Honduras

Armando Josué Mairena, ejemplo de superación sobre ruedas

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12.11.2016

Tegucigalpa, Honduras
Vino al mundo entre fusiles y barracas. Seguramente no era ese el lugar que su madre hubiese querido para dar a luz a su primer retoño.

Así de impredecible como fue su alumbramiento, serían los primeros días y años de su vida.

El destino le tenía preparado un camino lleno de obstáculos y adversidades, los que comenzaron desde el momento en que vio la luz del día por vez primera.

Impredecible
En un viaje poco planeado, y con su vientre visiblemente pronunciado por su octavo mes de gestación, su madre tomó un helicóptero de la Fuerza Aérea Hondureña (FAH) con destino a La Mosquitia.

Su objetivo era visitar al progenitor de su hijo, que había sido reclutado -como se daba en los años noventa- en la base militar del Quinto Batallón de Infantería en la comunidad de Mocorón, en el departamento de Gracias a Dios.

Pero unas horas después llegaría el momento esperado durante casi nueve largos meses.

El llanto del producto de sus entrañas se hizo escuchar en las barracas de la unidad militar. Sin embargo, los emocionados padres se llevaron la sorpresa de sus vidas: a su hijo le faltaba parte de uno de sus diminutos brazos.

Armando Josué Mairena Andino no tuvo la dicha de nacer con sus cuatro extremidades completas, sin embargo, ese hecho no limitó su deseo ni las ganas de salir adelante.

No es tan difícil imaginar que lo que vendría de ahí en adelante sería tortuoso y lleno de tropiezos.

Un desafío
Hoy con 26 años, aquel niño que nació con un problema anatómico asegura que su impedimento físico fue un desafío constante para salir adelante en la vida.

“Tuve una infancia difícil, en la escuela siempre había alguien que me molestaba, me ponían apodos, pero lo fui superando”, recordó el protagonista de esta historia.

Pero más triste y desesperanzadora no pudo ser su infancia... A los pocos días de haber nacido, su madre (debido a su impedimento físico) lo abandonó y lo dejó al cuidado de su abuela paterna.

“Gracias a ella (a su abuela) soy lo que soy, ella me sacó adelante”, manifestó Armando Josué con un gesto confundido entre tristeza y orgullo por lo ocurrido.

El paso incontenible de los años lo obligó a ir a un centro educativo y realizó sus estudios primarios en la Escuela Álvaro Contreras de la colonia Santa Eduviges de Comayagüela. Luego vino el momento de entrar al colegio, reto que también tomó con mucha responsabilidad y se matriculó en el Instituto Mixto 8 de Junio, siempre en la zona de Los Laureles.

Sin embargo, un día el ambiente que se vive en el rubro del transporte lo cautivó y fue dejando sus estudios cuando cursaba el segundo año de ciclo común.

“Uno comienza siendo lavador de carros, después de ‘brocha’ (ayudante del cobrador), luego de cobrador”, confesó.

Un día, el conductor del bus, y tras haber pasado todas las etapas laborales antes descritas, decidió enseñarle a conducir a pesar de tener una sola mano.

Con alegría recordó el día que tomó la pesada unidad del transporte urbano con registro 370 de la ruta Laureles-Mercado. Solo tenía 17 años, contó.

“Recuerdo que fue un 23 de diciembre el día que el dueño del bus me dijo: andá chequeá el bus para que vayás a trabajar mañana. ‘¿De chofer?’, le dije yo... ‘Sí’, me dijo, de chofer. ‘¡Uuuy!’, dije yo”.

Y el 24 de diciembre del 2007 condujo por primera vez la pesada unidad con caja de cambios mecánica, sin tener una mano y siendo aún menor de edad.

Pasaron los años y con ellos el asombro de los usuarios del transporte urbano que presenciaban a diario la hazaña y expertise con la que el joven apodado “El Tunquito” maniobraba el pesado bus.

En la actualidad conduce el taxi con registro 6012 del punto colectivo de la residencial Francisco Morazán-Plaza Miraflores, donde se ha ganado el respeto de la gente así como de sus compañeros de labores. El luchador y trabajador joven conduce la unidad con suma prudencia y seguridad.

“Es un ejemplo a seguir para otras personas que tienen todo su cuerpo completo, él nació sin una de sus manos y aún así trabaja”, relató con admiración uno de los ruleteros de este punto de taxis colectivos de la capital.

El ruletero reconoció que tuvo una infancia y adolescencia con muchos obstáculos, al ser prácticamente abandonado por su padres y tener que lidiar con su deficiencia física, sin embargo nunca se dejó vencer.

Hoy, con mucho orgullo, manifiesta ser padre de un hijo de nueve meses, el cual procreó junto a su compañera de hogar, la joven Odalys Raudales.

A pesar de haber nacido sin parte del brazo izquierdo se siente dichoso de tener un trabajo y de haber aprendido a conducir, aunque mucha gente creyera que nunca lo iba a lograr