Tegucigalpa, Honduras.- Como a cualquier niño de barrio, le gustaban las potras, y las polvorientas calles de la Santa Fe abonaban para que esa afición al fútbol se consumara cada tarde en los pasajes de esa colonia al norte de Comayagüela.
Así transcurrió su infancia, desde que dio sus primeros pasos en la recién inaugurada colonia El Carrizal, a finales de la década de los 60, y luego su mudanza a la cercana Santa Fe, donde creció, pasó su adolescencia y parte de su juventud.
Después de sus años de enseñanza primaria en la Escuela República de Guatemala, como muchos capitalinos, su deseo era ingresar al colegio más popular de la capital de la República, el Instituto Central Vicente Cáceres (ICVC), y así fue que sus padres lo matricularon; en los años 80 era un boom estudiar en el Central.
Estas primeras líneas relatan parte de la vida de Dagoberto Rodríguez Coello, destacado profesional de las comunicaciones, polifacético en el periodismo y un estudioso incansable.
Sus origenes
"Mi papá y mi mamá se vinieron de Choluteca a finales de los años sesenta, se vinieron en busca de mejores oportunidades. Mi papá, un campesino que solo pasó el tercer grado, un hombre muy inteligente, un autodidacta. Mi mamá, una maestra rural.
Tomaron la determinación de venirse a Tegucigalpa para buscar un mejor porvenir para nosotros, sus hijos", cuenta "Dago", como le conocen sus colegas de generaciones en el periodismo.
Con la ilusión de continuar su formación académica, el entonces adolescente Dagoberto se enfiló para entrar en el turbulento mundo centralista.
"Estudié en el Instituto Central. Yo soy centralista de cepa y de corazón; estudié comercio. Estuve siete años en el Central porque me tocó repetir tercer curso, por andar de vago y jugando pelota", reconoce con cierta jocosidad Rodríguez.
Rápido transcurrieron esos años de secundaria y para 1986, el ahora director de Radio Cadena Voces (RCV) estaba finalizando sus estudios secundarios, convirtiéndose en perito mercantil y contador público, un título que valía mucho en esos días.
Pero el panorama laboral no era el mejor en esos tiempos en el país. El egresado del ICVC pensó que encontraría un empleo rápidamente, pero la vida no le sonrió en ese aspecto. "Yo creía que, terminando, iba a trabajar, empecé a buscar trabajo como contador público, pero no lo encontré", recuerda.
Se probó en la milicia
Sin tener claro su futuro en el plano laboral, Rodríguez Coello vio como una buena opción enrolarse en cualquiera de las academias militares del país.
"En vista de que no encontré trabajo, determiné entrar a la Academia Naval, hice el examen y no lo pasé, pero luego intenté hacerlo en la Academia Militar Francisco Morazán. Fui a hacer el examen físico y el examen teórico, pesadísimos, por cierto, y pasé la prueba", rememora.
Pero la alternativa militar para poder cambiar su situación económica se vendría abajo a los pocos días. La Academia Militar difundió la lista de los aspirantes a cadetes que habían pasado los exámenes: entre ellos estaba Dagoberto Rodríguez Coello.
Sin embargo, se necesitaban alrededor de cinco mil lempiras para comprar los implementos que pedía la Academia para poder ingresar; doña Martha (su madre), una empleada de la cafetería del Congreso Nacional (CN) y don Casimiro (su padre), trabajador de la construcción, no lograron ajustar esa elevada suma y la oportunidad se le esfumó de las manos a su hijo.
Dagoberto, consciente de que debía de hacer algo y no quedarse de brazos cruzados -ya no era un adolescente-, decidió trabajar a la par de su padre, don Casimiro Rodríguez.
"Me fui a trabajar con él. Mi papá trabajaba en la construcción de carreteras, él era el capataz, trabajamos en varios proyectos y en ese momento él trabajaba en la pavimentación de la anterior carretera hacia el norte, de Tegucigalpa al Río del Hombre", relata Dagoberto, acordándose de aquellos días junto a su progenitor.
