Bogotá, Colombia.- “Una ventana para nuevos talentos”, “Ocho artistas preparados para Nómada 03”, “Una mirada a la historia del arte contemporáneo”, “La EAT clausura talleres en la Campo Cielo”... Y así, desde hace catorce años que Léster Rodríguez y Lucy Argueta iniciaron un proyecto como artistas y formadores, su labor ha generado varios títulos en este espacio.
Hoy ya no conversamos con ambos en algún lugar de Tegucigalpa, ahora es una entrevista a 1,761 kilómetros de distancia, de Honduras a Colombia, y lo que esta vez nos conecta es su participación, en noviembre, en la XV Bienal de La Habana.
Este año, el concepto de la bienal es “Horizontes compartidos”, un escenario propicio para la representación de Honduras desde el trabajo de Rodríguez y Argueta, que han hecho de este verbo (compartir) parte inherente de su labor artística, desde sus inicios.
¿Cómo se integra la Escuela Experimental de Arte a este importante escenario que es la Bienal de La Habana?
Lucy Argueta (LA): En abril del año pasado, coincidimos en Bogotá con la curadora Lisset Compte, quien forma parte del comité curatorial de la Bienal. En ese momento, la Escuela Experimental de Arte estaba desarrollando un programa de mediación pedagógica para la Feria Internacional de Arte de Bogotá (ARTBO). Durante ese encuentro, tuvimos la oportunidad de dialogar sobre los proyectos y el trabajo que la Escuela ha realizado a lo largo de los años con artistas, comunidades e instituciones. Tras esa conversación, recibimos una invitación para participar en la XV Bienal de La Habana, tanto como artistas como en representación de la Escuela.
¿Cómo se integra la Escuela Experimental de Arte a este importante escenario que es la Bienal de La Habana?
Léster Rodríguez (LR): No es nuestra primera participación. En 2009, formé parte de la décima edición de la Bienal como artista por Honduras, mientras que Lucy se encargaba de la producción del proyecto. Desde entonces, hemos notado una transformación en la Bienal hacia un formato más expandido, que se alinea con la dirección curatorial de esta edición: “Horizontes compartidos”.
Esta edición invita a reflexionar sobre lo colectivo y la construcción conjunta de futuros posibles, priorizando propuestas de carácter relacional, donde el espacio público, la interacción con las comunidades y la colaboración cobran una relevancia central.
¿Qué propuesta presentan en esta edición y cómo fue su proceso de concepción y desarrollo?
LA: Nuestro interés se centra en profundizar en el concepto de “Escuela expandida”, que ha adquirido nuevas connotaciones dentro del campo del arte. Estamos explorando cómo la relación entre el arte y la pedagogía redefine conceptos como el aprendizaje y el aula, ya no solo como espacios de creación, sino también como ámbitos para la producción de pensamiento crítico y acción política.
Para la Bienal, hemos desarrollado dos espacios de encuentro. El primero, “Escuela inmaterial”, busca la creación colectiva de saberes y prácticas de arte público junto a estudiantes de la escuela de oficios de La Habana. El segundo, “Aulas radicales”, se concibe como un espacio de diálogo sobre problemáticas centrales del arte desde una perspectiva pedagógica y política, en el que participarán curadores, artistas, pedagogos e investigadores.
Este espacio se desarrollará en el Instituto Superior de las Artes de La Habana.
La Escuela ha estado vinculada a la formación desde sus inicios. ¿Cómo ha evolucionado desde Honduras hasta su consolidación en Colombia?
LR: Fundamos la Escuela en Honduras en 2010 con el objetivo de crear redes de intercambio con jóvenes creadores locales y trabajar en zonas de alto riesgo. A lo largo de los años, hemos colaborado con artistas de distintas partes del mundo, quienes han compartido generosamente sus conocimientos con nuestros estudiantes y comunidades.
En 2015, nos trasladamos a Bogotá debido a compromisos profesionales y educativos. Durante ese tiempo, la experiencia de enseñar en la Facultad de Artes de la Universidad de los Andes y de colaborar con artistas emergentes locales nos permitió reformular nuestra idea de Escuela de Arte, en especial para el contexto hondureño.
En los últimos años, más de 400 artistas han pasado por nuestros programas en Bogotá. Actualmente, estamos expandiendo nuestros programas a Centroamérica y otras regiones a través de iniciativas como Anudaciones, nuestro programa de residencias en línea, y Nómada.
Además, contamos con un espacio en Honduras, en el departamento de La Paz, donde planeamos establecer un centro de investigación y creación para artistas, comunidades y perfiles multidisciplinarios.
¿Cómo describen su relación con el arte ahora que están fuera de Honduras?
LA: Siempre hablamos al respecto. Desde nuestra perspectiva, no nos percibimos fuera de Honduras, porque constantemente viajamos y ejecutamos proyectos que nos mantienen cerca. Aunque nuestras perspectivas individuales pueden diferir en cuanto a los intereses que atraviesa nuestro trabajo, coincidimos en que la práctica artística depende de una investigación continua.
Esta investigación muchas veces se origina en conceptos, materialidades o lugares específicos. Nos atraen los procesos creativos que se expanden y que dialogan con otros campos disciplinarios.
Consideramos que nuestra relación con el arte y los proyectos que llevamos a cabo tanto como artistas de forma individual y como Escuela es orgánica y está profundamente influenciada por los escenarios de producción, tanto en el contexto de Honduras, como el de Colombia.
¿Han cambiado sus motivaciones a lo largo del tiempo o mantienen los mismos impulsos que los movían al principio?
LR: Nuestro propósito inicial con la Escuela Experimental de Arte se ha ampliado. Al principio, nos enfocábamos en trabajar con jóvenes artistas de Tegucigalpa. Aunque ese sigue siendo un objetivo, ahora también buscamos involucrar a comunidades fuera de los centros urbanos, con el fin de generar una base cultural sólida que pueda utilizar el arte como una herramienta para el desarrollo comunitario.
¿Qué ha significado Colombia para ustedes a nivel personal y profesional?
LA: Después de varios años como extranjeros, sentimos que Colombia se ha convertido en nuestra segunda casa. El país tiene una rica escena cultural y artística, con intelectuales y espacios dedicados a la investigación artística que han influido positivamente en nuestra perspectiva sobre arte y educación. A la vez, Colombia nos ha presentado importantes retos en cuanto a nuestro desarrollo profesional y académico.
Nos interesa mucho explorar cómo las experiencias que hemos tenido en Colombia pueden adaptarse al contexto hondureño, con el objetivo de fortalecer una escena cultural local más solidaria y conectada a nivel internacional.