Las reuniones dominicales que realizaba semanalmente un grupo de jóvenes en la galera de una vivienda del barrio San Francisco, en San Pedro Sula, al norte de Honduras, se vio interrumpida por la llegada de al menos ocho hombres fuertemente armados que sin mediar palabra les dispararon.
El ataque estremeció a todos los vecinos de la 23 calle, 13 avenida. Todos corrían tratando de salvarse de la lluvia de balas que a las 12:15 del mediodía descargaban los asesinos.
Seis hombres caían mortalmente heridos, las balas les impactaron en diversas partes del cuerpo.
Los fallecidos fueron identificados como Wilson Javier Sierra Castellanos, José Geovany Villanueva Madrid (29), Leopoldo Centeno Deras (60), Jorge Alberto Almendárez Hernández (41) y su hijo Jonathán Alberto Almendárez Turcios (21) y Andrés Abilino Espinoza Figueroa (17).
Heridos en la refriega resultaron Jorge Dubón (32), un menor de 16 años y José Leonel Gómez Lima, quien falleció minutos después en el hospital Mario Catarino Rivas.
Mientras que la madrugada del lunes la Policía confirmó el fallecimiento del jovencito de 16 años, por lo que la suma de muertos subió a ocho.
La Policía no tiene un móvil claro en el caso.
Equipos se desplazaron a varios puntos de la ciudad para dar seguimiento a los asesinos y otro grupo investigaba los antecedentes de las víctimas para establecer si un pleito entre bandas delincuenciales habría originado esta nueva masacre en la ciudad.
Jugaban naipe
El grupo de cinco jóvenes había llegado temprano a departir a la galera de la vivienda donde se dio el ataque.
Los muchachos tomaban, mientras que otros vecinos se acomodaban en el interior de la casa para ver la jugada de naipe.
En el interior mujeres y niños conversaban, pero la tranquilidad de ese mediodía de domingo se vio interrumpida con el brusco frenazo que dos camionetas dieron para estacionarse frente a la vivienda.
Eran una camioneta gris y una negra de la que bajaron ocho hombres armados con pistolas y fusiles.
Unos de ellos iban con pasamontañas y chalecos antibalas. Se bajaron y antes que los jóvenes tuvieran tiempo de huir, les dispararon. El ataque duró cinco minutos.
Aterrorizados, los vecinos que a esa hora transitaban por el pasaje salieron despavoridos. El temor de morir en medio de la balacera que se escuchaba en toda la cuadra les hizo correr.
“Era como una guerra, era un disparo tras otro, se escuchaban tres tipos de sonidos. Fue horrible, pensamos que una bala perdida nos podía alcanzar y solo pensamos en echarnos a correr. No quisimos ver nada, porque hasta por eso podíamos morir. Fue horrible lo que pasó”, relató una de las personas que transitaba por la cuadra. Los hombres no reaccionaron, no hubo tiempo, en pocos segundos los cuerpos de las víctimas caían mortalmente heridos.
Cinco cuerpos quedaron en las afueras de la vivienda, uno de ellos cayó en el interior, Leopoldo Centeno trató de escapar de la muerte, pero las balas lo alcanzaron.
Las mujeres y los niños eran testigos mudos de aquel cuadro de horror que en segundos dejaba seis muertos.
Los niños gritaban aterrorizados, las mujeres lloraban, pero a pesar de que estaban en el lugar del ataque, los asesinos les perdonaron la vida.
“Ellos jugaban en las afueras de la casa, se estacionó cerca una minivan color gris, de la cual se bajaron varios sujetos que en sus manos portaban armas largas y cortas de diferentes calibres. Los sujetos llegaron y dispararon en contra de los hombres mientras que a las mujeres y los niños les perdonaron la vida”, expresó Leonel Sauceda, Jefe de la Policía Metropolitana 2.
Los hombres, tras cometer el ataque, se marcharon con rumbo desconocido.
Los vecinos llegaron para auxiliar a las víctimas, pero solo tres estaban con vida y fueron trasladadas en dos patrullas policiales que casi de inmediato llegaron al lugar.
La
imparable
violencia que se vive en el país ha dejado más de
veinte mil homicidios en los últimos tres años.