Él era el encargado de llevar la contabilidad del trabajo y las cargas de material que acarreaban las volquetas para la construcción del asfalto en la antigua carretera hacia el norte del país, ya que tenía frescos los conocimientos adquiridos en su amado Central.
Pero el protagonista de esta historia no tardó en darse cuenta que esas tareas no eran lo suyo y que sus aspiraciones profesionales estaban orientadas a algo más grande.
Fueron aquellas tempranas instrucciones educativas de doña Martha y la afición por estar informado de don Casimiro las que lo llevaron a tomar el rumbo correcto, el camino que lo llevaría a construir una carrera de éxito en algo que para él fue impensado en su momento.
La Autónoma lo esperaba
"Le dije a mi papá: mire, yo quiero entrar a la universidad, ayúdeme a entrar. Mi papá, con mucho esfuerzo -valía 45 lempiras la matrícula de la universidad-, me dijo: te voy a poner, pero si vas, me prometés que vas a estudiar, que no te vas a salir, yo te voy a apoyar", le pidió don Casimiro.
El muchacho de la Santa Fe se matriculó en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), en la carrera de Administración de Empresas, en la que solo estuvo un periodo, porque su meta dio un giro inesperado: el periodismo le había llamado la atención.
"Yo empecé a sentir una inquietud por el periodismo, porque mi papá era un asiduo lector de noticias y escuchaba noticias, se levantaba escuchando noticias y se acostaba escuchando noticias. De modo que yo escuchaba a esos grandes periodistas como German Allan Padgett, Moisés Ulloa Duarte, Napoleón Mairena Tercero, Rodrigo Wong Arévalo, Gerardo Alfredo Medrano", reconoce con evidente nostalgia.
"Alguien me preguntó una vez, ¿qué vas a estudiar si llegaras a entrar a la universidad? Y yo le dije: Periodismo. Pero yo no lo tenía claro; al final opté por el periodismo", dice Dagoberto.
Sin tener, según él, una vocación tan natural para el periodismo, decidió seguir con sus estudios universitarios, ahora sí, con la firme convicción de que se esforzaría para ser un buen periodista. Se propuso leer, documentarse y conocer cada vez más de lo que Gabriel García Márquez calificó como "el mejor oficio del mundo".
Una carrera exitosa
Siempre supo que su carrera periodística la quería desarrollar escribiendo en un periódico, así que la prensa escrita era su norte.
A inicios de 1993, aún sin egresar de la Escuela de Periodismo de la UNAH, "Dago" tomó la valiente decisión de incursionar en la profesión que estudiaba; su primera opción y la predilecta era la prensa escrita.
Doña Martha conocía a Manuel Gamero, que en ese entonces era el director de diario Tiempo. Ella le pidió una oportunidad y que recomendara a su hijo Dagoberto para tener una plaza de trabajo en ese periódico, ya que él estaba casi terminando la carrera y éste se la concedió.
"Empecé como reportero de los sucesos policiales, esas fueron mis primeras notas periodísticas en diario Tiempo. Me gradué en el 94, motivado por mi esposa que me dijo: no podés dejar la carrera botada", recuerda Rodríguez Coello; para ese momento ya tenía su propia familia.
"Allí encontré a grandes periodistas que ya se habían destacado, como Carlos Mauricio Flores, que ahora es el director de diario EL HERALDO; a Gustavo Palencia, corresponsal de Reuters; Francisco Rodríguez, Orfa Mejía, es decir, a un grupo de periodistas que todavía siguen haciendo periodismo y que han destacado en el periodismo nacional", comparte.
Pero su paso por diario Tiempo fue fugaz y al término de 1993 dejó esa sala de redacción. En noviembre de 1993, Roberto "El Pelón" Acosta derrotó en las elecciones generales a la nacionalista Nora de Melgar Castro y en enero de 1994 tomó posesión como edil de la Alcaldía Municipal del Distrito Central (AMDC); allí se le presentó una nueva oportunidad laboral al novel periodista Dagoberto Rodríguez.
