La Escuela Superior

Probablemente la mejor escuela de formación superior habida en Honduras, nido de conciencias críticas y de intelectuales con alta calidad profesional, como igual de incorregibles patastes conservadores

  • Actualizado: 27 de octubre de 2025 a las 00:00

Vistos en cámara retrospectiva, fueron años intensos. Desde la primera noticia, al concluir la secundaria, de que había instituciones estatales que otorgaban becas para estudios profesionales, hasta el final día de clases, tres años más tarde, con la consecuente y solemne graduación. Era inicios de 1961 y tras décadas de política conservadora e incluso dictatorial se abría para el país un panorama prometedor -aunque agitado- para el refrescamiento de la democracia, lo que incluía mayores oportunidades educacionales para los jóvenes. La Escuela Superior del Profesorado Francisco Morazán y la Escuela de Servicio Social convocaban a exámenes de admisión, temidos por severos y estrictos pero con la alentadora promesa de un estipendio de cien lempiras al mes, suficientes entonces para cubrir las necesidades primarias (y otras no tan domésticas) de un estudiante.

Por 36 meses la ESP fue diario alimento de emoción. Residir en Tegucigalpa, el premio climático. Independiente de los padres: licencia para explorar incluso lo prohibido (fumar, beber mi primera cerveza con sabor a pezuña de vaca, tragarla por honor). Oír discursos políticos y considerarse alienado. Que a los 18 años te atropelle florido el tren del amor con sus luces e ilusiones. Pero sobre todo la maravilla de los mejores maestros que alguna vez enseñaron ciencia y humanidades en Honduras, foráneos y locales: Leisly Castejón (lingüista), Andrés Morris y Arturo Alvarado (literatura), Ondina de Galindo (filología), Alejandro Barahona (gramática), Luis Baires (psicología), Ibrahim Pineda y Horacio Reyes (matemáticas), Marco Tulio Mejía (biología), la despampanante -recuerda su alumno Mario Argueta- Margarita Castillo (psicología), Rafael Manzanares (folclore), Noé Pineda Portillo (geografía), Guillermo Mayes (historia de Honduras) entre otros similarmente valiosos.Y luego el nervioso ambiente de competencia cultural que llovía en la institución cada 24 horas pues la labor académica comprendía el día y a veces noche. Lectura de libros escogidos o asignados, su préstamo y comentarios, noticias sobre escritores, tendencias literarias viejas y modernas (letras japonesas, francesas, inglesas...), textos complicados y aburridos (“La divina comedia”, “Gilgamesh”) o realmente exquisitos (Don Quijote, Lope, Calderón, Hemingway) hasta aterrizar en los descubrimientos literarios admirados por nuestros profesores: Acosta, Sosa, Rivas, Bulnes, Angelita Valle, Luis A. Zúñiga, La Voz Convocada, el teatro TESP (por Tespis, primer actor de la historia) en que brilló temprano nuestro querido Eduardo Bähr. El flaco que era yo aparece con Nohemí Almendares en una foto del cuadro de danzas folclóricas. Persistía el rumor de que en nuestra promoción el IQ más alto había sido de Reina Gabriela Núñez, luego también actriz y niña querida.

Probablemente la mejor escuela de formación superior habida en Honduras, nido de conciencias críticas y de intelectuales con alta calidad profesional, como igual de incorregibles patastes conservadores. Honra a la noble institución, y a sus hombres nobles, en tanto se redacta la historia íntima del cambio revolucionario que despertó en la educación nacional

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