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El último adiós al poeta dueño de los más entrañables versos de su época: Pompeyo del Valle

Familiares, amigos y colegas literarios acompañaron al poeta durante su sepelio el viernes 24 de agosto en el cementerio Jardines de Paz Suyapa. Con infinitas muestras de afecto y admiración despidieron su memoria

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28.08.2018

Tegucigalpa, Honduras
Al son de trompetas, clarinetes, saxofones y demás instrumentos de viento, la Banda de los Supremos Poderes abrió paso a la despedida de un poeta que con su obra trasciende a la muerte.

Pompeyo del Valle falleció y con ello lágrimas, pesares y desconsuelos comenzaron a surgir entre aquellos que con el corazón aturdido asistieron a su sepelio tras haber sido testigos de su personalidad y de su obra.

La pérdida de una de las figuras literarias más reconocidas de Honduras y Centroamérica se sintió en carne propia a través de quienes compartieron junto a él sus últimos instantes en los campos terrenales, antes de dar inicio a su paso hacia el infinito.

Rostros que reflejaron una tristeza profunda y voces que se alzaron en recuerdo de su memoria lo acompañaron la mañana del viernes 24 de agosto en el cementerio Jardines de Paz Suyapa para darle el último adiós a quien en vida fuera el último miembro vivo de la Generación del 50.

“Con su partida se marchan mi padre y mi mejor amigo. Hemos perdido al mejor padre del mundo, pero recordémoslo con alegría y tomémonos una copa de vino en su honor. Nunca voy a terminar de agradecer a las amistades que hoy se encuentran reunidas con él y con nosotros”, exclamó Scarlett del Valle, la hija menor del poeta hondureño.

Así como ella, sus hermanas Carla, Carol y Selma del Valle rodearon de abrazos y besos el ataúd de un padre que de ahora en adelante seguirá acompañando a sus hijas a través de los recuerdos que quedaron plasmados en sus memorias, desde que las cargó por primera vez hasta que les dedicó su última mirada.

A su vez, demás familiares, amigos y colegas literarios se hicieron presentes en aquel lugar donde las flores decoraron las más sentidas dedicatorias. Entre ellos, su colega Livio Ramírez, quien dedicó al autor de “La ruta fulgurante” las siguientes palabras:

“Pompeyo fue consecuente de pies a cabeza y no se despide a un hombre como él, pues queda vivo a través de su poesía. Su paso en Honduras fue absolutamente luminoso, una figura esencial de la literatura centroamericana y posiblemente el mejor de su tiempo. Adiós Pompeyo, la vida continúa”, expuso Ramírez, solo momentos antes de dar lectura a la obra “Taberna”, como homenaje a su fallecido autor.

El tiempo pareció marchar más lento que de costumbre cuando los músicos tomaron de nuevo sus instrumentos y ejecutaron la marcha fúnebre “La despedida”, para finalmente introducir el cuerpo en el nicho que ahora guardará los restos de un hombre invaluable.

Quizá no existan las palabras “correctas” que describan lo vivido en un momento como el de aquella mañana, pero sí algo es seguro, es el hecho de que figuras como Pompeyo del Valle no se olvidan ni aunque dejen de respirar.