Durante tres años se dedicó a realizar la labor de periodista institucional de la AMDC, redactando el Periódico Municipal, sin embargo, aunque hacía periodismo institucional, Dagoberto no estaba tan cómodo con su trabajo y decidió buscar el retorno a la sala de redacción de un diario capitalino.
"Robert Marín García -que somos buenos amigos- estaba en diario La Prensa y cubría la Alcaldía, y le digo: Robert, fijate que ya no quiero estar aquí, ¿no habrá alguna oportunidad en La Prensa? Me dice: Mirá, dejame hablar con Faustino (Ordóñez) a ver si hay alguna oportunidad y yo te aviso", narra.
Creyendo que la palabra de Marín era puro cuento, Dagoberto se quedó esperando una eventual respuesta. Días después, el entonces reportero de La Prensa, Robert Marín, le consiguió una entrevista con Ordóñez, editor de La Prensa, concretándose una nueva oportunidad para regresar a la reporteada.
"El diario La Prensa fue como mi impulso y mi crecimiento profesional. Ahí fue donde yo realmente logré crecer profesionalmente, porque salgo de cubrir las fuentes que cubría tradicionalmente en diario Tiempo, las obreras, Alcaldía Municipal, Derechos Humanos y me empiezan a promover para cubrir otras fuentes con mucha más responsabilidad, más complejas", relata.
En su primera etapa en La Prensa, Rodríguez fue cronista parlamentario, dio cobertura a la Casa Presidencial, entre otras fuentes de mayor realce dentro del periodismo nacional, trayéndole un crecimiento profesional y reconocimiento dentro del gremio periodístico.
Dagoberto Rodríguez se dio a conocer rápidamente entre sus colegas. Sus notas y trabajos de investigación lo catapultaron rápidamente, de tal manera que a sólo cinco años de ser reportero de La Prensa, una coyuntura profesional distinta llegó a su escritorio; era una propuesta económica difícil de rechazar y también el chance de ampliar su currículum como profesional de las comunicaciones.
Recuerda que "Armando Villanueva acepta ser el secretario de prensa del gobierno de Ricardo Maduro, pero por problemas internos Armando renuncia a la Secretaría de Prensa, y entonces me llaman a mí y me ofrecen el cargo. Les digo: yo estoy trabajando, pero me dicen: te vamos a dar un buen salario y me ofrecían 25 mil lempiras".
La oferta superaba en unos siete mil lempiras a lo que devengaba en el periódico y el hecho de tener una nueva experiencia laboral, terminó de convencer al periodista. "Es ver el periodismo desde el otro lado de la barrera. Fue muy bueno".
Pero esa episodio periodístico tampoco duró mucho; apenas un poco más de dos años: algo ya no cuadraba en la Casa Presidencial, para el jefe de prensa.
Parecía que había llegado el tiempo de retornar una vez más a las salas de redacción, el quehacer que más le apasiona a Dagoberto, y así se dieron las cosas...
De regreso a su casa
En 2005 Dagoberto Rodríguez dejó de ser el secretario de prensa de la Casa Presidencial y el retorno a la que había sido su casa en el ámbito laboral, era casi inminente.
María Antonia Martínez, directora de EL HERALDO nombra a Dagoberto como editor de la sección de prensa general y como parte del equipo de investigación de este rotativo y comienza así un nuevo reto para el comunicador.
Su deseo constante de seguir cultivándose en su profesión lo llevó a estudiar una maestría en periodismo digital. Como requisito para terminar ese estudio de postgrado, junto a la también periodista Marlen Perdomo, tenían que crear un periódico digital. Comprometidos con esa tarea, ambos fundan Proceso Digital, uno de los medios digitales de mayor prestigio en la actualidad.
El proyecto académico se convirtió a la postre en una opción más de información para los hondureños y casi una competencia para los demás medios. "Dago" estaba en EL HERALDO y esa doble relación laboral comenzó a generar un conflicto de interés, obligándolo a dejar su puesto.
