Esa pierna cósmica y ese cambio de oro, idealista, romántico: A Carlos Will Mejía habrá que empezar a construirle la estatua en la cancha de fútbol de Tulián Campo, Omoa, la tierra que vio nacer al Garrinchita, el hombre que se forró de gloria y pudo gritar los goles más valiosos en la era Danilo Tosello...
Luego de seis amargas navidades, el Mundo Olimpia pudo gritar campeón a una semana del 24 de diciembre; y si hay un hombre que entiende bien lo que significa celebrar con esta camiseta, ese es Tosello, el argentino que se metió a la jungla de la Liga Nacional sin colmillos y salió titulado gracias a una remontada de juego y estilo.
Muy superior al rival
Porque para ser campeón nacional, habrá que repasar esas últimas cuatro presentaciones del Albo. Y habrá que meterse al suéter de Donis, que no recibió gol en 360 minutos.
Y habrá que entender que Luis Garrido no juega, muerde, y se transforma en el mejor guardaespalda de Boniek y Tilguath. Y también habrá que comprender que Douglas Caetano se jugó la serie de su vida, por más que Omar Leiva le anuló un gol que parecía encontrarlo en buena posición (al 73).
Y, por último, habrá que saber que las finales no se juegan, se ganan.
Esa bandita derecha...
Pero si, además, en la banca está el recambio de lujo, el as debajo de la manga que siempre le salvó la baraja a su técnico.
Si el número 7 se llama Carlos Will y entra en lugar del Chino Tilguath, entonces habrá que empezar a batir el champán y destapar el corcho al minuto 81, cuando la Máquina jugaba con uno menos (buena tarjeta roja de Héctor Rodríguez al juvenil Ever Alvarado, por falta contra Roger Rojas), y la artillería olimpista descargó su metralleta contra el pobre de Marcelo Macías: el primer remate de Roger Rojas fue devuelto por el uno local, pero Caetano no se durmió, habilitó a Rojas, quien de nuevo probó la habilidad de Macías.
Dicen que la tercera es la vencida y, atento, como perro de caza, Carlos Will Mejía paró de pecho y definió con la perfecta sutileza que terminó de arrodillar a los guerreros españolistas, que por entonces ya habían declarado el grito de “a matar o morir”.
El partido soñado empezaba a convertirse en la alegría nacional. Y a los 83, con el España decidido a cerrar con honor, Roger Rojas recogió un rebote del área y emprendió el contragolpe que aniquilaría al Real España.
Vestido con el traje de “pasador”, Rojas mandó un cambio de orientación al estilo Danilo Tosello y encontró (¿a quién más?) la figura desproporcionada de Carlos Will, una pierna más grande que la otra, con el potrero en la sangre, y una definición de cajón que explotó el corazón del Olimpismo.
Con el alma entregada en cada pelota. Con la categoría de su uniforme. Con la clase de su entrenador.El León hizo una catarsis en el momento indicado y llegó pleno, “de toque”, llamado para ser campeón. Porque Danilo Tosello sabe lo que es sudar esta camiseta y porque Carlos Will llegó, entró y mató. Honduras entero es carnaval...