales causales de haber fabricado el ataúd político de la familia gobernante.
El ataúd del partido de gobierno lo cargan hoy las decenas de tontos útiles que hicieron bien su trabajo de mandaderos, sin iniciativa propia, como títeres teledirigidos, que en breve terminarán como zombis, creyendo haber satisfecho a sus amos, pero cargando también con su desprestigio y sus desgracias personales.
También estarán los tontos inútiles, aquellos que no hicieron bien el mandado y que nunca se percataron de que sus torpezas sirvieron más bien para destapar las cloacas de la corrupción actual. A estos últimos, les serán reservadas las lágrimas, el desconsuelo, la angustia y el abandono de sus mandantes cuando enfrenten el látigo de la justicia en las próximas administraciones. Que tristes por sus familias.