Por Elian Peltier, Yaqoob Akbary y Safiullah Padshah/ / The New York Times
KABUL, Afganistán — Ghullam Ali Hussaini ganaba 6 dólares al día como obrero afgano de la construcción en el sur de Irán, lo suficiente para rentar una casa y mantener a su madre y a su hermano, que vivían con él.
Pero tanto el trabajo como la casa han desaparecido.
Hussaini y su familia fueron deportados a Afganistán en julio, entre los 2 millones de afganos que han sido expulsados de países vecinos y cuyo regreso está llevando a la tambaleante economía afgana al borde del abismo.
“No estoy en paz porque no pude encontrar una casa”, dijo Hussaini mientras tomaba té en casa de un familiar, donde su familia se refugió tras un viaje de aproximadamente 2 mil 400 kilómetros desde Irán.
Cuatro años después del inicio del régimen talibán, Afganistán se ve afectado por dos grandes crisis, que hunden a la población de uno de los países más pobres en un ciclo de miseria, hambre y desplazamientos.
La primera crisis es el retorno masivo de afganos, la mayoría de los cuales vivía en Irán o Pakistán. Una ola de xenofobia y presión política en esos países ha llevado a una campaña de deportaciones. Millones de afganos regresan sin trabajo a una nación donde más de la mitad de sus 42 millones de habitantes necesitan asistencia humanitaria.
La segunda es una caída repentina en la ayuda exterior, principalmente desde la desaparición de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional este año, que ha obligado al cierre de más de 400 centros de salud y ha dejado a cientos de miles de afganos sin acceso consistente a alimentos.
El aumento del desempleo agrava la situación. Sin dinero, los talibanes han despedido a miles de empleados públicos y personal de defensa en los últimos meses.
“Estas crisis tienen un impacto dominó en una economía que ya se resentía de años bastante malos”, dijo Ibraheem Bahiss, analista en el International Crisis Group.
Peter Chaudhry, especialista en políticas en el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo con sede en Kabul, lo describió como “una tormenta económica perfecta”.
Las crisis golpean a Afganistán justo cuando su economía se recuperaba lentamente. Se había contraído una cuarta parte tras la toma del poder por los talibanes en agosto del 2021, pero creció 2.5 por ciento el año pasado.
Pero el crecimiento reciente ha sido demasiado modesto como para traducirse en una mejora en el nivel de vida de la mayoría de los afganos, dice el Banco Mundial. Y aunque Afganistán recibió en promedio más de 4 mil millones de dólares anuales en ayuda entre el 2001 y el 2021, el producto interno bruto actual es inferior al del 2011.
Tres cuartas partes de los hogares afganos carecen de acceso seguro a necesidades básicas como alimentación, agua, cuidado de la salud o vivienda digna, reporta el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.
Severas restricciones laborales en Afganistán agravan la emergencia. Los afganos enfrentaron un acceso limitado a los mercados laborales en Irán y Pakistán, pero tanto hombres como mujeres podían trabajar.
En cambio, las drásticas restricciones al empleo femenino en Afganistán han privado a la mitad de la fuerza laboral del País de la mayoría de las oportunidades laborales.
Abdul Rahman Habib, vocero del Ministerio de Economía controlado por los talibanes, calificó la afluencia de retornados como “un asunto serio”, pero dijo que podrían ayudar a reconstruir el País.
A su regreso a Kabul, Hussaini y su familia fueron trasladados a un campamento de tránsito en una provincia cercana. Pero tuvieron que irse tras una semana. Regresaron a Kabul y se mudaron a casa de un familiar. Semanas después, se mudaron a una pequeña habitación que comparten con un vecino.
Pero ese arreglo podría no durar. La habitación pertenece a otro afgano que vive en Irán. Le ha dicho a Hussaini que si lo deportan, la necesitará.
© 2025 The New York Times Company