“Vaya juegue”, le pidió Denis Zambrano a su hijo Wilfredo, de unos cuatro años de edad, cuando este se le acercó. Luego de que los médicos lo salvaron del mortal ataque del rotavirus, este niño de cuerpo delgado y ojos tristes camina por el patio de la casa sin la mayor voluntad de tomar un juguete.
“Mire, él ya se me iba a morir, como pude lo llevé al hospital. Hoy está recuperadito”, relata Zambrano casi al borde del llanto, no solo por el dolor que siente de ver a su hijo en esas condiciones, sino porque como pescador no tiene la posibilidad de recaudar ni el dinero que necesita para practicarle unos exámenes médicos a su pequeño.
“No poder alimentar a los hijos, no tener dinero ni para hacerles unos exámenes, saber que se le pueden morir, es desesperante”, lamenta el pescador.
Ver a aquel menor en tales condiciones fue desgarrador, pero también fue impactante mirar la angustia de un padre que ha estado a punto de perder la vida en el mar para poder llevar por lo menos el sustento diario a sus cuatro hijos.
En el 2009, cuando pescaba en la lancha llamada Sebastián, él y su primo Alonso García fueron capturados por la naval nicaragüense y llevados a Potosí donde los encerraron en un gallinero y los interrogaron.
“Nos preguntaban ¿cuántos soldados hay en la Naval? ¿Cuántos soldados vienen a cuidar el mar? ¿Cuántos barcos tenía la Naval? ¿Cuántas pirañas? Nosotros les dijimos que como no estábamos metidos en el ejército no sabíamos nada, que cada país tenía sus cosas”.
Después de unos meses de aquel percance decidió volver al mar porque “aquí no se encuentra trabajo de otra clase”, argumentó.
Pero la suerte no ha estado del lado de Zambrano. El año pasado nuevamente la naval nicaragüense trató de capturarlo y casi lo matan con su primo Nolberto Alvarado.
Recordó que estaban pescando, en el bote llamado Lourdes, cuando de repente apareció la patrullera nicaragüense.
“Durante media hora tratamos de escapar, nos movíamos como una lombriz. Los ‘mucos’ al ver que no podían capturarnos, retiraron su piraña (patrullera) unos 50 metros, luego se lanzaron a toda velocidad agarrando a nuestra lancha por la mitad”.
El bote quedó destrozado, el motor se hundió.
“Yo recibí una herida a la altura del ojo derecho. Cuando estábamos en el agua, ellos nos tiraron un lazo para que amarráramos la panga para llevarnos jalados a Nicaragua. Como en ese caso uno se siente perdido, entonces les dijimos que mejor nos mataran”.
“Si quieren llevarnos tienen que matarnos les dijimos mientras flotábamos encima de la lancha. Ellos nos hacían mates con sus armas. En esas condiciones a uno se le pierde hasta el miedo de morir. Entonces al ver que no podían con nosotros se retiraron”.
Zambrano rememoró que otros compañeros de pesca los rescataron y lo llevaron inmediatamente a Cedeño porque estaba perdiendo mucha sangre; luego lo trasladaron a una clínica donde le costuraron la herida. “Así es nuestra vida en el mar, así es la pobreza en nuestras casas”, meditó.
“En la situación que estamos los niños son los que más sufren, no porque uno los tenga en el abandono, sino porque a veces no pescamos nada y nosotros dependemos de eso”, dijo.
El pescador desde hace tiempo está en el olvido, agregó Zambrano, mientras le pedía a su hijo convaleciente que fuera a jugar.