Estrógeno en el cerebro: clave para la salud mental y prevención del Alzheimer

Descubre cómo el estrógeno, más allá de lo reproductivo, influye en el desarrollo cerebral, la neuroplasticidad y su impacto en enfermedades como Alzheimer

  • 28 de abril de 2025 a las 00:00
Estrógeno en el cerebro: clave para la salud mental y prevención del Alzheimer

El estrógeno fue identificado por primera vez en 1923 y desde entonces se le conoció como la “hormona sexual femenina”. Pero además de desempeñar un papel clave en la salud sexual y reproductiva, el estrógeno también fortalece los huesos, mantiene la piel flexible, regula los niveles de azúcar, aumenta el flujo sanguíneo, reduce la inflamación y apoya al sistema nervioso central.

La apreciación del extenso papel del estrógeno ha tardado en llegar. Pero ahora, el compuesto finalmente está ganando reconocimiento por lo que puede ser su papel más importante: influir en el cerebro.

Los neurocientíficos han aprendido que el estrógeno es vital para el desarrollo saludable del cerebro, pero también contribuye a afecciones como la esclerosis múltiple y el mal de Alzheimer. Los cambios en los niveles de estrógeno —ya sea por el ciclo menstrual o por fuentes externas— pueden empeorar las migrañas, las convulsiones y otros síntomas neurológicos comunes.

En el pasado, los neurocientíficos sabían que el estrógeno tenía impactos más allá del sistema reproductivo. Pero antes del 2016, generalmente excluían a las hembras de los experimentos para evitar tener que lidiar con las diferencias en comportamiento y fisiología asociadas con el ciclo hormonal.

Sin embargo, la comprensión actual de que las hormonas sexuales también son hormonas cerebrales está transformando la forma en que los médicos abordan la salud y las enfermedades cerebrales —ayudándoles a orientar el tratamiento, evitar interacciones perjudiciales y desarrollar nuevas terapias hormonales.

El cerebro produce su propio estrógeno, tanto en hombres como en mujeres. El cerebro también es rico en receptores de estrógeno, que se activan y desactivan a lo largo de la vida.

En el cerebro, el estrógeno puede unirse directamente a los receptores dentro de las neuronas y otras células, desencadenando una cascada de acciones. También puede descomponerse en metabolitos, llamados neuroesteroides, que ejercen sus propios efectos de gran alcance.

Algunos de estos neuroesteroides se han utilizado en terapias: la alopregnanolona, un metabolito de la progesterona, es la base de un fármaco usado para tratar ciertos tipos de epilepsia. El mismo metabolito se encuentra en un ensayo clínico como posible terapia regenerativa para el mal de Alzheimer.

En el útero, el estrógeno de la madre ayuda a organizar los circuitos neuronales del embrión, dirige la producción de células cerebrales e influye en el crecimiento de diferentes regiones cerebrales. Durante transiciones importantes como la pubertad, el embarazo y la menopausia, el estrógeno ayuda a podar y reconfigurar el cerebro. Pero los investigadores ahora saben que el estrógeno moldea el cerebro en todas las etapas de la vida. Puede modular la actividad neuronal, reducir la inflamación, aumentar la neuroplasticidad, ayudar a convertir la glucosa en energía, prevenir la acumulación de placa y mejorar el flujo sanguíneo cerebral.

No todos estos efectos son positivos. Hyman Schipper, neurólogo en la Universidad McGill, en Montreal, ha descubierto que en roedores, el uso prolongado de estrógeno puede envejecer ciertas partes del cerebro. “Ninguna de estas hormonas hace una sola cosa”, dijo.

Durante la menopausia, la disminución de estrógeno puede contribuir a síntomas cognitivos como bochornos, sueño interrumpido y confusión mental. La pérdida de estrógeno es una de las principales razones, creen algunos neurocientíficos, por las que el Alzheimer afecta al doble de mujeres que de hombres.

Al disminuir los niveles de estrógeno, cambia el metabolismo cerebral. Hasta la menopausia, el cerebro funciona principalmente con glucosa, que el estrógeno ayuda a convertir en energía. En estudios con animales, Roberta Brinton, neurocientífica en la Universidad de Arizona, ha descubierto que en la menopausia el cerebro comienza a depender de combustibles alternativos, incluyendo su propia materia blanca.

“Es una respuesta de inanición”, dijo.

Este cambio podría marcar el inicio de la vulnerabilidad al Alzheimer —y, en teoría, el momento en que la terapia con estrógeno u otra intervención podría ayudar a prevenir el deterioro cognitivo.

En el 2024, Brinton y Lisa Mosconi, neurocientífica que dirige la Iniciativa del Cerebro Femenino en Weill Cornell Medicine en Nueva York, hallaron que después de la menopausia, la cantidad de receptores de estrógeno en el cerebro parecía aumentar drásticamente, quizás en un intento por captar más de esta hormona.

© 2024 The New York Times Company

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