Desde aquel pesado esférico de cuero rústico que fue testigo del título mundial de Uruguay en 1930, hasta la liviana y moderna número cinco que vio campeonizar a la espectacular España, en 2010; todas esas versiones de balones forman parte de su rica y valiosa colección personal que continuamente incrementa aun más.
A Ignacio Mata poco le importa el espacio que ocupen las decenas de balones que posee en su habitación, pues lo único que le interesa es acumular la mayor cantidad de redondas, puesto que, para él, representan un tesoro muy significativo en su vida.
“Me siento como un niño chiquito con todo esto. La verdad que para mí es una satisfacción enorme tener estas maravillas, principalmente por el valor histórico que tienen en el mundo”, confiesa un Nacho invadido por el orgullo y la emoción, mientras acomoda sutilmente sus preciados artículos.
Son como sus bebés
La delicadeza y el rostro de inmensa alegría que denota cada vez que toma una de sus joyas definen la peculiar pasión que tiene Nacho por coleccionar los balones representativos del balompié nacional e internacional, aunque él reconoce que centra su atención en aquellos con los que se han disputado los mundiales y Eurocopas.
Hasta ahora, la misión ha sido cumplida a cabalidad, ya que puede presumir de tener todas las versiones de los esféricos con que se han jugado los 19 mundiales de la historia, así como los de la Euro.
“Algo que influyó bastante para que yo hiciera esto es que una vez un amigo trajo la Tango Azteca del 86, con la que Maradona se hizo un ídolo, y nosotros la deterioramos jugando”, cuenta para luego proseguir con su relato: “Allí dije, ‘no es posible que no le demos valor a esta reliquia’, entonces empecé seriamente a buscar todas las pelotas de los mundiales y, gracias a Dios, las tengo todas”...
Cada balón tiene una historia
Alrededor de cada uno de sus balones hay una linda historia que contar, puesto que ahí podemos encontrar pelotas autografiadas por Pelé o Franz Beckenbauer, así como tocar y apreciar el mismo esférico con el que Hugo Sánchez marcó su primer gol con la selección mexicana.
Sin embargo, al ir mostrando cronológicamente cada uno de sus tesoros, hace una pausa en la década de los setenta para apoderarse de la pelota con la que Gerd Müller le dio el segundo grito de campeón mundial a los alemanes.
“La mandé a traer a Alemania hace algunos años y, definitivamente, esta es mi joya porque no conozco a nadie que la tenga en el país. Esta es la pelota alterna con la que se jugó el Mundial del 74. Es mi preferida ja, ja, ja”, dijo Nacho al momento que sostenía en su mano el añejo esférico color anaranjado.
Las letras y el espacio se quedan cortos para describir el repertorio de los más de 200 balones de Ignacio, quien asegura que seguirá coleccionando pelotas de fútbol hasta que el divino creador le dé fuerzas para seguir respirando el maravilloso aire del deporte rey.