Tegucigalpa, Honduras.- El sol apenas despertaba sobre la ciudad y ya se sentía esa mezcla de emoción, nervios y ternura que solo un evento como la Vuelta Infantil EL HERALDO puede generar.
El clima acompañó desde temprano, limpio, fresco y perfecto para que los pequeños ciclistas vivieran una jornada inolvidable. Entre cascos diminutos desde estilo clásico a unos diseños personalizados, bicicletas decoradas y sonrisas llenas de ilusión, los padres se inclinaban con cuidado para ajustar cascos, revisar llantas, limpiar rodilleras y confirmar que nada faltara antes de salir a la pista.
Era imposible mantener a los niños quietos. La pista los llamaba. También los saltarines, los trampolines, los juegos y los snacks preparados, que entre algodones de azúcar y palomitas de maíz potenciaban aún más la emoción.
Algunos pequeños corrían, otros observaban en silencio con su número de competencias ya colocado en el pecho o en el manubrio, mientras sus padres intentaban, con paciencia, ordenar la emoción que vibraba en el ambiente.
Minutos antes del pitido inicial, muchos infantes comenzaron a recorrer el circuito. Algunos pedaleaban con valentía, otros simplemente empujaban sus bicicletas con ambos pies, tanteando el terreno y disfrutando sin apuro.
Uno de los momentos más conmovedores lo protagonizó el pequeño André Canales Perdomo (#231), quien, con sus piecitos apoyados en el suelo y el cuerpo haciendo fuerza, intentaba avanzar sobre su bicicleta (motocicleta más bien) mientras el público lo observaba con ternura. Todavía no iniciaba la carrera y ya se comenzaba a escribir una historia.
Las primeras en competir fueron las niñas de 0 a 2 años. Acompañadas por sus padres, quienes las ayudaban a pedalear o sostener el equilibrio, inaugurarían la undécima edición de esta fiesta deportiva. No había velocidad ni estrategia, solo esfuerzo, risas y el orgullo de cada familia al ver a sus hijas cruzar la línea de salida, aunque algunas miraran más los globos y los juegos que la meta.
El ambiente no era solo deportivo: era familiar, emotivo y genuino. Abuelos grabando videos, madres aplaudiendo desde las vallas, hermanos mayores alentando desde las gradas.
Cada niño que se subía a su bicicleta no solo competía, también celebraba su valentía y el simple hecho de estar ahí.
La Vuelta Infantil 2025 comenzó con el latido de cientos de corazones pequeños que descubren el deporte entre risas, pedalazos y el abrazo de su familia. Y eso, antes de que suene la primera bocina oficial, ya es ganar.