Tegucigalpa

Mario Ponce, el DT de los niños pobres

Un filántropo sin recursos, pero cargado de voluntad, se ha propuesto rescatar a 160 menores en riesgo social de Quebrachitos. El origen del proyecto se encuentra en su pasado: fue jugador federado.

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06.08.2012

Era la 1:00 de la tarde y el inclemente sol no era inconveniente para que un nutrido grupo de niños de la marginal colonia Quebrachitos, se disputara una entretenido partido de fútbol.

El hecho de que estos pequeños disfruten al ritmo de un balón, en lugar de haber dado sus primeros pininos en el submundo del crimen, tiene un nombre y apellido: Mario Ponce, el director técnico de los pobres.

Ponce, un filántropo sin recursos económicos, pero cargado de voluntad, se ha propuesto rescatar a todos los niños en riesgo social de su comunidad y zonas aledañas.

Fútbol al rescate

La humildad de su cantera contrasta con la cantidad de sus dirigidos: 70 niños y 90 adolescentes, procedentes de los alejados poblados de Quebrachitos, la Mololoa y Ojo de Agua.

Desde hace cinco meses emprendió la solidaria labor de alejar a estos infantes de las drogas, el alcohol y la delincuencia, a través del deporte.

“Me partía el corazón ver cómo las madres lloraban por sus hijos perdidos en los vicios y los delitos”, relata Ponce.

“Con el balompié se puede apartar a los jóvenes de la perdición”, continuó.

El origen del proyecto se encuentra en su pasado: fue jugador federado; con 16 años ya era un terror en las ligas locales de La Sosa y logró disputar encuentros deportivos a nivel de Liga Nacional. Ahora, a sus 39 años, todavía refleja la energía que en su época dorada tuvo.

La prueba de ello es que aparte de entrenar a los 160 pupilos, también es albañil, fontanero y electricista.

Asimismo, es presidente de patronato y de junta de agua de Quebrachitos, sin descartar su faceta de esposo y padre de cinco vástagos.

Sus acciones no se limitan a dirigir, entrenar y recrear. En cada reunión aprovecha para orar y formarlos moralmente.

“Miren chicos, tienen que respetar a sus padres, respetar a los demás y alejarse de los vicios”, es el mensaje insigne que les inculca el modesto DT a sus protegidos, con la satisfacción que ya ven en él un amigo y un guía moral.


Problemas y ayuda

Los frutos inmediatos del programa obedecen más a la voluntad de los involucrados que a los recursos.

Cada tarde, los niños recorren un tortuoso camino de herradura hacia el improvisado campo, del cual se desprenden nubes de polvo. Para rematar, los jugadores carecen de implementos deportivos como balones, uniformes y calzado.

Un esférico y el acondicionamiento incompleto del terreno es la única ayuda recibida.

El DT pide la ayuda a la Alcaldía, con su proyecto Fútbol para la vida.