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Roma, el álbum familiar de Alfonso Cuarón que nos muestra la simetría de lo desigual

Una pieza magníficia que nos muestra la realidad entre los de arriba y los de abajo

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19.12.2018

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Gracias al cine que la vi en el cine. Sé que estamos en el 2018 y que Netflix nos resuelve la vida para ver lo que no podemos, pero Roma no hubiese sido la misma si no la hubiese visto en el cine.

Roma, es el álbum familiar de Alfonso Cuarón, una lucha emocional, social, sentimental, que llega a los detalles más pequeños de sus recuerdos -los que al fin y al cabo terminan llamándose vida- y que provocan en la lejanía una cascadas de momentos en los que es imposible no identificarse.

Delicada, abrupta, madura. Roma, es una de esas cosillas excepcionales que el comercio no entiende, uno de esos puzzles que el conocimiento termina llamando 'pieza maestra'.

Ambientada en el convulso México del 1968-73, cuando el gigante mesoamericano le habría sus ojos al mundo (Juegos Olímpicos, Mundial, el desarrollo de la TV, el resurgir del cine tras la época de Oro, la creación de la industria del entretenimiento), entre luchas de clases, ideas políticas, mentiras y desengaños y eventos sangrientos que se mezclan desde el protagonismo de una mujer que además rompe los estereotipos de las actrices.

La película está llena de tantos significados que pueden pasar desapercibidos pero tienen poderosos mensajes. Detalles polifónicos que viven entre nosotros a diario que nos dicen mucho aunque creamos que nada.

Los aviones, los silbatos de los que venden o afilan chuchillos, la campana del carro de la basura y el desconcertante redoble de una banda de guerra que transmite pese a cualquier tragedia, que la vida seguirá marchando aunque nadie se entere de tus dolencias.

Y si te quedan dudas del porqué esa banda pasaba con su redoble, habrá que explicar que cada lunes los alumnos de las escuelas de México, rinde obligatoriamente honores a su bandera nacional.

Sofía vive un contraste entre la partido de su esposo y la banda de guerra que se mueve entre ella para decirle que debe seguir marchando en la vida.



A mí en lo particular, aunque nací casi 10 años después del ambiente del filme, me trae recuerdos; y la decisión de contarlo monocromáticamente me ayudó a identificarme más.

Aunque acá en Tegucigalpa en mi niñez los aviones eran menos frecuentes que los que pasan por la colonia Roma de la Ciudad de México (entonces aún Distrito Federal), tumbarme en un muro era uno de mis deleites del día para esperar el avión de Sahsa, pues creía que los iban arriba siempre estaban mejor.

Cuarón lo refleja así también, la disparidad dentro lo que pasa arriba y abajo. En la clase alta y en la clase baja. Las humillaciones, las compras en los mercados y la discrepancia entre ser criollo, indígena, blanco o moreno, son el juego de los opuestos.

La película también me ha recordado las veces que caminé entre la caca de los perros, y los descampados en los viví. Los placeres de la pobreza, la inocencia de no tener más que sueños. No pude evitar verme lavando patios, caminando entre el lodo, respirando polvo, viajando entre carcachas, comprando semillas. Aprendiendo a sobrevivir lejos de las trampas de internet, el desarrollo y la falsedad.

Cleo
Alfonso Cuarón, lejos del Óscar que le dejó Gravity, en Roma mostró su madurez. Desde el inicio supe que tenía que estar muy pendiente de todo. Escrita, dirigida, fotografiada y editada por Cuarón (aunque ya lo hizo antes en otras películas) el mensaje era claro: mirá los detalles. De hecho cierra con el nombre de la calle en la que él vivía. No podía ser trabajada de otra forma, nadie puede escribir, mostrar y contar mejor tus recuerdos que vos mismo.

Cleo simboliza así el recuerdo más firme de la infancia del director. Su nana, la trabajadora doméstica que en el derrumbe de un hogar, es y no es parte del drama de otros, ignorando así su propio sufrir, en un acto de amor que culmina con las chocantes acciones inhumanamente humanas cuando pierde a su criatura que no quería tener, pero que no le importó lanzarse a mar abierto para salvar la vida de otros.

Cleo salvó a los niños de la familia de ser cobrados por el agua (un recurso natural de cuál Cuarón se apoderó para transmitir fuerza en la cinta). Foto: Netflix / AP.



Cleo se vuelve así en la representación total del esclavismo y el racismo sobre las mujeres (de México y Latinoamérica, porque eso hay que decirlo, aunque se basa en México, el guión es una cascada latinoamericana), en un sufrimiento que repercute en todas las clases.

El mensaje es sutil y poderoso. La casa se mantiene en pie por una mujer. La mujer es el centro de la vida. La vida tiene rostro de mujer.

Política
Cuarón se encargó de recordar milimétricamente los detalles del México convulso. Y esta parte me tocó entenderla después de la película y supo recrear la historia en torno a ellos. Acá destacamos el 'Halconazo'.

El 10 de junio de 1971 se registró una de las páginas oscuras de la historia de México. Se trata de una matanza hecha por paramilitares en una protesta estudiantil, también conocida como Corpus Christie, el hecho registró más de 100 estudiantes muertos.

El incidente, que ocurrió tres años después de la más conocida Masacre de Tlatelolco, comenzó como una protesta estudiantil y terminó como un baño de sangre cuando el gobierno envió soldados mexicanos entrenados por la CIA para reprimirlos.

El Halconazo fue retratado en la película de Cuarón. Fue una matanza a más de 100 estudiantes hecha por paramilitares que se entrenaban bajo el pretesto de aprender artes marciales en las periferias de la creciente Ciudad de México en el inicio de los años 70.



También muestra la llegada al poder de Luis Echeverría Álvarez, presidente de México entre 1970 y 1976, acusado de iniciar la conocida 'Guerra Sucia', en la que se asesinaron líderes de izquierda y se torturó a miles de personas.

Estructura
La película es su cuidadosa recreación de época, no solo por la selección de los decorados, vestuarios y programas de televisión, se luce en presentar los contextos sociales y el desarrollo que la Ciudad de México va ganando.

Tiene un impecable diseño de producción, inmejorable fotografía, insuperable sonido, suficientes diálogos y entornos, actuación limpia, un guión íntimo, universal y humano y complejo.

Roma está ya bajo la mirada de los grandes premios, inevitable Globo de Oro, alto contendiente al Oscar, pero más allá de eso, seguirá dando de qué hablar, porque su mejor premio es que sea reconocida como una obra maestra. La simetría de lo desigual.