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Las autodefensas ingresan a Apatzingán

Unos 200 integrantes del cartel de Los Caballeros Templarios habrían sido arrestados durante la operación.

10.02.2014

Grupos de autodefensas que han expulsado al cartel de Los Caballeros Templarios de varios poblados del occidente de México ingresaron el fin de semana a la ciudad de Apatzingán, controlada por los narcotraficantes, y trabajaban con fuerzas del gobierno para desalojar a los hombres armados de ese grupo delictivo, dijo un líder de las milicias.

Un periodista de la AP vio a decenas de miembros de las autodefensas, que portaban camisetas blancas para identificarse, mientras ingresaban rápidamente a Apatzingán en varias camionetas. La ciudad de 100,000 habitantes en el estado de Michoacán lleva varios años bajo control de este cartel. “Son las fuerzas federales en coordinación con algunos grupos de autodefensas”, dijo el líder Hipólito Mora a la AP por teléfono desde el centro de Apatzingán.

“Otros muchachos de grupos de autodefensas que andan (alrededor de la ciudad) y están cooperando de alguna forma con el gobierno federal... hay muchísimos detenidos”.

Mora dijo que la policía federal controla la seguridad en la ciudad y que tanto miembros armados como desarmados de las autodefensas colaboran para identificar las guaridas de Los Caballeros Templarios. Dijo que aproximadamente 200 integrantes del cartel fueron arrestados, incluido el hermano de uno de sus líderes, Enrique “Kiki” Plancarte. El gobierno no hizo comentarios de inmediato.

Control de los Templarios

La presencia de las autodefensas en la ciudad es un impulso simbólico y estratégico para el movimiento. El control de los Templarios solía ser tan completo que hubiera sido impensable que ningún rival ingresara a Apatzingán. Con frecuencia viajaban en vehículos marcados con su símbolo, una cruz roja y patrocinaban manifestaciones en las que exhortaban a la policía federal a salir de la ciudad.

El cartel dice ser una orden mística cristiana dedicada a proteger a la población de las fuerzas armadas y de la policía. Operaba “escuelas de entrenamiento”, incluida una en Apatzingán, donde se impartían cursos de liderazgo acompañados por una mezcla de religiones asiáticas y el catolicismo en los que se mostraba a los integrantes del grupo como hombres honorables de vida intachable. Sus miembros no solo vivían del contrabando de metanfetamina y marihuana, además de la extorsión, sino que también controlaban gran parte de la economía local.

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