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Luis Guzmán, exjugador del Motagua: Todos los días miraba entrar y salir cajones

Luis el “Güicho” Guzmán narra los duros momentos que vivió en la sala covid-19 del Tórax, en donde luego pudo evangelizar a cuatro personas, y recuerda cuando “casi me le muero a mi mamá en sus brazos”

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28.08.2020

DANLÍ, HONDURAS.- Así como un día le ganó un título a Olimpia con la camisa de Motagua, así también le ganó la guerra al temible coronavirus; Luis Guzmán es un guerrero y un triunfador nato. No por nada sigue jugando en el fútbol profesional con 40 años de edad.

“Pasé momentos muy duros, pero ya estoy recuperado en un 80 o 90 por ciento... ya estoy empezando a correr y a hacer deporte”, relata el futbolista, mientras las secuelas del covid-19 se evidencian en una sutil tos. “Aún estoy esperando los resultados de las pruebas, pero mi salud ha mejorado ostensiblemente”, tranquiliza.

El Güicho, como se le conoce cariñosamente, atravesó una odisea: a inicios de julio empezó a sentirse mal y por más que los test rápidos realizados en su natal Danlí dieron negativos, cada día su salud se quebrantaba más.

“Tuve altas calenturas, tos, dolor de cabeza y perdí tanto el olfato como el gusto. Lastimosamente los médicos en Danlí no me trataron por covid-19 porque las pruebas no salieron positivas, pero toda la sintomatología sí determinaba que tenía coronavirus”, relata.

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La muerte parecía rondar su vida y un día la vio muy de cerca. “Mi salud estaba súper mal. Pasé cinco o seis días en mi casa con oxígeno y con los cuidados de un médico personal. Realmente viví momentos difíciles y una vez casi me le muero a mi mamá en sus brazos, no podía respirar y mi salud estaba empeorando muchísimo”, confiesa el exdefensa de Motagua, el club del que es hincha desde pequeño en la zona oriental.

Miraba pasar los ataúdes

A pesar de vivir en “un estado muy crítico”, él estaba consciente y recuerda muy bien aquel momento: “Me caí a la cama, mi madre me quiso agarrar y mis sobrinos estaban echándome aire... fue complicado ver a los seres queridos afligidos, me imagino el sentimiento de mi madre al verme en ese estado”.

Su gravedad era tal que el 18 de julio debió ser trasladado de emergencia en una ambulancia al Hospital del Tórax de la capital. “Iba con oxígeno”, rememora antes de confortarse: “Dios me llevó allí con un propósito porque logré evangelizar a las cuatro personas que estaban en la sala covid conmigo”.

Al llegar al Tórax sus mejores aliados eran un tanque de oxígeno y el Todopoderoso. “En mi habitación ninguno murió, pero sí te puedo decir que en las salas de al lado fallecieron personas durante mi estadía. Te digo yo que las estadísticas que el Estado da son una total mentira, porque en el Hospital del Tórax todos los días miraba entrar y salir cajones”, se sincera.

A pesar de que las muertes formaban parte de la rutina diaria de su entorno, Luis seguía aferrado a la mano de Dios. “Estaba muy fuerte espiritualmente y lo sigo estando. En mi familia a todos nos dio coronavirus, pero quien estuvo más grave fui yo. Creo que Dios tocó al que mejor preparado estaba espiritualmente, su propósito tenía”, confiesa el hombre que jugó con Real de Minas en el último campeonato de la Primera División.

Charlas de fútbol...

En el Tórax estuvo nueve días y vivió muchas experiencias, desde las más dolorosas, como ver pasar los ataúdes con cadáveres, hasta las más alegres, como las pláticas de fútbol con el personal médico y los pacientes.

“Me preguntaban que cómo hice ese gol en aquella final de 2006 en el Estadio Olímpico a Olimpia y que qué hacía para seguir jugando a mi edad. Cosas así. Los futbolistas tenemos que darnos cuenta de que algunas personas nos admiran y siempre tenemos que ser prudentes para dar un buen ejemplo”, cuenta el Güicho, quien se hizo famoso especialmente aquella tarde.

Motagua le ganó 3-1 la final al León en diciembre de 2006 y él anotó el último grito motagüense en aquel partido disputado en San Pedro Sula.

Esas pláticas de fútbol suavizaban la estadía en un lugar en el que “no podés ver a tu familia desde que te meten hasta que Dios te da la oportunidad de salir; si salís vivo, vas a volver a ver tus familiares, pero de lo contrario no”. Pese a ello, el miedo nunca lo invadió.

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“Un día me hallaron rasurándome y una de las licenciadas en enfermería me dijo: ‘Primer enfermo de covid que lo hallo rasurándose’. Entonces yo le respondí: ‘Bueno, en el mal tiempo hay que dar buena cara... ja, ja, ja’”, comparte Güicho, que acepta haber recibido pocas llamadas de la familia del fútbol en este momento delicado.

Aparte de fortalecer su fe en Dios, esta etapa le ha servido para saber quiénes realmente son sus amigos.

“Hasta hoy el único directivo que me ha llamado es Héctor Lin Zelaya (representante de Motagua en la Liga); también me llamaron Raúl Cáceres (su entrenador en toda la etapa de Real de Minas) y uno que otro compañero que los podría contar con los dedos de una mano: Ricardo el Gato Canales, Leo Isaula, Juan Ramón Mejía, Óscar García y alguno que se me pueda escapar”, revela Guzmán, que ha salido fortalecido de esta batalla contra la pandemia.

¿Seguirá jugando fútbol?

Después de haber cruzado esa difícil travesía tiene la potestad para mandar un mensaje como sobreviviente de coronavirus.

“El covid-19 es una realidad, es una verdad y mata personas. Basado en mi experiencia te puede decir que nos han dado malas instrucciones... Yo no puedo creer que un paciente con coronavirus puede ser aislado cuando lo más que necesitás es amor”. Mientras llegan los resultados que confirmen que ya no tiene el virus, decidió irse a Danlí para proteger a su retoño.

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“Mi hijo vive en Tegus y no lo he visto desde que salí del hospital porque todavía no tengo los resultados de los test. Lastimosamente parece que el Estado piensa entregar los resultados de las pruebas a las personas cuando ya estén muertas”, dispara el hombre que debutó en la Liga Nacional en 2004 y que jugó, entre otros, en clubes como Universidad, Platense, Necaxa y Honduras de El Progreso.

De momento, el lateral izquierdo está a la espera de renovar contrato con Real de Minas o firmar con otro equipo, pero de no presentarse una oportunidad se siente con la tranquilidad de poder colgar los tacos.

“A mis casi 41 años soy un privilegiado por estar jugando fútbol y si tocara hacerme a un lado del balón, yo me retiraría muy contento porque he hecho las cosas bien. Tengo muchas facetas en las que creo que puedo continuar mi vida”, se despide el danlidense que puede decir que derrotó al coronavirus...