Tegucigalpa, Honduras.-En Choluteca, el reloj se detuvo cuando marcó las 7:00 de la noche del viernes 25 de abril. La zona sur perdió una "buena mujer", según expresaron decenas de personas.
Y es que a esa hora el cuerpo sin vida de María Cristina Solórzano ingresó al Hospital General del Sur, donde no hubo tiempo para maniobras médicas ni palabras de aliento. Solo el silencio —ese que grita más fuerte que cualquier sirena— acompañó su llegada.
Solórzano tenía 48 años y vivía en el barrio El Estadio. Quienes la conocieron la describen como una persona amable, solidaria, de esas que no pasan desapercibidas por su bondad.
Sin embargo, esa imagen luminosa quedó abruptamente interrumpida cuando dos sujetos, por razones aún desconocidas, decidieron acabar con su vida a balazos cuando ella estaba sentada afuera de su casa.
Hoy, su cuerpo fue retirado de la morgue del Ministerio Público. Iba dentro de un ataúd de madera color café, custodiado por los ojos rojos y rostros desencajados de sus familiares, quienes apenas encontraban fuerzas para sostenerse entre abrazos.
Tras el crimen, las autoridades policiales confirmaron la detención de dos jóvenes apenas minutos después del hecho.
Los supuestos autores del crimen permanecen bajo custodia en la Unidad Departamental de Prevención (Udep) 6 de Choluteca. No han querido hablar, no han dado una sola versión de lo ocurrido. Pero ahora están a la espera de enfrentar a la justicia.
Mientras tanto, una familia queda rota. Una comunidad se sacude. Y el sur del país suma otro nombre —uno más entre cientos— al largo listado de víctimas de violencia que parece no tener fin.
