Honduras

Odilón Renderos, el doctor de los pobres de Comayagüela

Si el paciente no tenía dinero, podía pagar la consulta con una gallina, huevos, frijoles… Murió en 1942. Su funeral fue uno de los más concurridos en la historia de Comayagüela
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07.09.2021

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- En mis manos tengo una receta del doctor Odilón Renderos con fecha del 14 de octubre de 1934. Letra de carta, escrita con la rapidez de quien es esperado por otros pacientes.

La persona a la que le extendió la receta estaba enferma de las vías respiratorias y de gastritis, según se deduce de los medicamentos que le recomendó comprar, como creosotal, jarabe de polígala, poción gomosa y otros dos que no logro descifrar.

Abajo, una recomendación: “En su nueva consulta, sírvase presentarme esta receta”.

Sin embargo, no todos podían pagar aquellos cincuenta centavos -me cuenta don Mario Hernán Ramírez, el laureado periodista y archivo viviente con domicilio en la colonia San Ángel, a la orilla del bulevar-. Entonces, el doctor Renderos no les cobraba.

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Otros pacientes, en lugar de los cincuenta centavos, le daban una gallina, huevos, frijoles, azúcar; y él se los aceptaba.

Por esa razón, a Renderos se le conocía como el “doctor del corazón de oro” y “el médico de los pobres de Comayagüela”.

Nunca hizo fortuna, pero se ganó fama de santo.

“El doctor Odilón Renderos era mi padrino. Todos los días me regalaba un marquesote riquísimo, de pura mantequilla, y diez centavos. Su consultorio quedaba en la cuarta avenida entre la quinta y sexta calle, cerca de la iglesia Inmaculada Concepción”, recuerda don Mario.

Aunque han pasado más de siete décadas, don Mario aún siente en el paladar la delicia del marquesote que su padrino le regalaba cada mañana.

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Receta del doctor Renderos extendida en 1934 a uno de sus pacientes. Foto: El Heraldo

Receta del doctor Renderos extendida en 1934 a uno de sus pacientes. Foto: El Heraldo

Su funeral

Trigueño, de mediana estatura, regordete y un bigote corto y ralo, cuando terminaba de atender pacientes se colocaba su sombrero y salía a la calle, donde era saludado como lo que era: una celebridad.

Hasta que llegó la tragedia…

Una mañana de 1942, Mario Hernán Ramírez, en ese entonces de ocho años, se enteró de que el hombre que le regalaba un marquesote y diez centavos cada día, acababa de fallecer.

“¿Te diste cuenta? Murió el doctor Renderos”, escuchó decir. “Sí, qué tristeza… Deja un vacío enorme”.

Al doctor Renderos lo mató una neumonía.

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“Ha sido uno de los funerales más concurridos en la historia de Honduras. Tres cuadras hasta el tope de gente sencilla que lloraba el fallecimiento del doctor Renderos. La procesión pasó por la Calle Real y concluyó en el Cementerio General”.

Don Mario hace un alto en su relato. El recuerdo de la muerte de su padrino lo conmueve.

Era bondadoso, solidario desprendido, nacido para servir al prójimo, dice.

Murió joven, no llegaba ni a los cincuenta, me cuenta don Mario.

La ciudad comenzó a llorar de dolor, con dificultades para respirar. Necesitaba un calmante, pero para desgracia suya, el doctor que curaba todos sus males ya no estaba para extenderle una receta como la que en este momento tengo en mis manos…

Centro de Salud “Odilón Renderos” en Villa Adela antes de su remodelación. Foto: El Heraldo

Centro de Salud “Odilón Renderos” en Villa Adela antes de su remodelación. Foto: El Heraldo
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