Cual piedra rodante

El viejo continente equivocó el camino y, según expertos y entendidos, difícil que lo reencuentre antes de ser excesivamente tarde”

  • Actualizado: 04 de agosto de 2025 a las 00:00

Presumían los europeos del siglo XIX en torno a las complejas fuentes humanas de su procedencia: galos, celtas, iberos, Grecia y los dorios, macedonios, helenos; Roma y los latinos, además de bárbaros, vikingos, árabes, turcos, etcétera, que esculpieron la forma de lo que es hoy la hermosa personalidad colectiva de ese continente y por lo cual, vanamente, se experimentaban superiores al resto de la humanidad, olvidando que como virtudes igual cometieron bestialidades. De esas confusas interpretaciones, que trasladaban lo histórico a lo genético, fue que surgieron deformidades monstruosas como fascismo, nazismo, racismo y el estalinismo criminalmente administrado. Este héroe perverso ruso deformó al científico socialismo de Lenin, siendo lo único bueno suyo la defensa de Rusia ante la masa asesina de Hitler, invasor de su nación.

El modernismo y el surrealismo imaginaron que Europa alcanzaba cimas de civilización altísimamente cultas, y que ello se vertería en cierta redonda paz que llegaría a la humanidad en el siglo XX y que se derramaría, igual, sobre otros pueblos elementales y fetales como el americano, dueño de salvajes gestos y hazañas guerreras, violento y audaz pero desmerecedor de concordias.

Cuando en eso, saz, en 1914 rompe la calma un inmundo episodio bélico, la primera guerra “del mundo” (pues tal se consideraba un europeo, dueño del orbe) y la hemorragia es tal que hunde en desasosiego a las naciones. Por años la muerte reina en campiñas y montes, enrojece ríos, amarilla cielos, y aquella primaria fe que en la humanidad se tenía desaparece y da lugar al desconsuelo y la culpabilidad enfermiza.

Se repetiría con la siguiente guerra y no sólo cadáveres inundarían la tierra y con pestilencia los mares sino que incluso el lenguaje cambió de modo y significado haciéndose instrumento de engaño y represión. El cinismo político que por centurias acompañara a las monarquías bajó del trono hasta los políticos e incluso al pueblo llano. La mentira se fundió con la verdad, los ideologismos acabaron con la percepción real. De allí en delante se esperó sin esperanza. Europa, América, el orbe, aceptaron la barbarie como procedimiento usual: bombardear pueblos, hacerlos morir de hambre, explotarlos, reprimirlos, asesinarlos, sumirlos en genocidio.

¿Y hoy, en qué se diferencia? La hipocresía europea sigue intacta, sin aprender la lección histórica. En vez de concentrar sus energías por la paz, con EUA se han inventado un enemigo, Rusia, al que debe vencer la alianza militar OTAN, lo que conduce a la destrucción de la Europa misma y quizás del mundo si acontece un evento nuclear. A eso nos tienen inclinados los nuevos bárbaros neoconservadores y neoliberales del precipicio de la historia. Al rodaje de esa piedra caliente que es el racismo entre pueblos y no a su conciliación. A protestar por las matanzas en Ucrania pero aceptarlas en Gaza. A generar un genocidio en Congo pero disimularlo en Palestina. A entregarse al decadente poder norteamericano sin que importe hundir en el aire nefasto de las malas economías a sus propios ciudadanos. El viejo continente equivocó el camino y, según expertos y entendidos, difícil que lo reencuentre antes de ser excesivamente tarde.

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