Tegucigalpa

Demanda de medicamentos se suple en puestos, calles y buses

El deficiente suministro de medicamentos en el sistema sanitario, donde apenas se cubre el 60 por ciento de los fármacos básicos indispensables, es un calvario que nunca se erradica.

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11.08.2012

Si bien es cierto la salud no se compra ni se vende, el proceso de recuperación de una enfermedad representa elevados costos.

El deficiente suministro de medicamentos en el sistema sanitario, donde apenas se cubre el 60 por ciento de los fármacos básicos indispensables, es un calvario que nunca se erradica.

Cansados de recibir un “no hay” en lugar de medicinas, los capitalinos optan por automedicarse para mermar sus males.

La falta de confianza en la entrega trimestral de lotes de medicamentos, que llegan y se acaban en un abrir y cerrar de ojos, es un circulo vicioso que no se rompe.

Mientras los enfermos luchan por sobrevivir, las autoridades sanitarias convierten la salud en un jugoso negocio donde el menos beneficiado es el paciente.

La sobrevaloración de los medicamentos, que anualmente cuesta unos 100 millones de lempiras a los hondureños -producto de la compra directa-, es la causa del vacío en las farmacias.


Mercado de la salud

Para cubrir esta demanda de alivio ha surgido en la ciudad una ola de mercaderes de la salud que distribuyen en las calles a precios módicos los fármacos más solicitados por la población.

Acetaminofén, amoxicilina, sulmeprin, loratadina, desparacitantes, vitaminas, pomadas, ungüentos y hasta jarabes reconocidos se venden como golosinas en las calles.

Las unidades de transporte, mercados, medianas y bulevares son los puntos de ventas de farmacéuticos ambulantes que, pese a no tener un título para sugerir medicinas, lo hacen como todos unos expertos.

“Si tiene retorcijones, sus dientes rechinan por las noches... seguro tiene lombrices, lleve su desparasitante por 10 lempiras”; “Si se duerme por todos lados, tiene poco apetito y a media tarde está agotado, necesita vitaminas, lleve sus tabletas de complejo B”. Estos son dos de los pregones que predominan entre los vendedores que cargan en mochilas, maletines y bolsas toda clase de medicinas.

Solo en el casco histórico de la capital, unos 50 vendedores ambulantes distribuyen toda clase de fármacos, ya se a pie o viajando por las autobuses, donde realizan magistrales presentaciones de su producto.

Jorge Rodas, quien distribuye medicinas desde hace 22 años, asegura que este es un negocio que inició en la década del 90 con la importación de pastillas desde El Salvador.

“Yo me inicié en este oficio porque ya no soportaba sobrevivir con bajos salarios y con el tiempo encontré en la venta mi fuente de ingresos”, asegura.

Como él, decenas de personas se autoemplean en este mercado de la salud, donde hasta se pueden regatear los precios de pastillas indicadas para pacientes diabéticos, hipertensos y con problemas cardíacos.

Los vendedores se crean su propio horario para vender en siete horas diarias divididas de 8:00 de la mañana a 12:00 del mediodía y de 2:00 a 4:00 de la tarde. Logran agenciarse entre 100 y 500 lempiras diarios en una jornada corta.

Julia Carías, una pasajera de una unidad de transporte, asegura que en diversas ocasiones ha comprado medicamentos en los buses y son tan efectivos como los de las farmacias.

Los vendedores sustentan los elevados costos de los productos en la compra al por mayor en bodegas de las farmacias o con adquisiciones en El Salvador, con tratos directos con droguerías.

Pero no solo en las calles se comercia con la salud, en los mercados de Comayagüela también. decenas de negocios del San Isidro, del América y del Álvarez son los puntos de venta de medicinas.

Juana Casco, quien tiene una improvisada farmacia en un puesto de madera, asegura que las ventas son buenas y los clientes constantes.

“Yo tengo casi cinco años en este negocio y me ha ido bien, los clientes salen satisfechos con los precios y siempre vuelven por otras medicinas”, aseguró.

En el puesto de doña Juana se cotiza el blíster de 10 pastillas la amoxicicilina a 10 lempiras, el de acetaminofén a cinco lempiras y el de ibuprofeno a 10.

Los módicos precios son el principal imán por el cual miles de capitalinos se embarcan en la aventura de cruzar por todos los mercados hasta llegar a los pequeñas sucursales.

Romberto Aguilar es un anciano de 68 años que está jubilado y comenta que con su pequeña pensión apenas logra suplir sus necesidades básicas.

“Aquí en el mercado sé que encontraré mis medicamentos hasta el 80 por ciento más baratas que en la farmacia y eso me ayuda mucho en mí economía”, manifestó.

El anciano dijo que prefiere caminar hasta el interior del mercado San Isidro antes que pagar elevados precios por sus pastillas.

Como él, decenas de ciudadanos recurren al ahorro a través de las compras en las calles, para satisfacer la necesidad de palear sus problemas de salud a bajo costo.

Exigen regulación

Pese a la aceptación de los ciudadanos de este tipo de ventas, las autoridades de salud aseguran que representan un atentado contra la vida.

Al ser consultado sobre el tema, el ministro de salud, Arturo Bendaña, aseguró que la venta clandestina de medicamentos es censurable.

“Se deben hacer las investigaciones sobre la procedencia de estos medicamentos porque ponen en riesgo la salud de las personas que los consumen porque lo hacen sin prescripción médica”, aseveró.

El ministro solicitó a los ciudadanos que eviten el consumo de estos productos porque a su juicio pueden poner en riesgo sus vidas, ya que son de dudosa procedencia.

Bus escolar atrapado en una calle anegada en la capital
Bus escolar atrapado en una calle anegada en la capital
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