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Isolda Arita: 'Guaymuras sigue siendo la casa de los autores hondureños”

La editorial conmemora sus primeras palabras y la cultura resiste, pese a todo, en la batalla por la supervivencia

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28.08.2020

TEGUCIGALPA, HONDURAS,- Han trascurrido cuatro décadas desde aquel lejano 1 de agosto en que Editorial Guaymuras estampó sus primeras palabras.Más de 400 autores y 700 obras publicadas -de las cuales 210 aún se encuentran en su catálogo de oferta viva- hacen de ella una auténtica marca cultural que trasciende el tiempo y la memoria colectiva.

Sin apoyo estatal, crisis, alto analfabetismo y un hábito de lectura que no termina de desarrollarse, su labor ininterrumpida es una proeza digna de elogios. Isolda Arita, directora de Guaymuras, resume a EL HERALDO los 40 años de la editorial y librería que ha enriquecido el acervo bibliográfico nacional, sus obstáculos y su rumbo poscovid.

-Con “Obra escogida” de Ramón Rosa en 1980, Guaymuras se encaminó a transformar el mercado editorial y de la literatura nacional, ¿cómo resume su aporte en 40 años de memorias, historias y autores?
En pocas palabras, tanto en su catálogo como en la librería, Guaymuras ofrece un fondo bibliográfico que cubre diversos aspectos de la historia y la cultura de Honduras, algo que hace 40 años no existía.

Actores antes invisibilizados, como las mujeres, los pueblos indígenas y garífunas, los migrantes, obreros y campesinos, ahora ocupan el lugar que se merecen en la historia y la cultura a través de los más de 700 títulos que hemos publicado en estas cuatro décadas.

Guaymuras es la casa de los autores hondureños que tienen algo importante que decir y que antes no encontraban dónde publicar y ese es nuestro gran capital.

Últimos títulos publicados
Recientemente Guaymuras publicó una nueva edición de “Valle: su tiempo y el nuestro”, de Matías Funes, una coedición con la Fundación Democracia sin Fronteras. Previamente vio la luz “Mitos, creencias y medicina popular en un pueblo lenca de Honduras”, de Atanasio Herranz, y “Trío de tres”, una íntima novela póstuma de Marcos Carías Zapata.

-Con las crisis, la irrupción del internet y las nuevas formas de lectura, ¿cuál ha sido la clave para la prevalencia de Guaymuras?
Yo llegué a Guaymuras en 1988, cuando ya tenía ocho años de fundada; recuerdo que un buen amigo me advirtió que la Editorial tenía muchos problemas económicos y que seguramente “iba a cerrar”.

Desde los primeros años, cuando terminó el apoyo financiero de Hivos, la agencia holandesa que aportó los fondos para el funcionamiento inicial, Guaymuras ha enfrentado problemas de sostenibilidad.

La respuesta siempre ha sido mucha austeridad, el trabajo constante de un equipo leal y capaz, el apoyo de valiosos autores y, sobre todo, producir libros que la población necesitaba, quizá sin saberlo.

Perfil
Isolda Arita, licenciada en Periodismo por la UNAH y diplomada en ética y política, lleva 32 años al frente de Guaymuras. Previamente fungió como coordinadora general de la Comisión para la Defensa de los DD HH en Centroamérica en San José, Costa Rica.

La clave de nuestra supervivencia ha sido la diversificación. Es decir, cubrir varios eslabones de la cadena del libro. Guaymuras, además de editorial, tiene una imprenta que vende servicios de edición e impresión al público en general y que, a la vez, produce nuestros libros.

El eslabón de la comercialización se realiza a través de la librería, que tiene una oferta variada de otros autores hondureños y extranjeros que han publicado con otras editoriales. La suma de estas tres actividades es la que nos ha permitido disponer de recursos para sostener nuestro programa de publicaciones.

Foto: El Heraldo

La editorial nació el 1 de agosto de 1980 en el seno del Instituto Hondureño de Desarrollo Rural como una idea para difundir el pensamiento crítico y la cultura nacional.

-Está claro que mantener activa una editorial y una librería, sobre todo en Honduras, no es fácil. De cara a esa supervivencia, ¿cuál es el mayor obstáculo?
Además de las ya conocidas limitaciones de nuestra población y del mercado, un factor clave -y que no me cansaré de repetir- es la indiferencia del Estado.

Las políticas de fomento al libro y la lectura no han pasado del papel; el Estado nunca hizo realidad un sistema robusto de bibliotecas públicas ni se ha preocupado por fomentar la industria editorial local y menos la producción literaria.

Ahora, incluso, ni siquiera se cuenta con una Secretaría de Cultura, la dependencia que tendría que ejecutar las políticas públicas a favor del libro y la lectura, elementos inseparables de una política educativa.

Y esta indiferencia también incluye a la gran empresa privada que, aun teniendo los recursos, no le apuesta al desarrollo cultural de la población.

Inicios
El primer libro sellado por la editorial fue “Obra escogida”, de Ramón Rosa, con introducción, selección y notas de Marcos Carías.

-Guaymuras se ha presentado durante cuatro décadas como un foco difusor del patrimonio cultural, ¿cuál es la amplitud de su acervo bibliográfico nacional?
Nuestro catálogo está compuesto de nueve colecciones, que incluyen un espectro muy amplio de la producción científica y literaria del país que, aunque algunos no lo crean, es abundante y de gran calidad.

Hemos publicado a más de 400 autores, sobre todo nacionales, pero también extranjeros que han escrito sobre lo nuestro.

