Tres pandilleros de la Mara 18 recluidos en una cárcel de El Salvador formaron una nueva banda, la 'Gangster Fury', que pese a su temible nombre solo canta, a ritmo de rap, a la relativa paz surgida de una tregua entre las dos grandes 'maras' del país.
'Integramos el grupo para animar con nuestras interpretaciones este proceso de paz', declaró a la AFP Mario Hernández, un joven de 20 años preso en el hacinado centro penal de Quezaltepeque, 25 km al norte de San Salvador, al igual que sus compañeros de banda, José Menjívar, de 25, y Oscar Montano, de 22.
La idea de crear este grupo musical surgió antes del 9 de marzo pasado, cuando las principales pandillas salvadoreñas, la Mara 18 (M-18) y la Mara Salvatrucha (MS-13), acordaron no atacarse mutuamente en su larga guerra por el control de territorios.
La tregua, mediada por el vicario castrense Fabio Colindres y el ex diputado y otrora comandante guerrillero Raúl Mijango, ha sido doble. No sólo terminó el enfrentamiento entre estas maras, sino que también disminuyó la violencia contra la sociedad. Esto se reflejó en una reducción del número de homicidios, que de un promedio diario de 14 pasó a 5.
En un nuevo gesto de conciliación, las pandillas prometieron el miércoles el cese del reclutamiento forzoso de jóvenes y declararon las escuelas 'zonas de paz', pero dijeron que no pueden renunciar a las extorsiones a la población mientras el gobierno no les abra oportunidades laborales.
El miércoles, en un salón de 40 metros cuadrados frente a unos 200 pandilleros profusamente tatuados, y con una temperatura a la sombra de 36ºC, los 'Gangster Fury' cantaron sus primeras tres composiciones de sorprendente rima: 'Reflexión', 'Niños Pobres de la Calle' y 'Madre mía'.
'Yo Ganster Fury sí somos gente/ y vamos p'alante tirando la semilla/ y cosechando la verdad,/ quitando las barreras que nos puedan estorbar,/ pues lo hago por mi gente que quiere vivir en paz', dice una de las estrofas de 'Reflexión'.
Más adelante agrega: 'Porque este país tenga una prosperidad/ tenemos que ayudar para no desmayar/ y pedir a nuestro Dios una capacidad/ y que todo lo que hagamos no vaya a fracasar/, pues estamos bien confiados que él nos va ayudar/ por todos los problemas que tenemos que enfrentar'.
Los internos, ataviados la mayoría con camisetas blancas, aplaudieron emocionados, identificados con el mensaje y el contagioso ritmo del rap.
El recinto, construido para 200 internos pero que alberga 812 hombres, 84 mujeres y 19 niños (hijos de las reclusas), es un ejemplo del grave hacinamiento que caracteriza a las cárceles salvadoreñas.
Según fuentes del Ministerio de Seguridad, en seis de las 19 cárceles del país están recluidos 10,000 pandilleros, mientras en las calles andan libres otros 50,000, según un dato revelado este jueves por el presidente Mauricio Funes.
Las maras son consideradas parte central de la violencia en El Salvador, el segundo país más violento de América Latina hasta el año pasado, con una tasa de 65 homicidios por cada 100,000 habitantes.
'Nosotros estamos dispuestos a que todo este proceso de paz no sea de 10 ni de 15 años, queremos darlo todo por el pueblo, por nuestra familia, estamos en la disposición (y) no queremos que la gente que dude de nosotros venga a poner obstáculos', afirmó Ludwin Rivera, de 27 años, uno de los dirigentes de la M-18.
Patricia Mancilla, en representación de las pandilleras encarceladas, aprovechó para pedir a la primera dama salvadoreña, Vanda Pignato, que les ayude a impulsar un proceso de reinserción a la sociedad.
'Le pedimos a ella (Pignato) un poco de atención y que venga donde nosotras (...) a darse cuenta de lo que podemos darle a toda la población. Le vamos a demostrar que nosotros sí podemos cambiar, que sí queremos reinsertarnos en la sociedad', afirmó Mancilla.
Aprovechando el ambiente de distensión del país, William Galindo, un ex pandillero que dentro de una cárcel se convirtió en pastor evangélico, hizo un llamamiento a las iglesias del país para que 'apoyen' a los mareros a buscar 'el camino de Dios'.