Dries Verhoeven sacude Ámsterdam con arte inquietante y provocador

El artista holandés Dries Verhoeven impacta con "Everything Must Go", una instalación que mezcla teatro y crítica social dentro de una tienda simulada

  • 03 de junio de 2025 a las 00:00
Dries Verhoeven sacude Ámsterdam con arte inquietante y provocador

Por Nine Siegal/ The New York Times

ÁMSTERDAM — En una tienda de abarrotes, una mujer era presa de una crisis destructiva. Abrió un frasco de puré de manzana, escupió en él y lo devolvió al estante. Chorreó el contenido de un tubo de mayonesa en el piso y luego se untó en el pecho salsa de tomate que extrajo de un envase.

Trepando por los estantes, recitó un soliloquio sobre las alegrías del farderismo. “¿Por qué llamarlo robo?”, dijo con calma sorprendente. “Yo lo llamo un amorío”.

Todo esto se desarrolló dentro de una gigantesca caja de cristal en el escenario del Teatro Internacional de Ámsterdam en mayo, como parte de la instalación de performance de seis horas “Everything Must Go”, del artista holandés Dries Verhoeven.

Los espectadores podían entrar y salir del teatro durante la función para echar un vistazo al interior de la caja o ver en monitores de televisión cómo la artista se desmoronaba.

Se trata de la propuesta desconcertante más reciente de Verhoeven, de 49 años, quien combina teatro y artes visuales para crear performances diseñados para dejar al público temblando. “Soy una persona bastante nerviosa, y me gusta esta sensación de nerviosismo, porque significa que hay algo en juego”, afirmó.

Este enfoque le ha ganado adeptos en el mundo artístico neerlandés y, en abril, Verhoeven fue nombrado el representante de los Países Bajos en la Bienal de Venecia del próximo año. Eelco van der Lingen, presidente del consejo asesor que lo seleccionó, afirmó que Verhoeven era “el tipo de voz alternativa” que esperaba que “nos ayude a afrontar temas delicados provocando o perturbando”.

Para “Everything Must Go”, Verhoeven entrevistó a 24 farderos, incluyendo a alguien que “olvidó” pasar un trozo de jengibre en una caja de autoservicio y a un hombre que cumplía condena por robar 56 bolsas de café.

Verhoeven combinó las entrevistas en un solo monólogo, que su intérprete recitó en vivo durante su crisis en la tienda de abarrotes. “Lo que hago es una forma aventurera e ingenua de restablecer el equilibrio”, dijo en cierto momento, “como una especie de microjusticia tipo Robin Hood”.

Una instalación de Dries Verhoeven se realizó en mayo durante 6 horas en el Teatro Internacional de Ámsterdam.

Verhoeven dijo no estar seguro de su sentir respecto a tal justificación, pero ese era el punto. Prefiere trabajar a partir de la ambigüedad o la duda.

Lo bueno de la ambigüedad, añadió, es que “nunca termina”.

En “Ceci n’est pas...” (“Esto no es...”), una pieza del 2013 que presentó en 17 ciudades europeas en el curso de 6 años, Verhoeven instaló a los intérpretes en cabinas de cristal en lugares públicos. Una cabina, titulada “Esto no es amor”, mostraba a una chica sentada en el regazo de un hombre mientras éste le leía un libro; ambos vestían sólo ropa interior. Otra, “Esto no es historia”, mostraba a un intérprete negro, semidesnudo y encadenado, mientras realizaba acrobacias.

La pieza generó diversos niveles de controversia donde fue presentada.

Una obra más reciente, “Hermanos, exaltad la libertad”, colocó a 10 trabajadores migrantes búlgaros en una caja de cristal sobre el escenario, donde pasaban 8 horas al día cantando una canción socialista. Este horario reflejaba sus horas como trabajadores de Amazon, pero Verhoeven les pagaba mejor. Aun así, la naturaleza repetitiva del trabajo dejaba perturbados a los visitantes.

Para Verhoeven, esa es una buena señal.

“Activar es el objetivo”, afirmó, ya sea que su trabajo provoque ira, disgusto o lágrimas.

© 2025 The New York Times Company

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