Por Genevieve Glatsky/The New York Times
GUYANA- ¿Qué hace que valga la pena revivir una tragedia?
Casi 50 años después del asesinato en masa-suicidio en un asentamiento conocido como Jonestown, sólo queda un pequeño claro en la remota selva guyanesa. Las estructuras de madera y zinc que alguna vez albergaron a unos mil miembros del Templo del Pueblo —el grupo religioso fundado por Jim Jones, un predicador californiano— fueron saqueadas hace mucho tiempo o desaparecieron bajo enredaderas.
Una placa, instalada en el 2009, marca el lugar de una de las tragedias más letales de una secta en la historia, donde más de 900 personas murieron el 18 de noviembre de 1978, después de que Jones ordenó a sus seguidores suicidarse —un suceso que conmocionó al mundo.
Tras décadas de vacilación sobre cómo abordar la tragedia, que muchos guyaneses consideran una mancha a su nación sudamericana, un nuevo recorrido permite a visitantes ver el lugar.
El Jonestown Memorial Tour, operado por una compañía guyanesa llamada Wanderlust Adventures GY, ofrece un viaje de 750 dólares que incluye un vuelo desde la capital, Georgetown, un accidentado viaje de una hora en una van y una noche en el cercano pueblo minero de Puerto Caituma.
El recorrido ha provocado reacciones negativas por parte de los guyaneses, deseosos de deshacerse de todo vínculo con Jonestown, y de los sobrevivientes que se oponen a mercantilizar lo ocurrido allí.
Un sobreviviente, John Cobb, de 65 años, lo calificó como “un intento de monetizar una tragedia”. Él no estaba en el momento de las muertes, pero 11 familiares, incluyendo a su madre y 5 hermanos, murieron.
Roselyn Sewcharran, propietaria de la empresa, dijo que el objetivo era educar sobre “los peligros de la manipulación, la autoridad descontrolada y las circunstancias que llevaron a este devastador suceso”.
Sewcharran, quien es guyanesa, fundó su empresa de viajes hace cinco años. Comentó que las reiteradas solicitudes de viajeros extranjeros interesados en visitar Jonestown dieron origen a la idea del recorrido.
Contrató a Chris Persaud como guía. Persaud, quien trabaja en informática, comentó que su abuelo, un periodista guyanés, había sido invitado a Jonestown por el equipo de Leo Ryan, un legislador californiano de visita, pero él declinó la invitación, presintiendo peligro.
El 17 de noviembre de 1978, Ryan fue a Jonestown después de que familiares de personas en el asentamiento denunciaron abusos. Al día siguiente, mientras su grupo intentaba irse, seguidores de Jones abrieron fuego en la pista aérea de Puerto Caituma, asesinando a Ryan, a tres periodistas y a un miembro del Templo del Pueblo. Esa tarde, anticipando que el asesinato de un congresista estadounidense significaría el fin de Jonestown, Jones ordenó a sus seguidores beber ponche con cianuro bajo la amenaza de guardias armados. A algunos se les administró veneno a la fuerza con jeringas. Jones murió junto a ellos.
Kit Nascimento, de 93 años, portavoz del Gobierno guyanés en el momento de la masacre, dijo que la apertura del sitio revive una imagen que se había ido desvaneciendo.
“No tiene ninguna importancia para la población actual”, dijo. “Y no creo que tengamos una responsabilidad en particular de educar al mundo sobre las sectas”.