Honduras

'Elijan un buen pastor con corazón generoso”

Este miércoles es el segundo día de votaciones para los 115 cardenales electores que buscan al nuevo Santo Padre.

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07.04.2014

Fue la misma liturgia que desde hace casi dos milenios marca el inicio del cónclave para elegir al nuevo Papa. Todo estuvo milimetrado, todo calculado a la perfección. Eran imágenes idílicas para las televisoras.

Pocos minutos después de las 4:30 de la tarde (hora del Vaticano, 9:30 hora de Honduras) y acogidos por un lugar único en el mundo, la Capilla Sixtina de Miguel Ángel, los 115 cardenales electores se topaban de frente con la escena del juicio final. Había llegado el momento.

De la reunión bajo llave que iba a comenzar saldría el nuevo Papa, tercero que conocerá este siglo. Cuando se escuchó el “extra omnes” (todos fuera) el reloj de la incertidumbre comenzó a correr para la mayor religión del mundo.

Pero durante la primera jornada de la cita secreta entre purpurados solo se supo lo que ya se intuía: una fumata negra. Sucedió a solo 19 minutos de alcanzar las ocho de la noche en el Vaticano.

Al divisarla, se escuchó un sonoro lamento en la plaza de San Pedro, donde en ese instante se acumulaban miles de feligreses bajo una fina lluvia que no dejó de caer durante toda la tarde.

Las mueve la fe

Mientras eso ocurría al interior del cónclave, dos monjas peruanas, ataviadas de un blanco impoluto, caminan raudas por la adoquinada plaza de San Pedro.

No llevan paraguas, pese a que la mayoría de gente se resguardaba como y donde puede de la fina, pero incesante lluvia que cae desde hace días sobre Roma.

Una de ellas llevaba en sus manos un rosario, del que no se desprende en ningún momento. Ambas rezan para que “los cardenales escuchen la voluntad de Dios durante el cónclave”, dicen. Ellas son sor Fani López y sor María Elena.

Receso

Los cardenales decidieron postergar al menos una jornada más su encuentro y seguir adelante con un cónclave que dará a uno de ellos la jefatura del Vaticano, el Estado más pequeño del planeta, pero, a su vez, uno de los que aglutina más poder por kilómetro cuadrado como consecuencia de la influencia que el catolicismo conserva en la sociedad.

Por delante tendrá un pontificado para intentar acabar con la zozobra que fustiga a la Iglesia tras el repentino “adiós” de Benedicto XVI y los casos de corrupción, pederastia y enfrentamientos por el poder que salpican a la curia romana.

En los prolegómenos del cónclave, solo unos minutos antes de que la Capilla Sixtina quedara cerrada a cal y canto, los cardenales ofrecieron estampas curiosas durante su juramento ante Dios con la mano en la Biblia. Unos emplearon voces potentes, graves. Otros, en cambio, apenas lograron hacer sonar un hilo de voz.

El más joven papable, el cardenal filipino, Luis Antonio Tagle (55 años), visiblemente emocionado por ser su primera reunión de este tipo, casi no consiguió acabar su juramento. En cambio, el cardenal Timothy Dolan, de EE UU, se mostró nervioso a la vez que distraído mientras no quitaba ojo a las majestuosas pinturas de Miguel Ángel. Los rostros del resto de purpurados reflejaban la tensión del momento, el peso de la historia.

Seis horas y media antes del inicio del cónclave, y tras instalarse en la residencia de Santa Marta, donde se alojarán hasta la llegada de un nuevo Papa, los 115 cardenales electores se desplazaron hasta la basílica de San Pedro. Allí celebraron la misa “Pro eligendo Summo Pontifice”, previa a su posterior enclaustramiento bajo llave.

La misa, a primera hora de la mañana, la ofició el cardenal decano, Angelo Sodano. El acto litúrgico congregó a varios miles de feligreses. En su homilía, el purpurado italiano, quien no participa en el cónclave porque supera la edad máxima -80 años- pidió a los cardenales que sí lo harán que elijan a “un buen pastor” con “corazón generoso” para continuar la obra de sus antecesores.

La misa “Pro eligendo Summo Pontifice”entraña en sí misma una gran relevancia debido a que es el último encuentro público de los cardenales antes de encerrarse en cónclave a elegir al nuevo Papa. Curiosamente, en 2005, la pronunció el que por aquel entonces era el decano de los cardenales, el aún voluntarioso Joseph Ratzinger.

Hoy todavía muchos consideran que fue esa homilía la que lo aupó hasta el trono de San Pedro y que determinó su elección como Sumo Pontífice.

Sodano, sabedor de la importancia de este cónclave para la Iglesia, sumida en un ambiente de incertidumbre tras el sorpresivo abandono de Joseph Ratzinger, también lanzó a los purpurados varios mensajes para que trabajen en pro de la unidad y la estabilidad del catolicismo. “Todos nosotros estamos llamados a cooperar con el sucesor de Pedro”, dijo. Luego les instó a promover la paz, la justicia y el orden mundial.

“La actitud fundamental de cada buen pastor es dar la vida por sus ovejas”, dijo el cardenal en referencia clara al objetivo del sucesor de

Benedicto XVI: deberá ser una persona capaz de abandonar egolatrías y así afrontar la crisis profunda que atraviesa la curia romana, marcada por el reciente escándalo de filtraciones de documentos -caso Vatileaks- y por las revelaciones sobre prácticas pederastas en el seno de la misma Iglesia.

El cardenal decano indicó a los purpurados que “esto -el dar la vida por sus ovejas- vale, sobre todo, para el sucesor de Pedro, pastor de la Iglesia universal”, en referencia al próximo pontífice.

Además, Sodano subrayó que “este servicio de caridad” es parte de la naturaleza íntima de la Iglesia. Antes de que concluyera la misa, Sodano exaltó las bondades del papado de Benedicto XVI. Primero dio gracias al Señor por el “luminoso pontificado” de “nuestro amado y venerado” Joseph Ratzinger, Papa emérito tras su dimisión el pasado 28 de febrero.

Luego, su afirmación se vio coronada por un estruendoso aplauso por parte de la gente que llenaba la basílica de San Pedro. Minutos después los cardenales volvieron a su retiro para almorzar juntos y prepararse para el cónclave, que en su primera votación dejó abierta la incógnita de quién será el próximo cardenal que, ya vestido de blanco, se asomará al balcón de San Pedro.