El perdón pendiente por Nanjing

El gobierno japonés nunca ha pedido perdón a las víctimas, y eso tensa la relación entre las dos naciones”

  • 19 de septiembre de 2025 a las 00:00

La ciudad de Nanjing es espléndida y vibrante, pero entre su impresionante industria, sus rascacielos y fortaleza cultural, se aloja un irreprimible dolor por la espantosa masacre perpetrada por el ejército japonés en China.

En diciembre de 1937, los soldados nipones invadieron la ciudad. En seis semanas asesinaron de forma cruel y despiadada a 300 mil personas. Más de 20 mil mujeres, sin importar la edad, fueron ultrajadas entre el espanto y la brutalidad, antes de ser ejecutadas. Es imposible narrarlo sin estremecerse. El río Yangtsé -el tercero más largo del mundo tras el Amazonas y el Nilo- lleva vida a ocho provincias y decenas de ciudades chinas, pero hace 80 años también fluyó muerte con los miles de cuerpos que arrastraba inconsciente, como muestran fotos en blanco y negro de la época oscura.

Como ciudad internacional, en Nanjing vivían varios extranjeros, y muchos de ellos ayudaron a esconder y proteger a miles de ciudadanos chinos. A estas alturas sólo sobreviven unas 30 personas que fueron testigos directos de la barbarie.

Para honrar a sus muertos construyeron un museo de la memoria, solemne, monumental, cerca del “pozo de los diez mil cadáveres”, donde sepultaron a miles de víctimas de la masacre. El recinto incluye restos esqueléticos, fotografías y documentación histórica. También exhibe al aire libre esculturas expresivas del crimen. Nanjing, ahora con más de diez millones de habitantes, ha sido una ciudad fundamental para China, fue capital durante seis dinastías, antes de que el emperador la trasladara a Beijing en 1420. Es la capital de la provincia de Jiangsu, donde se fabrica alta tecnología, electrónica, vehículos y otros productos, y cuyos ingresos superan las economías de países como México, España, Turquía o Australia.

Sobre la base del suplicio de tantas tragedias, China ha construido una nación moderna y pujante, una economía robusta y una sociedad cohesionada, pero convencida de la paz y la armonía entre las naciones, con respeto a las realidades y determinación de los pueblos, como dice su iniciativa “un futuro compartido”.Hace unos días se conmemoró aquí el 80 aniversario del fin de la guerra y la invasión japonesa. Sirvió como un recordatorio de la crueldad, hasta dónde puede rebajarse el ser humano en casos extremos, y se renovó el llamado para no olvidar la masacre, y trabajar con el objetivo de que no vuelva a ocurrir nunca más.Aunque en Japón muchos sectores sociales y académicos reconocen las atrocidades cometidas por sus compatriotas militares, el gobierno japonés nunca ha pedido perdón a las víctimas, y eso tensa la relación entre las dos naciones y alarga el resentimiento de la población china.

Muchos de los militares japoneses -incluso quienes participaron en sádicos “concursos” de matar más personas con katanas- fueron condenados a fusilamiento por un tribunal internacional, sin embargo, las heridas siguen abiertas y la solicitud de perdón no llega.

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