Vacunación infantil en Honduras se desploma del 90% al 35% en 2025

Aunque los reportes corresponden a los primeros cinco meses de 2025, la cobertura de vacunación infantil en Honduras se desploma desde 2017, poniendo en riesgo a más de 110,000 niños sin protección contra enfermedades prevenibles

  • 05 de octubre de 2025 a las 23:30

Tegucigalpa, Honduras.— En 2017, Honduras era considerada un modelo regional en vacunación infantil. Las coberturas superaban el 90% en esquemas esenciales como la poliomielitis, el neumococo y la pentavalente.

Pese a sus limitaciones estructurales, el país mantenía un sistema de inmunización robusto, funcional y sostenido por una red comunitaria activa.

Pero esa imagen se ha desplomado con una velocidad alarmante. Solo en los primeros cinco meses de 2025, Honduras registra una de las peores cifras de vacunación infantil en al menos ocho años. Así lo confirman datos oficiales de la Secretaría de Salud, entregados a EL HERALDO Plus en la solicitud de información SOL-SDS-5206-2025.

Las estadísticas reflejan un retroceso crítico. La cobertura de la primera dosis de la vacuna antipoliomielítica inyectable (VPI) registraba 31% hasta mediados del año, mientras que la tercera dosis de la vacuna pentavalente apenas alcanzó el 34%.

Las cifras no mejoran con las vacunas contra el rotavirus o el neumococo. En promedio, ninguna de las seis vacunas fundamentales supera el 34% de cobertura nacional en los primeros cinco meses.

Las principales regiones del país no llegan ni al 80% de la cobertura de vacunación

Si esta tendencia no se revierte antes de que termine el año, miles de niños hondureños quedarán sin protección básica frente a enfermedades prevenibles.

La meta oficial es vacunar a más de 170,000 niños menores de 12 meses en todo el país. Con las tasas actuales, apenas se alcanzaría a un tercio de esa población.

Este desplome no es accidental. Según especialistas consultados, se trata de un deterioro sistemático iniciado tras la pandemia del Covid-19, pero agravado en años recientes por lo que describen como una falta de voluntad política y una gestión desarticulada de los servicios públicos de salud.

Los datos confirman esa tendencia a la baja, ya que en 2020, las coberturas alcanzaban el 87%; en 2021 bajaron al 84%; y tras leves fluctuaciones rondeando en niveles similares, hasta junio de 2025 se ubican por debajo del 35 %.

Todo esto ocurre en un país donde las vacunas sí están disponibles, pero no se aplican, o no llegan a las comunidades más vulnerables. El resultado es una emergencia silenciosa, con consecuencias potencialmente devastadoras.

El desplome de las vacunas

En 2017, Honduras cerró el año con una población meta de 194,477 niños menores de un año. De ellos, más de 175,000 recibieron al menos una dosis de vacuna, lo que representaba una cobertura cercana al 90%.

Aunque algunos registros oficiales de ese año aparecen incompletos o marcados con ceros —posiblemente por fallos de digitalización o sistematización—, los datos disponibles confirman que el país logró inmunizar a la gran mayoría de su niñez contra enfermedades prevenibles.

En el caso de la vacuna contra la poliomielitis (VPI), se reportaron 175,657 aplicaciones; para la triple viral (SRP), que protege contra sarampión, rubéola y paperas, se aplicaron más de 181,000 dosis.

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El Programa Ampliado de Inmunizaciones (PAI), coordinado por la Secretaría de Salud (Sesal), funcionaba con cobertura nacional y eficiencia comprobada. El sistema estaba en pie.

En 2018, no solo se sostuvo ese rendimiento, sino que incluso mejoró. Con una población objetivo de 195,809 niños, las coberturas se mantuvieron por encima del 90% en casi todas las vacunas esenciales.

Se aplicaron 182,064 primeras dosis de VPI, 180,102 segundas dosis contra el rotavirus y 177,939 primeras dosis de la pentavalente —una vacuna combinada que protege contra difteria, tétanos, tos ferina, hepatitis B y Haemophilus influenzae tipo b—.

Las tasas de cobertura oscilaron entre el 91 y el 93%, acercándose al umbral de seguridad epidemiológica recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

En ese momento, Honduras aún era reconocida por su capacidad de llegar, vacunar y proteger.

Pero en 2019, algo comenzó a cambiar. La población meta aumentó ligeramente a 196,842 niños, pero los registros oficiales muestran una repentina ausencia de datos sobre la aplicación de la primera dosis de la vacuna antipoliomielítica inyectable (VPI).

Las demás vacunas también experimentaron un descenso leve pero evidente. La tercera dosis de la pentavalente, por ejemplo, fue administrada a 172,917 niños, lo que equivale a una cobertura del 87%.

Aún era un nivel aceptable, pero ya no cumplía con los estándares internacionales. El descenso, aunque manejable en ese momento, no generó la respuesta institucional que ameritaba.

La llegada de la pandemia por coronavirus o covid-19 en 2020 alteró por completo el sistema. Aunque la población objetivo apenas varió, el número de niños vacunados se redujo de forma notable.

