El perturbador video, tomado desde una cámara de seguridad, mostraba al asesino con una gorra de béisbol hacia atrás y gafas oscuras, asechando a su aterrada presa a plena luz del día en una calle de la ciudad.
Su víctima parecía suplicar por su vida e intentó alejarse a tropezones antes de que el asesino, tomando la pistola con ambas manos, le disparara al hombre y lo matara junto a un automóvil estacionado.
Transmitido una y otra vez por televisión aquí, el video ha cristalizado la indignación popular en torno a una ola de asesinatos en esta ciudad de 1.6 millones de habitantes, la más poblada de Bolivia y uno de los centros del creciente narcotráfico en el país.
Se ha convertido en un crudo ejemplo de la delincuencia cada vez más violenta en un país que por largo tiempo ha sido más seguro que muchos de sus vecinos.
La respuesta del gobierno fue audaz. “Debido a que ellos tienen la sangre tan fría cuando se trata de matar, quiero que los traigan de inmediato, vivos o muertos”, dijo Carlos Romero Morales, en los días posteriores al asesinato, alimentando una percepción común en el sentido que el hombre fue muerto por un asesino a sueldo, quizá debido a una disputa de drogas.
“No permitiremos que asesinos a sueldo se establezcan en Bolivia”.
Rubén Costas, el gobernador del departamento de Santa Cruz, que incluye a la ciudad del mismo nombre, incluso advirtió que la ola de asesinatos generaba el riesgo de convertir Santa Cruz en otra Ciudad Juárez, la ciudad mexicana infame por un nivel de violencia relacionado con drogas mucho peor que lo que enfrentan residentes locales.
Bolivia es uno de los países más pobres de Sudamérica, pero tiene una tasa de homicidio de un solo dígito que está más cerca de las de los países más desarrollados del continente, como Chile y Argentina.
Sin embargo, todo parece indicar que esa tasa está subiendo. Bolivia registró 8.9 homicidios por cada 100,00 personas en 2010, por arriba de 6.5 en 2005, con base en la Oficina de la ONU sobre Drogas y Delincuencia.
De cualquier forma, el país es mucho más seguro que los vecinos como Brasil, con 21 asesinatos por cada 100,000 habitantes, o Venezuela, con 45, con base en cifras de Naciones Unidas.
Bolivia ha estado combatiendo un aumento en el narcotráfico y en el consumo de drogas en el ámbito nacional.
Es el tercer mayor productor de coca, la planta empleada en la producción de cocaína, y tiene una larga frontera, mayormente sin control, con Brasil, que es considerado uno de los mercados de drogas de mayor crecimiento. Grandes cantidades de drogas también pasan por Bolivia desde el vecino Perú.
Y debido a que Santa Cruz yace en la frontera con Brasil, se encuentra en el centro del narcotráfico.
“Actualmente, lo que estamos viendo es lo siguiente: delincuencia organizada, mafias, narcotráfico, dinero sucio, armas, y esto indudablemente va a incrementar rápidamente los niveles de delincuencia”, dijo Vladimir Peña, secretario del interior del departamento de Santa Cruz.
“Estamos viendo un aumento en el número de homicidios por un lado y, por el otro, lo que vemos es el nivel de crueldad”.
La ola de delincuencia también coincide con viejas quejas aquí en el sentido que Santa Cruz, uno de los bastiones de la oposición a Morales, recibe poca atención de gobierno nacional en La Paz, que controla a la policía.
Ambas partes ni siquiera pueden ponerse de acuerdo con respecto a cuántos oficiales están desplegados aquí.
Peña dice que 4,500 oficiales de policía están asignados al departamento de Santa Cruz, el mayor del país en términos de área, y que muchos de ellos tienen puestos de escritorio que los mantienen fuera de las calles. Romero, por contraste, dice que hay más de 6,000 y que otros 340 estaban siendo asignados en respuesta a la ola de asesinatos.
El día después del asesinato capturado en video, dijo Romero, el gobierno formó un plan de emergencia para aplicar duras medidas en contra de la delincuencia violenta en Santa Cruz.
Eso incluye un aumento de operaciones enfocadas a narcomenudistas y redadas de burdeles con miras a encontrar a extranjeros que estén en el país ilegalmente y tengan potenciales conexiones con pandillas del narcotráfico.
En una redada ya entrada la noche la semana pasada, los oficiales fueron a revisar un sucio centro nocturno llamado La Rose, al tiempo que indiferentes prostitutas miraban un programa estadounidense de policías en un pequeño televisor. Flores marchitas decoraban un improvisado altar a San Jorge, conocido aquí como un santo patrono de quienes están del lado equivocado de la ley.
Eduardo Cabrera, teniente coronel de la policía que encabeza un pequeño esfuerzo de vigilancia comunitaria, dijo que había tan solo 1,000 agentes asignados con regularidad a patrullas en las calles e investigaciones en la ciudad de Santa Cruz. “No es suficiente”, dijo Cabrera.
La ola de delincuencia en Santa Cruz empezó desde febrero, cuando una mujer fue asesinada y su ex marido y sus dos hijos fueron acusados de haber pagado 15,000 dólares por el asesinato.
Después, un mensajero fue muerto de un disparo durante un robo a mediodía en la plaza principal de la ciudad.
Sin embargo, abril fue el mes más cruel de Santa Cruz. Cuando menos ocho personas han sido asesinadas, a menudo en crímenes escabrosos. Un hombre peruano recibió 14 balazos de sicarios que, informó la policía, estaban trabajando para una mujer colombiana a la cabeza de un grupo de drogas.