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Samuel Erazo: lo abyecto como antítesis de la higiene social

La obra de Erazo es la representación de lo feo, lo horrendo, lo inmundo, lo imperfecto, es el reverso de esa imagen turística de un país que se derrumba en su miseria
20.07.2023

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- “Reflujos” es el título del proyecto pictórico inaugurado el 30 de junio de 2023 por el artista Samuel Erazo (Koko), en el Centro de Arte y Cultura de la UNAH (CAC).

Al ver la muestra, mi primera sensación fue desasosiego. Estaba ante una estética de lo repulsivo, de aquello que socialmente se esconde pero que Koko Erazo visibiliza con desenfado e ironía.

No estaban allí los materiales de lo abyecto que la definición reconoce como tales, me refiero a la orina, la sangre, la mierda, lo podrido, es decir, todos los fluidos o sólidos corporales en descomposición.

La estrategia del artista fue la representación y no estrictamente lo performático o instalacional, aún así advierto que la pintura de Samuel Erazo se acerca a los límites de lo performático (de la escena real), hay piezas como “La balsa” en la que se percibe de manera muy vivencial la pestilencia de este basurero humano en que nos hemos convertido después de décadas de miseria, violencia, corrupción, mentiras, saqueo y explotación, esa balsa es el símbolo más patético de la barbarie moral y social de este país.

“Famélico”. La referencia a Goya es plenamente consciente, vivimos nuestra propia antropofagia, nos devoramos en un canibalismo de miseria y violencia espantoso.

La fuerza conceptual de esta propuesta está sustentada en una gráfica potente, dotada de un dibujo expresionista, deformado por la misma deformación social que representa, a veces la línea se torna en silueta, en simple contorno de la imagen pero, generalmente, la línea es telúrica, agresiva, serpenteante, provocadora, en ristre; el dibujo de Koko no pide permiso, hurga la herida, va directo a las vísceras a provocar el vómito, acomete con una fuerza que estremece en las entrañas de una sociedad putrefacta que el artista no está dispuesto a escamotear.

El color es puro, fauvista, planimétrico, escaso de volumen, simple, quizá estemos ante una operación pop en el tratamiento del color, lo cierto es que esa forma de concebir y aplicar el color le da a la imagen una factura contundente; estamos ante un estallido sensorial, metáfora del estallido moral que nos desgarra en jirones de miseria humana.

La escenografía pictórica de Koko nos acerca a la llana brutalidad, la pieza “El famélico”, en la que hace un guiño a “Saturno devorando a su hijo” de Goya, es dueña de una belleza horrorosa, es paradójico el término “belleza horrorosa”, pero desde el romanticismo y, sobre todo, desde el aparecimiento de la versión más radical del arte moderno, la belleza clásica llegó a su fin, hoy vivimos la belleza de lo abyecto que Koko Erazo no ignora y maneja con pleno conocimiento.

Pintura que irrita, que crispa, pintura de la ira, pintura de la repulsión, del vómito, pintura de lo sórdido, de lo agreste, pintura sin concesiones, pintura corrosiva, color-veneno, línea-puñal, esto es “Reflujo” de Koko Erazo, una pintura que nos habla de la aversión física y sensorial.

“El garañón”. Cualquier parecido a un presentador de televisión es circunstancial, el arte solo asume los hechos y los expresa.

Todo explota, líneas y color no poseen estabilidad alguna, y en los pocos momentos donde la línea adquiere cierta estabilidad, entonces la ironía corrige su “sana” disposición, llevándola a momentos casi surrealistas como sucede en “Faith Factories” donde una iglesia con su torreón de humo se convierte en fábrica de la fe.

Además de la aversión física y sensorial, esta pintura denuncia lo “políticamente correcto” y lo moralmente aceptado: este es el único país donde un presentador de televisión se puede convertir en celebridad por haberse cogido una yegua y le otorga a un político el rango de héroe, con bendición incluida, por haber dado un golpe de Estado.

La obra “El garañón” pone al desnudo esa doble moral que se mueve entre la fama mediática y la perversión. El tríptico “Los tres poderes”, pone en evidencia las relaciones ocultas y nefastas entre la prensa, la política y la religión.

En este proyecto, la representación de lo feo, lo horrendo, lo inmundo, lo imperfecto es el reverso de esa imagen turística cargada de una falsa ideología de identidad con que el Estado quiere representar a Honduras y que ha encontrado en el muralismo su mejor expresión.

“Faith Factories”. Las fábricas de la fe, aparecen en esta pintura como testimonio de cómo el discurso eclesiástico se ha comercializado.

Todo en “Reflujos” es caótico y execrable, pienso que sólo el arte es capaz de exponer la verdadera imagen de lo que realmente somos, porque sólo lo estético es capaz de suspender los códigos de una política y una moral que apestan a carroña y que aún así persisten en ser los guías de nuestro destino.

La mirada anterior confirma la tesis de la teórica francesa Julia Kristeva, quien en su libro “Los poderes de la perversión”, afirma que el material abyecto también puede estar en el orden de lo psicológico, es decir, que lo abyecto contiene un material psíquico que nos habla del derrumbe emocional, de la ruina moral y espiritual de este siglo espectacularmente triste.

“Reflujos” es un conjunto de obras situadas dentro de la escasa vertiente crítica de la plástica actual hondureña, más inclinada hacia un mimetismo pueril o un existencialismo llorón de medio pelo.

Koko volvió a situar la plástica, el discurso gráfico dentro de una vertiente crítica e irónica que se había perdido en el arte hondureño y de la cual sus mejores representantes han sido Aníbal Cruz, Ezequiel Padilla, Felipe Burchard y Víctor López.

“Macheteados”. Extraordinaria ejecución en tonos verdes, esta obra establece un diálogo con “Hermano contra hermano”, de Pablo Zelaya Sierra.

Esta propuesta no sólo es un espejo dantesco del mierdal en que vivimos, es a su vez un poderoso anticorrosivo contra esa pintura light, turistera, que cansa no solo por ser tan mala sino por ser absolutamente muda.

Por ahora Koko Erazo se instala como un artista de su tiempo, observa para desgarrar el gastado manto de lo casto, de lo falsamente higiénico, su obra nos hace ver que la miel con leche es azufre disfrazado, “Reflujos”, es la estética de lo rancio, la estética de la lúcida y ardiente desaprobación.