Tegucigalpa, Honduras.- Adrián Reyes tiene 18 años y un sueño tan grande como su espíritu. “Yo quiero estudiar la carrera de Periodismo”, confiesa entusiasmado.
Con la seguridad y el coraje que caracterizan a un periodista, contó que tiene un pódcast llamado “El Mero Toro”, dejando en claro cuáles son sus aspiraciones.
Reyes vive con autismo y asiste todos los días a la Asociación Arca de Esperanzas, un lugar donde aprendió a ser independiente, pero sobre todo a creer que su voz también puede cambiar el mundo. “Me gusta cocinar, planchar y amo estar en Arca; me gusta estar con mis compañeros y mi maestra. Aquí me siento feliz”, relata.
La historia de Adrián no es la única. Cada rincón de esta fundación guarda historias de superación, esfuerzo y ternura.
El origen de la entidad
El camino de esta entidad nació del amor y del dolor. La directora de la asociación, Lorena Castillo, conoce de cerca la situación de cada familia que llega al centro. Su hijo fue diagnosticado con una parálisis cerebral severa, y aunque falleció en 2018, su vida fue la semilla que dio origen a este proyecto.
“Arca nació en el año 2000, éramos tres mamás buscando cómo ayudar a nuestros hijos. En 2002 logramos la personería jurídica. Mi hijo fue mi mayor motivación, y aunque ya no está conmigo, su legado vive aquí”, revela con serenidad.
Hoy, ese legado se traduce en más de 250 niños y jóvenes atendidos en distintos programas de rehabilitación y desarrollo personal.
Un lugar de esperanza
Al ingresar a las instalaciones, el ambiente es distinto al de cualquier otro centro de rehabilitación. Los pasillos están llenos de color, risas y pequeñas victorias: un niño que logra dar sus primeros pasos, una joven que aprende a vestirse sola, un adolescente que comienza a leer.
Jessica Solórzano recuerda que su hijo Mateo “no podía hablar ni moverse bien”, pero desde que llegó a Arca de Esperanzas, “todo cambió”. Hoy, Mateo asiste al kínder y cada día sorprende con algo nuevo.
Lorena Calona, madre del pequeño Eithan, coincide: “Entramos al programa de estimulación temprana a los dos meses y ha sido una bendición. Le ha ayudado mucho a caminar, a moverse, a ser más independiente”.
Omar Soto, padre de Oliver, un niño con autismo grado 1, relata el significado para un padre de familia que su hijo mejore día a día gracias al apoyo de Arca de Esperanzas. “Antes él por su nombre no contestaba, no reconocía nada, ni los colores, ni quién era su mamá, su papá y en Arca nos han dado esa esperanza para nuestros hijos”, dice.
Y así se repiten los testimonios de padres de familia; todos coinciden en que Arca de Esperanzas no es solo una institución, es una familia extendida.
La gratitud es mutua
Cada jornada está organizada con rigurosidad. Los programas de estimulación temprana, reorganización neurológica, equinoterapia, terapia hortícola y habilidades para la vida funcionan en bloques, bajo la supervisión de 29 colaboradores, con terapeutas especializadas.
“Cuando vemos a un bebé que logra caminar o a un niño que empieza a hablar después de meses de terapia, sentimos que todo vale la pena”, expresa la licenciada Castillo con una sonrisa que se mezcla con emoción contenida.
Mantener esta labor no es sencillo. La directora reconoce que los recursos son limitados y que la demanda de atención crece cada año. “Trabajamos gracias a donaciones, actividades de recaudación y al apoyo simbólico de los padres”, cuenta.
Pedaleando juntos
Este año, Arca de Esperanzas será la organización beneficiada por los fondos recaudados en la Vuelta Ciclística EL HERALDO 2025. Lo que para muchos será un evento deportivo, para esta asociación representa una oportunidad de vida. “Gracias a este apoyo podremos avanzar en la construcción del edificio de rehabilitación infantil, porque esa área es el lugar de los niños que están en reorganización neurológica”, afirma la directora con gratitud.
Ilusión se vuelve realidad
Después de recorrer los salones, disfrutar las sonrisas y los testimonios, uno comprende que el nombre de la fundación no es casualidad. En Arca de Esperanzas no se habla de discapacidad, sino de oportunidades.
Cada historia, cada terapia y cada esfuerzo diario se convierte en una prueba de que, cuando el amor guía las acciones, los milagros ocurren todos los días.