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La tercera dosis de la vacuna oral contra la polio (bOPV) cayó a 158,666 aplicaciones, es decir, una cobertura del 79%. Las vacunas contra el rotavirus y el neumococo también retrocedieron, con coberturas apenas por encima del 80%.

Con el sistema sanitario volcado a la emergencia del coronavirus, los programas de inmunización infantil quedaron relegados.

En 2021, lejos de recuperarse, las cifras continuaron en descenso. La tercera dosis de bOPV cayó a 153,206 niños —una cobertura del 77%—. La pentavalente también disminuyó en todas sus aplicaciones, ya que solo 153,508 niños completaron las tres dosis, 20,000 menos que en 2018.

La vacuna contra el neumococo quedó por debajo del 78%. Honduras ya estaba en retroceso, pero el punto más crítico aún no había llegado.

El año 2022 representaba una oportunidad para recuperar terreno tras la pandemia. Sin embargo, los datos muestran que no hubo una reactivación efectiva del PAI.

Las terceras dosis de las principales vacunas se aplicaron a menos de 156,000 niños, manteniendo coberturas en torno al 77–78%.

A diferencia de crisis anteriores, no se registraron campañas de vacunación masiva para recuperar los niveles perdidos. El sistema comenzaba a asfixiarse.

En 2023, con una población meta de 201,220 niños, la cobertura de la primera dosis de VPI cayó al 73.8 %. Solo 148,632 menores la recibieron. La tercera dosis de la pentavalente fue administrada a 146,381 niños, equivalente a una cobertura de apenas 72.7%.

Para ese momento, las coberturas ya se habían desplomado más de 20 puntos porcentuales respecto a los niveles de 2018.

En 2024, la caída se mantuvo. La población meta descendió a 174,549 niños, pero ni siquiera esa reducción permitió aumentar la cobertura. Apenas 129,549 niños recibieron la primera dosis de VPI, una cobertura del 74%.

La pentavalente alcanzó un 74%, así como el rotavirus y el neumococo. Unos 45,000 niños quedaron fuera del sistema de inmunización básica en un solo año. La magnitud del abandono fue devastadora.

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En los primeros cinco meses de 2025, el patrón se mantenía. Con una población meta de 171,172 niños, solo 51,329 han recibido la primera dosis de VPI y 54,891 han completado la tercera dosis de pentavalente.

La cobertura ronda el 30–32% para todas las vacunas, una fracción mínima de lo que el país lograba apenas cinco años antes.

En teoría, el objetivo del PAI sigue siendo vacunar al 95% de los menores de un año. En la práctica, Honduras apenas alcanza a uno de cada tres.

Además del desplome en coberturas, los registros presentan inconsistencias preocupantes. En 2025, por ejemplo, se reporta un mayor número de niños vacunados con la tercera dosis de pentavalente que con la primera.

Esta anomalía estadística apunta a posibles errores en los reportes o a fallas estructurales en el sistema de registro.

También llama la atención la acelerada disminución de la población meta entre 2023 y 2025, el número de niños previstos para vacunación cayó de 201,220 a 171,172, una variación que no se corresponde con las proyecciones demográficas del país.

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Lo que comenzó como un leve retroceso tras la pandemia se convirtió en un desplome sin precedentes. En apenas siete años, Honduras pasó de inmunizar a más del 90 % de su población infantil a dejar sin protección básica a más de 110,000 niños cada año, según datos oficiales de la Secretaría de Salud (Sesal) analizados año a año por EL HERALDO Plus.

Voces que retratan el colapso

La caída de la vacunación infantil en Honduras no es simplemente una consecuencia de la pandemia. Tampoco se explica únicamente por la falta de recursos.

Es, sobre todo, el reflejo de un sistema que perdió el control sobre a quién debe proteger, dónde debe buscarlo y cómo debe llegar a él.

“Yo también quisiera saber por qué van en descenso”, admitió Xiomara Erazo, directora del Programa Ampliado de Inmunizaciones (PAI).

Desde su oficina, lo que se percibe no es escasez de vacunas, sino una desconexión alarmante entre la planificación del programa y la realidad del país. “Esa es una discusión constante —agrega— porque nuestro deber es proteger al 100% de la población objetivo”.

Pero esa población, en muchos lugares, ya no está donde el sistema cree que está.

Según la propia Erazo, el problema comienza con las cifras oficiales.

“Tenemos una limitante con la población asignada por el Instituto Nacional de Estadística —INE—. Las proyecciones se van debilitando conforme pasa el tiempo”, explicó.

El último censo nacional se realizó hace más de una década (2013), y los programas de salud —incluido el PAI— siguen utilizando esos datos desactualizados para definir sus metas de cobertura.

El resultado es una paradoja. En varias zonas del país, los equipos de vacunación reportan no encontrar niños a quienes aplicar las dosis.

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“Muchas de las regiones aducen —y si no es el 99.9 %, es el 100 %— que no es la población correcta”, afirmó Erazo. Es decir, las brigadas llegan, pero no encuentran a quién inmunizar.

A esto se suma el impacto de la migración. “Muchos de los niños a quienes se les da seguimiento ya no están, se han ido por muchas razones”, agregó.

