Llegamos al hotel casi al mismo tiempo, nos saludaron como si nos conocieran, y luego de unos minutos nos acercamos a ellos, sabíamos que nos reuniríamos con la misma persona, Dan Chill.
Rigoberto Meléndez, pintor primitivista originario de Tegucigalpita, Omoa, Cortés, vino a la capital como lo hace dos veces al año, porque sus obras desde 2006 forman parte de GINA Gallery.
Pero, ¿cuál ha sido su recorrido para llegar donde está ahora?, el artista compartió que sus pininos en el arte iniciaron a temprana edad.
“Recuerdo que yo pintaba con carbón, sentí aquel impulso de hacer garabatos en mi niñez, y de ahí sentí el deseo de pintar, y comencé con carbón, con achiote, y con el lipstick de mis hermanas, porque yo lo que quería era colorear, y siempre andaba dibujando en las paredes, donde se me diera la oportunidad, manchando todo lo que agarraba”.
Esto fue cuando tenía cinco años de edad. Pero fue hasta cinco años después que su padre le regaló sus primeros materiales, “fue muy motivador para mí la primera vez que mi papá me compró unas latitas de pintura, de las que venden en las ferreterías, y, por cierto, mi primer cuadro lo pinté con pinturas de aceite, y el pincel lo armé con plumas de gallina, agarré un palito y ese fue mi primer pincel”.
Tiempo después entró a estudiar a la Academia de Bellas Artes de San Pedro Sula, hecho que le dio la oportunidad de participar en su primer concurso, en el que ganó el primer lugar.
A partir de esa primera experiencia participó en otros concursos y exposiciones colectivas, y esa fue la puerta que le dio la entrada al mundo del arte primitivo, el cual al día de hoy se expone y vende en la primera galería internacional de arte naive, ubicada en Tel Aviv, Israel, de la mano del coleccionista Dan Chill.