Honduras

Milenarios grabados líticos revelan existencia de cultura antigua

El recorrido del equipo de EL HERALDO por la ruta de las enormes y pesadas rocas labradas con figuras de animales permite revelar en exclusiva el “petroglifo del Sol”, ubicado en Lancetillal. Ir a Especial: Ciudad Blanca

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07.04.2014

Uno de los misterios que encierra La Mosquitia está a la vista en varios puntos del río Plátano, donde reposan los milenarios petroglifos elaborados por los ancestros de los pueblos indígenas del este de Honduras.

En su expedición de ocho días por la densa selva hondureña, el equipo de EL HERALDO recorrió una a una estas manifestaciones de arte rupestre, ubicadas en Walpaulbantara y Walpaulbansirpe, que en misquito significan ‘sitio de grandes escritos en piedra’ y ‘sitio de pequeños escritos en piedra’, respectivamente.

La expedición incluyó a otro grabado lítico conocido como el “petroglifo del Sol”, frente al sitio arqueológico de Lancetillal, a pocos kilómetros del Waraská, o nacimiento de río en pech.

Las imágenes de este último petroglifo trascienden hasta ahora con la publicación de EL HERALDO.


Arte lítico

El más notorio y conocido de estos grabados rupestres es la figura interpretada como un reptil tallado en una piedra grande en medio del río, en Walpulbantara. Este diseño puede ser visto fácilmente desde embarcaciones que se desplazan vertiente arriba.

Las interpretaciones a la figura son muchas. La gente local, por ejemplo, ve la figura de un cocodrilo.

“Este punto en el río es donde terminan los rápidos de la parte montañosa del Plátano e inicia la parte plana donde habitan los cocodrilos”, explica el ingeniero forestal y nativo de Gracias a Dios Jorge Salaverri.

Según cuenta, “algunos incluso ven un mapa en la figura del cocodrilo. La gente cree que enseña el camino hacia algún sitio arriba en las montañas”.

Los estudiosos del tema, sin embargo, hacen sus propias interpretaciones tratando de conectar el posible significado de estos grabados con la simbología de las culturas que habitaron la región.

John Hoopes, arqueólogo experto en la cultura chibcha que se extendió desde el este de Honduras hasta el norte de Colombia, comentó para EL HERALDO las fotografías de estas manifestaciones rupestres.

Hoopes ve en estas figuras posible evidencia de la identidad cultural de sus autores. “Uno de estos petroglifos muestra una serpiente muy estilizada o posiblemente un cocodrilo. No puedo decir si tiene o no dos cabezas, pero las serpientes de cabeza doble son consideradas como un símbolo del cielo en la cultura mesoamericana. En la cultura chibcha, por el otro lado, los cocodrilos de dos cabezas son una representación muy común en toda la región”.

Más posiblemente, dice Hoopes, “se trata de un cocodrilo por los chichotes estilizados que tiene en la cabeza y la forma triangular de los elementos en la cola, lo que representa las protuberancias en la piel”. Los cocodrilos con dos cabezas son comunes a la iconografía de la región istmo-colombiana”, asevera.

Por su parte, Allison Mc Itrick, historiadora de arte inglesa, hace una relación entre esta figura y la “serpiente emplumada” de Santa Elena, municipio del Distrito Central, en Francisco Morazán, perteneciente a la cultura mesoamericana.

“El diseño es parecido a la serpiente de Santa Elena respecto a la estilización de la cabeza, aunque usa una línea más sinuosa, no rectilínea, y diferente en la decoración del cuerpo. La cola también es elaborada, pero las plumas son menos visibles”.

Grabados en piedra en Honduras

Los petroglifos del río Plátano no son los únicos de La Mosquitia y mucho menos las únicas obras de arte rupestre en Honduras.

De acuerdo al trabajo de campo realizado en su día por George Hasemann (QDDG), en su día arqueólogo del Instituto Hondureño de Antropología e Historia (IHAH), existen más de 100 sitios rupestres conocidos en Honduras, algunos tan cercanos a Tegucigalpa como Yaguacire, cerca del aeropuerto de Toncontín, y Ayasta, a pocos kilómetros del Cerro de Hula.

En La Mosquitia, también se pueden encontrar petroglifos en la ribera del río Sico, en el departamento de Colón, e incluso en las alturas de montañas adentro, como en Las Crucitas de Aner, en Olancho.


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Antiguas autopistas

De acuerdo con John Hoopes, los ríos eran las principales rutas de comunicación y transporte de los antiguos pueblos de La Mosquitia. Los petroglifos pudieron señalar las fronteras de estos territorios indígenas, “dando a conocer la identidad étnica de sus habitantes”, o sencillamente puntos de ubicación especial en los que se realizaban ceremonias y otro tipo de actividades.

“Los ríos eran una especie de autopista para los antiguos pobladores. Eran capaces de construir grandes canoas hechas de un solo árbol. Es completamente posible que las personas que vivieron en aquellos tiempos usasen sus canoas como una casa durante periodos extendidos de tiempo”.

Y los ríos conectaban la costa con el interior. Posiblemente, dice Hoopes, también habían senderos terrestres; no obstante, la forma más rápida de transportarse, y la que permitía llevar cargas de mayor tamaño y peso, era el río.

Estudio en tercera dimensión

Una iniciativa reciente del arqueólogo Christopher Begley, financiada por National Geographic y la Universidad de Kentucky, ha registrado las figuras talladas en piedra en el curso del río Plátano utilizando una tecnología llamada RAHAS.

Esta técnica permite tomar una versión escaneada de los diseños en piedra y transformarlos en figuras digitales de tercera dimensión, con el propósito de saber más acerca de estas expresiones precolombinas y de las manos que les dieron forma.

“Este proceso no es destructivo de los petroglifos y, probablemente más importante, puede hacerse en el lugar en el que se encuentran” estos grabados líticos, dice Begley. Añade que “muchos restos precolombinos en la selva hondureña son petroglifos o líneas talladas en piedras que suelen ser peñas cercanas al río”.

También explica que a causa de la erosión que han sufrido durante siglos estos petroglifos “puede ser difícil apreciar los patrones” de los grabados de forma precisa.

Transportar estas grandes piedras a un laboratorio para estudiarlas está prohibido.

No obstante, la posibilidad de capturar información en tercera dimensión con la tecnología RAHAR permitirá a los arqueólogos analizarlos a profundidad por primera vez en la historia, según publicaciones de la universidad de Kentucky.

Y es que sobre los petroglifos de La Mosquitia se sabe muy poco.

Ha sido imposible hasta el momento conocer quiénes fueron sus autores y hace cuántos años fueron tallados en esta región del este de Honduras.

Su enorme peso y tamaño están entre las razones que han obstaculizado un estudio científico más minucioso en un laboratorio. No obstante, explica la doctora Gloria Lara Pinto, también ha sido esa su tabla de salvación ante el saqueo arqueológico del que ha sido objeto el patrimonio cultural de La Mosquitia.

“A diferencia de otros tipo de evidencia arqueológica, el tamaño de estas piedras -que hace casi imposible transportarlas- ha hecho que nadie se las pueda llevar del río y podamos apreciarlas hoy en día en el mismo lugar en el que fueron talladas”.