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'Desde la crítica, es posible proponer caminos”

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16.04.2021

Tegucigalpa, Honduras
Ochenta ediciones de El Gran Vidrio podrían resumirse de varias formas, pero utilizaré dos palabras: disciplina e investigación.

A inicios de 2018, nos reunimos con Carlos Lanza para conversar sobre una idea que quería desarrollar relacionada con el arte plástico nacional. En la extensa plática surgió la posibilidad de una columna de crítica de arte. Ya conocía los aportes de Lanza en este terreno, y que a lo largo de décadas había forjado una voz propia en este campo tan poco valorado y desarrollado en Honduras.

Mi propuesta al final no vio la luz -quizá algún día suceda-, pero sí cobró forma El Gran Vidrio, que poco a poco se convirtió en un espacio importante dentro del contenido de esta sección Vida, que posteriormente pasó a la revista dominical Siempre, que una vez extinta, nos llevó a traer a Carlos Lanza de nuevo a Vida, donde hoy cierra este ciclo que inició el 3 de febrero de 2018.

Finalizamos así este espacio, con el infinito agradecimiento por el compromiso sostenido de tres años, con el único interés de generar un criterio más allá de lo estético sobre el arte hondureño y universal.

Ochenta ediciones de El Gran Vidrio con un trabajo quincenal sostenido y disciplinado, ¿qué significan para su ejercicio como crítico de arte? Esta experiencia fue un reencuentro con la crítica de arte ejercida desde EL HERALDO, ya que en 1998 realicé este mismo trabajo en compañía de Geovanny Gómez y Delia Fajardo en la sección “Viceversas”. En aquella oportunidad publicamos 34 ediciones, esta vez, me tocó asumir la responsabilidad de la columna pero debo agradecer a Allan Núñez, Daniela Lozano, Raúl Arechavala y Ariel Martínez porque en determinado momento colaboraron con este esfuerzo. Este ejercicio significó disciplina y sistematicidad, creo que dejo un legado para que historiadores del arte, estudiantes y docentes de arte y académicos interesados en el tema de la cultura artística encuentren en estos ensayos una plataforma bastante actualizada de nuestra producción artística, y desde allí puedan profundizar en el estudio de nuevos paradigmas y métodos de análisis para comprender la dinámica del arte hondureño actual.

Usted tiene toda una vida estudiando y observando el arte, ¿qué descubrió desde su lugar como crítico en este trabajo realizado? A nivel estructural reafirmé que el arte hondureño está históricamente articulado por discursos estéticos que se mueven entre la tradición y la contemporaneidad, esto ya lo había descubierto antes, pero el mismo ejercicio crítico desarrollado aquí es un testimonio teórico y analítico de esta característica particular del arte hondureño. Digo particular porque en otros países de la región, el acento del arte contemporáneo es el que impone el ritmo de la producción artística, en cambio, entre nosotros, la tradición plástica con los nuevos lenguajes artísticos tienen muchas deudas comunes. En cuanto al estudio concreto de los artistas observé que tenemos mucho talento, pero las diferencias entre la llamada “vieja guardia” y las nuevas generaciones son muy marcadas, esta diferencia la marca el hecho de que la academia ha perdido rigurosidad y, por otro lado, los centros culturales no terminan de generar los espacios adecuados para que los jóvenes artistas se formen de acuerdo con las exigencias del arte contemporáneo.

¿Qué proyectos de artistas conoció a lo largo de estas ediciones y qué valoraciones podría compartirnos, en resumen? Es interesante que usted haya introducido la noción de proyecto, en verdad el artista hondureño, generalmente, no trabaja sobre la base de proyectos, hay mucha anarquía en su producción. Un proyecto ayuda a cohesionar y consolidar una noción de lo artístico, es un proceso para indagar la realidad, pero muchos artistas tienen obras aisladas, no fundamentadas en la idea de proyecto, en ese sentido, me quedo con “La culpa es de la flor”, de Dina Lagos; “Correo certificado”, de Pilar Leciñena; “Proposiciones abstractas”, de Luis Landa; “Personajes de acción”, de Darvin Rodríguez,; “Simbiosis”, de Santos Arzú y Armando Lara; “C/A/R/tografías urbanas”, de Medardo Cardona; “Expolio”, de Jorge Restrepo; también rescato la obra que sobre el tema de la migración han desarrollado Dany Barrientos (desde la fotografía), Léster Rodríguez y Pavel Aguilar desde el arte contemporáneo. Todos estos proyectos y artistas están unidos por un denominador común: la investigación y el estudio de la realidad social y visual del país, todos se mueven bajo el paradigma de proyecto, de allí el alcance y profundidad de sus propuestas.