La notable experiencia y el recorrido en los medios lo impulsó una vez a otra trinchera, algo inexplorado todavía por Rodríguez. Estando al frente de la redacción de Proceso Digital, le ofrecen la dirección de Radio Cadena Voces, en 2006.
"Yo no tengo experiencia en radio. Si ustedes creen que yo les puedo ayudar, pues yo me voy, pero no esperen de mí algo extraordinario, mi experiencia es en prensa escrita. Me dicen que no hay problema; entonces compartí lo de Proceso Digital y la radio", recuerda.
Desde 2006, hasta 2011, Dagoberto Rodríguez fungió como director de RCV, etapa que destaca "fue muy bonita". El expresidente de la República, Ricardo Maduro, era el dueño de ese grupo radial y en el 2011 decidió poner a alguien más al frente de RCV y Dagoberto sólo se quedó laborando para Proceso Digital.
Una vez más, María Antonia Martínez, ya como directora de La Prensa, en 2013, hace la llamada en busca de Dagoberto para que dirija la recién creada Unidad de Investigación. La propuesta le pareció interesante e inició una segunda etapa en el diario La Prensa.
En 2021, con la salida de Martínez de la dirección de La Prensa, Rodríguez también decide dejar ese periódico y nos explica sus motivos. "Yo tomo la decisión de irme de La Prensa cuando sale la licenciada María Antonia. Ella fue prácticamente mi mentora, mi maestra, o sea, mi escuela periodística y sin ella me sentía huérfano".
Diez años después, Rodríguez Coello regresó a la casa radial en la que inició su experiencia en esta rama del periodismo y se da su segunda etapa en RCV, de la que actualmente es su director.
Así han transcurrido casi 32 años de carrera profesional en el periodismo para el ganador del premio periodístico Álvaro Contreras, en la edición 2025, el mayor galardón para un periodista en el plano nacional.
Su vida fuera del trabajo
La carrera del periodismo, como algunas otras, seguramente, demanda de mucho tiempo, tiempo preciado que talvez debió ser dedicado a la familia, se invierte en estar pendiente de lo que ocurre en el plano noticioso.
El expresidente del Colegio de Periodistas de Honduras (CPH), comparte que la mayor parte de sus horas libres, fuera de la radio, las dedica a compartir con los suyos, con su familia.
Reconoce: "Perdí tanto tiempo trabajando en todos los medios de comunicación, que descuidé a mi hijos. Mi esposa prácticamente fue la encargada de llevarlos a la escuela y los traía. A veces yo salía de la de la casa, dejaba a mis hijos dormidos, regresaba y estaban dormidos. Solo los miraba el fin de semana".
Ahora con sus hijos ya grandes y realizados en la parte académica, "Dago" puede pasar un poco más de su tiempo con ellos y tener ese espacio familias, que sin duda es fundamental en el seno de todas las familias.
"Dedico mi tiempo a estar en casa. Me gusta hacer trabajos de jardinería. Mi papá me enseñó a hacer muchas cosas, me enseñó a hacer plomería, entre otras cosas; entonces, yo no necesito contratar a nadie, yo hago todos esos trabajos. Si necesitan algo en la casa, yo lo hago", asegura.
Pero no todo es trabajo en la vida y Dagoberto lo sabe. Un espacio valioso, que no es negociable, es el momento dedicado para alabar a Dios. Ese momento de comunión con el creador.
"Sirvo en la iglesia, soy anciano de la iglesia. Eso me mantiene ocupado, me ayuda espiritualmente; realmente la relación con Dios me ha ayudado en los momentos y etapas mas difíciles. Cuando hubo y hay amenazas, la persecución que se ha dado, Dios ha sido mi fortaleza", exterioza.
En más de 30 años en el periodismo, Dagoberto Rodríguez Coello logró forjar una carrera profesional respetada y admirada por muchos Con un vasto recorrido en distintos medios que le permitió gozar del reconocimiento de sus colegas. Además, de formar un hogar en el que procreó cuatro hijos junto a su esposa Claudia.