Así, el acervo bibliográfico que hemos construido es diverso y enriquecedor: desde la destrucción de los pueblos originarios durante la Conquista, el español que aquí hablamos, la Huelga de 1954, la historia de los pueblos indígenas y garífunas, pasando por análisis de los procesos electorales y las historias de Trujillo, Olancho o La Ceiba, hasta la historia del Ferrocarril Interoceánico y del Seguro Social, la poesía de Juan Ramón Molina, los cuentos de Jorge Medina o las perras de Teofilito, solo para mencionar algunos de los temas que abordan los libros de nuestro catálogo.

-¿Qué hay de la literatura infantil? Ustedes se han convertido en la respuesta frente a la escasez.
Hay que reconocer que la literatura infantil es un género todavía en ciernes en Honduras. Algunos autores, como Rubén Berríos y Julio César Anariba, se dedicaron exclusivamente a escribir para el público infantil, en tanto que otros, como Luis Andrés Zúñiga, Guillermo Anderson, Eduardo Bähr, María Eugenia Ramos, Jorge Martínez, Manuel de Jesús Pineda y varios más, también escriben para adultos.

De todos ellos, excepto Martínez, hemos publicado sus obras porque estamos convencidos de que la literatura infantil es una necesidad para nuestra niñez. Pero, sobre todo, porque es urgente que la niñez hondureña cuente con una literatura que la acerque a su entorno, a su cultura y a los valores que nos han enriquecido como nación.

-Con el cese de la actividad, las librerías, el eslabón más débil de la cadena del libro, han vivido momentos dramáticos que, incluso, en el mundo han abocado al cierre prematuro de algunas de ellas, ¿cómo están afrontado esta pandemia?
La orden de confinamiento absoluto fue intempestiva. Por tanto, nadie estaba preparado para ello. Fue sobre la marcha que hubo que diseñar la modalidad de venta en línea y entregas a domicilio y, a la vez, tener mayor presencia en las redes sociales.

Por supuesto, esto no solventa la crisis, pues el volumen de ventas es muy reducido, pero al menos sirve para decirle al público que no hemos cerrado y que siempre estamos dispuestos a atenderle.

¿En qué difiere esta crisis del resto que han tenido que afrontar?
En muchas cosas. En primer lugar, creo que la crisis a causa del covid-19 ha sido la más prolongada y con impactos más severos en todos los aspectos.

Hasta el momento, son más de cinco meses de encierro e inactividad, acompañados de incertidumbre, temor y dolor para muchos compatriotas que han perdido seres queridos por la pandemia.

La economía del ciudadano común está destruida a causa de la pérdida de empleos, y la reactivación económica, hasta el momento, solo es un espejismo, excepto para el sector financiero y la gran empresa privada. Para colmo, las clases presenciales en los centros educativos están suspendidas por lo que resta del año, y eso afecta de manera especial a las librerías, puesto que la venta de textos ha sido una de las principales fuentes de ingresos.

Foto: El Heraldo

Aún con sus establecimientos reactivados ante el estado de alarma, Guaymuras ofrece el sistema de envíos a domicilio vía online. Visite su página y redes oficiales.

-Tras la crisis sanitaria... ¿qué se viene?
En medio de todas las dificultades, tenemos claro que algo no cambiará y eso es nuestra línea editorial.Nos sostendremos en la producción y difusión de libros con contenidos de calidad, que contribuyan a conocer y entender el país y su gente en sus diferentes manifestaciones. Sabemos que vienen tiempos aún más difíciles y la estrategia será la de la sobrevivencia, es decir, salir con vida como editorial y librería, buscando alianzas con otros sectores y colegas, y aprovechando las ventajas que ofrece el mundo digital.

-A su criterio, ¿cómo la pandemia ha transformado el mercado tradicional?
El mayor impacto de la pandemia en nuestro rubro ha sido la paralización del mercado. Y es comprensible. La gente tiene otras necesidades inmediatas que resolver y, lamentablemente, el libro no es una prioridad.

Creo que es muy prematuro decir que el hábito de la lectura ha renacido, sobre todo porque no ha existido. Además, las redes sociales son una competencia muy difícil de igualar y menos de superar.

Hasta el momento, lo que hemos observado es que las pocas ventas que se han hecho a domicilio han sido a los lectores de siempre, a quienes les agradecemos su fidelidad.

Autores
Roberto Sosa, Juan Ramón Saravia y Ventura Ramos son parte del acervo de autores de Guaymuras.

-Si hay lectores, habrá librerías, editoriales, autores, distribuidores, correctores, traductores… ¿cómo planean conquistar al nuevo lector digital o incluso a las nuevas generaciones?
Así es. Si hay lectores, no importa la modalidad, la cadena del libro seguirá viva. El libro digital es un desafío para todos los editores, pero implica una inversión que en este momento no podemos asumir. Por otro lado, experiencias en otros países han demostrado que el libro digital no conquista nuevos lectores.

Simplemente los lectores del libro en papel adoptan la nueva modalidad, si tienen la posibilidad de hacerlo. Además, no creo que ahora sea lo fundamental, sobre todo en un país como el nuestro, donde ni el 20% de la población tiene acceso a internet y a dispositivos digitales. Más allá del soporte que tenga el libro, lo fundamental es seguir promoviendo la lectura como un ejercicio básico para el desarrollo humano, y para ello son necesarias las alianzas con entes públicos y privados, pues es una corresponsabilidad del Estado y la sociedad