¿Qué consideraciones del arte hondureño que tenía se reforzaron, y cuáles tuvo que reconsiderar? Reforcé la idea de que el arte hondureño es un producto de la relación casi orgánica entre la tradición y la contemporaneidad; también confirmé que nuestro arte pictórico es muy dependiente de la figuración, mejor dicho, de un código figurativo muy gastado, utilizado como ilustración de una idea y no como un verdadero ejercicio creativo, otra tendencia que reafirmé es que nuestro artista confunde realidad objetiva con realidad artística, de allí tanto panfleto en nuestro medio; descubrí que hay una apuesta sería por el dibujo y la fotografía. Finalmente, tuve que reconsiderar que muchas propuestas que antes observé como “bellas” en realidad solo eran eso: un simple embellecimiento de la realidad, es decir, un simple ejercicio de estetización, de neutralización del poder crítico del arte.

¿Cuál es el papel del crítico de arte? El crítico tiene una responsabilidad: estudiar los procesos artísticos dotándolos de un cuerpo analítico que sirva para vislumbrar y propiciar acercamientos cognoscitivos a las propuestas de los artistas; también desde la crítica es posible proponer caminos y ofrecer estrategias de investigación que potencien los discursos artísticos; la crítica, además, permite abstraer de las obras aquellas sensibilidades que revelarán los síntomas de los nuevos procesos culturales en la sociedad. No es fácil, pero así pienso que debe ser la crítica, lastimosamente aquí no se valora este esfuerzo, prueba de ello es que mi sección fue más leída por otros profesionales o personas ajenas al mundo del arte que por artistas.

¿Que ha faltado para que en Honduras la crítica de arte sea vista como una disciplina que contribuya al desarrollo artístico? Creo que este problema va más allá de la voluntad del artista, es una situación que fundamentalmente está relacionada con la ausencia de una academia de nivel superior que enseñe a pensar el arte, a teorizar y filosofar el arte, después puede haber otras razones, pero esta es la fundamental; en nuestro medio se ha promovido un desprecio por la teoría a favor de lo artesanal, esto ha sido letal, los resultados son dolorosamente palpables, sino observemos el deplorable gusto muralístico en algunos pueblos del país.

¿Cómo ve usted la propuesta del artista hondureño puesta en un contexto internacional? Quiero señalar que desde el Estado no existe una política orientada a insertar el arte hondureño en el contexto internacional, todo ha quedado en manos de la iniciativa de los propios artistas, a veces hay ayudas, pero solo es eso, una ayuda, no un programa. Así es difícil medir nuestra capacidad de inserción. Hay artistas que tiene la capacidad para moverse en grandes circuitos del arte internacional, pero estos problemas de base que he señalado a lo largo de esta entrevista nos tienen muy lejos de ser un referente incluso en la propia región centroamericana.

¿Qué ha mostrado este período de confinamiento por la pandemia del covid-19 sobre la visión del artista hondureño? Ha mostrado escasa creatividad, lo que he visto son artistas “mascarilleros”, es raro el que pudo escapar de este cliché. El proyecto “Tábano” intentó mostrarse como una alternativa, pero le faltó investigar más sobre el formato de presentación de las obras y pienso que le hizo falta un mayor ejercicio curatorial, hay obras lamentables, aunque debo decir que hay buenas propuestas pero junto a lo malo pierden rigor. A estas alturas ya no basta decir que se valora el esfuerzo. Históricamente el artista hondureño ha tenido serios problemas para articular un lenguaje novedoso que exprese los momentos de crisis.

¿Qué visualiza usted para el arte hondureño tras esta crisis? No visualizo nada trascendente, no ha existido una auténtica producción en el marco de esta pandemia, por lo menos no veo investigación, es cierto que se han realizado cosas aisladas, pero fueron hechas en tiempos de pandemia no desde la pandemia, que es diferente. Discursar desde la pandemia implica construir desde la matriz cultural, social y política que nos ha dejado el fenómeno y no veo que se haya generado arte desde esta experiencia, por esa razón no existe en perspectiva nada que nos vaya a sorprender en lo inmediato. Créame que quisiera pensar lo contrario, pero esta vez, prefiero moverme bajo el sano empirismo de lo que veo, desgraciadamente veo con los ojos en la garganta.