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Tegucigalpa, Honduras.- El dolor llegó sin aviso y se instaló para quedarse. La familia de Dulce Maribel García, una niña embarazada de 13 años, vive desde el pasado jueves 24 de abril sumida en la tristeza y la incertidumbre.
Su asesinato, presuntamente a manos de un joven con quien tenía una relación, solo dejó un vacío que ninguna palabra puede llenar.
Gustavo García, padre de Dulce, llegó a la Unidad Departamental de Prevención (Udep) #3. de Comayagua, con los ojos hinchados por el llanto. Lo acompañaban su esposa, cuñadas y hermanas. No llegaron con consignas, ni con abogados. Llegaron con dolor.
Estos hondureños trabajadores solo exigen saber qué pasó con su hija y qué se está haciendo con el responsable.
“Nadie nos dijo nada. Nos enteramos por las noticias de que él estaba detenido. Aquí, hoy, recién me lo confirmaron”, expresó el progenitor, sin poder contener las lágrimas.
Dulce fue encontrada sin vida en una zona solitaria de la comunidad de El Trapichito, municipio de Lamaní, Comayagua.
Según las versiones que la familia recibió de manera fragmentada, la menor le habría confesado a su novio, un adolescente de 15 años, que estaba embarazada.
Esa misma noche, durante una discusión, él la atacó con un arma blanca. Después huyó, dejándola tirada en el suelo. Horas más tarde, fue capturado por la Policía Nacional.
La familia no sabía nada del embarazo. Tampoco conocían detalles sobre la relación.
“Nunca supimos si era su novio, nadie nos había dicho nada. Nos venimos a dar cuenta de todo esto cuando ya la tragedia había pasado”, aseguró el padre. La noticia los golpeó de forma repentina. Primero, el hallazgo del cuerpo.
Luego, el silencio oficial. Y más tarde, la desinformación: rumores, noticias a medias y versiones que llegaban de terceros.
“Nos dijeron que el muchacho está detenido, pero que tiene teléfono, que está tranquilo, como si estuviera en su casa. ¿Y nosotros? Aquí estamos, sin saber nada, sin justicia, sin paz”, dijo una tía de la menor, visiblemente molesta. "A mi sobrina la mataron, y él está como si nada", exteriorizó una de las tías de Dulce.
El padre insiste en que no se trató de un error de juventud. “Eso no lo hace un niño. Él sabía lo que hacía. No queremos venganza, pero sí justicia. Que pague como debe ser. Mi hija no merecía morir así.”
Desde el día del crimen, la familia recorre las oficinas de la Udep, buscando información, preguntando a conocidos sobre el responsable, pero al parecer nadie les da una respuesta clara.
No saben en qué etapa está el proceso, ni qué pasará con el detenido. Solo saben que Dulce no volverá y que su ausencia partió sus vidas en dos.
“Nosotros estamos aquí pidiendo que no se olviden de esto. No pedimos favores. Solo queremos que se aplique la ley como debe ser”, repite Gustavo, con la foto de su hija entre las manos, esa que ahora llevan a todos lados como si pudiera devolverles una parte de ella.
Mientras los días avanzan y el dolor crece, el rostro de Dulce sigue presente en cada rincón de la casa. Su cama está intacta. Sus cuadernos siguen sobre la mesa. Pero la voz que antes llenaba el hogar se apagó.