Aun así, el Estado sigue planificando coberturas con base en una población teórica que, en muchos casos, ya no existe en el lugar donde debería estar.

En 2024 y 2025, el PAI intentó corregir el desfase mediante ajustes poblacionales basados en trabajos de campo. Pero la actualización fue insuficiente.

“Estamos en una nueva mesa de trabajo para ver qué se puede hacer en ese contexto de la población INE que tenemos asignada hasta la realización del próximo censo”, señaló Erazo.

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Mientras tanto, la búsqueda casa por casa, vacunadores tocando puertas, brigadas que recorren kilómetros, continua. Pero sin datos reales, el esfuerzo termina siendo disperso e ineficiente.

Desde la sociedad civil, la lectura es aún más crítica. Blanca Munguía, directora de Salud de la Asociación para una Sociedad más Justa (ASJ), lo resume con contundencia: “El país tenía una estrategia que funcionaba, pero se desmanteló”.

“La Secretaría de Salud sigue siendo más mediática que territorial. Y la población sigue siendo resistente”, lamentó.

Durante los años en que Honduras alcanzaba coberturas superiores al 90%, la fórmula era brigadas completas, contacto directo con las comunidades, movilización real.

“Eso ya no lo vemos. La estrategia sigue siendo la misma en papel, pero la población ya no responde igual. Se necesita presencia comunitaria, articulación con centros educativos y desplazamiento efectivo”, indica Mungia.

La galena también advirtió sobre una ausencia de planificación nacional en salud pública. “No tenemos un plan de país. Y eso permite que otras agendas absorban la verdadera razón de ser del sistema sanitario”, señala.

En contextos electorales, las prioridades políticas se imponen. “Claro que hay una agenda política. Pero la salud no puede ser un juego. Estamos hablando de salvar vidas o dejar morir personas”.

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Ambas entrevistadas coinciden en que las vacunas están disponibles. Sin embargo, el sistema encargado de aplicarlas está hoy desarticulado, debilitado y sin capacidad de respuesta inmediata.

“Tenemos una vacunación que se adquiere y que está disponible —reconoce Munguía—, pero falta articulación, logística, recursos y decisión política”.

Y mientras el sistema busca cómo corregir su rumbo, las consecuencias se asoman: aumento de enfermedades prevenibles, rezago en la protección de la infancia y riesgo de que miles de vacunas se venzan en bodegas sin alcanzar a quienes las necesitan.

“El mayor esfuerzo tiene que ser a nivel local”, concluyó Munguía. “Pero eso solo es posible si hay una planificación clara, un seguimiento real y una gestión basada en resultados. Lo que tenemos ahora es exactamente lo contrario”.

Consecuencias de la baja vacunación

Aunque Honduras no registra brotes confirmados en 2025, su crisis de vacunación infantil forma parte de un fenómeno regional preocupante. En América Latina y el Caribe, las alertas se multiplican por el retroceso en la inmunización de los niños.

En 2024, más de 1.4 millones de menores en la región no recibieron ni una sola dosis de la vacuna DTP, que protege contra la difteria, el tétanos y la tosferina, según un informe de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) basado en datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y Unicef.

Mientras países como Costa Rica y Panamá mantienen coberturas superiores al 85%, gracias a estrategias focalizadas, vigilancia constante y campañas efectivas de comunicación, Honduras sufrió un desplome que pasó del 90% de cobertura en la década pasada a menos del 35% en la actual. Así, se posiciona entre las naciones con el mayor retroceso relativo en vacunación infantil.

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El problema más grave no es solo la ausencia de brotes visibles, sino la pérdida progresiva de la inmunidad colectiva.

Las vacunas no solo protegen a quienes las reciben, sino que también crean un “escudo” comunitario que limita la transmisión de enfermedades como la difteria, la tosferina, el sarampión o la poliomielitis.

Sin este escudo, quedan vulnerables quienes no pueden vacunarse, como bebés prematuros, personas con sistemas inmunitarios comprometidos o niños con enfermedades crónicas.

Entre 2018 y 2019, Venezuela y Brasil enfrentaron brotes de sarampión relacionados con la caída en la cobertura de vacunación. Si Honduras no logra mantener la inmunidad colectiva, esos escenarios podrían replicarse con consecuencias devastadoras.

A nivel global, también se encendieron señales de alarma. En 2024, el 89% de los lactantes recibió al menos la primera dosis de la vacuna DTP y el 85% completó el esquema completo de tres dosis.

Sin embargo, 14.3 millones de niños en el mundo no recibieron ni una sola dosis, los llamados “zero-dose”, un dato que revela la fragilidad del progreso cuando las coberturas comienzan a descender.

En América, la cobertura de la primera dosis de DTP disminuyó del 90% en 2023 al 89% en 2024, mientras que la tercera dosis se mantuvo en 86%.

Sin embargo, nueve países reportaron niveles inferiores al 80 %, una señal temprana de vulnerabilidad que no puede ser ignorada.

Con coberturas tan bajas, en Honduras, basta un caso importado de sarampión o poliomielitis para que se desate una cadena de contagios.

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