Crímenes

Selección de Grandes Crímenes: Una dolorosa despedida (parte II)

Dicen que hay una razón por la que las cosas son como son
28.01.2024

RESUMEN. A Nancy la raptaron una mañana, mientras venía de la escuela de dejar a su hija de seis años. Horas después apareció muerta a la orilla de un solar baldío. Le dispararon dos veces en la cabeza. Pero, ¿por qué la mataron? ¿Qué hizo Nancy para merecer aquella muerte? ¿Tenía su final algo que ver con la desaparición de su esposo, quien guardaba prisión en la penitenciaría de varones de Támara por tráfico de drogas? ¿Por qué Nancy siguió visitando la penitenciaría si su esposo ya no estaba allí? ¿Se había escapado su esposo, como decían?

Investigación

Los agentes de investigación querían resolver este misterio, y dos de ellos fueron a la penitenciaría para revisar el libro de visitas. Así, se dieron cuenta que Nancy llegó diez veces más a la cárcel, después de la desaparición de su esposo. Visitaba a un hombre que había sido buen amigo de su marido. Pero solo lo visitaba los domingos, le llevaba algunas cosas de uso personal, y no estaba mucho tiempo con él.

Los detectives, seguros de que había algo raro en aquellas visitas, estudiaron el perfil del nuevo amigo de Nancy. Se dieron cuenta que también estaba condenado por tráfico de drogas, y que tenía alguna influencia entre los privados de libertad. Es más, llevaba un nivel de vida diferente al de sus compañeros, y siempre estaba acompañado por dos o tres hombres, como si fueran su seguridad personal.

Por supuesto, a este hombre lo visitaban más personas, como su esposa, sus hermanos y su madre. También algunos amigos, pero lo que le extrañaba a la Policía era que Nancy se hubiera convertido en una nueva visita suya.

“Creo que Nancy le traía algo más que cosas personales a este hombre -dijo uno de los agentes-. Me parece que esta mujer traía drogas”.

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“Y lo hacía desde que estaba aquí su marido”.

“Y, en mi opinión, el marido no se fugó de la cárcel... A él lo mataron... Pero eso es algo que nadie lo va a confirmar”.

“Si es verdad que Nancy traía drogas para el nuevo amigo, ¿cómo es posible que no la hayan detectado en los registros?”

“Seguramente, Nancy recibía la ayuda de alguien dentro de la penitenciaría; alguien que estaba al servicio del capo mayor”.

“Y este capo mayor es el nuevo amigo, al que ella visitaba”.

“Tal vez... Pero, en la cárcel se juegan grandes intereses. Uno le sirve a otro, este a otro con más poder, y todos a uno solo, que lo controla todo... En la cárcel se hacen grandes negocios, y para que esto funcione bien, los privados de libertad deben tener, forzosamente, alguien que les ayude entre los custodios”.

“Entonces, Nancy tenía a alguien que le ayudaba a entrar”.

“Con droga. Es posible”.

“¿Quién será?”.

“Por eso les pedí que revisaran el rol de los guardias, de los custodios que estaban en servicio los días que Nancy llegaba de visita”.

“Tenemos dos nombres”.

“A ver”.

“Estas mujeres son policías penitenciarias, y siempre estaban de turno en la aduana cuando llegaba Nancy de visita... Incluso, cuando el esposo estaba en la cárcel”.

“Y, ¿qué más sabemos sobre estas mujeres?”

“Siguen en servicio”.

“Hay que interrogarlas... Pero, hay que decirles que ya sabemos que Nancy le llevaba drogas a su esposo, para la venta dentro de la penitenciaría; y que, después de la desaparición del marido, ella llegó diez veces más, llevando droga al nuevo amigo. Y da la casualidad que cada vez que llegaba Nancy, ellas estaban de turno”.

Entrevista

La mamá de Nancy dijo que no sabía por qué su hija siguió visitando la cárcel si ya no estaba su esposo. Pero, en los meses que siguió yendo, a Nancy no le faltó el dinero. No era mucho, pero siempre tenía para lo necesario, y hasta para darles algunos gustos a la familia. Y dijo algo más la señora: “Nancy estaba segura de que algo malo le había pasado a su esposo, porque él nunca se pudo haber escapado de la cárcel; y la verdad era que él seguía en los mismos malos pasos, vendiendo esa cosa en la cárcel”.

“Y, ¿sabe usted si Nancy le llevaba droga al marido?”.

“No sé nada de eso -dijo la señora-, pero lo que sí sé es que eran bien unidos, y que Nancy conoció al marido siendo ya un mal hombre, que fumaba marihuana y siempre andaba con amigos de mal aspecto, y con armas”.

“¿Visitó a Nancy alguna persona extraña, después de la desaparición del marido?”.

“Una vez vino a verla una mujer. Andaba en una camioneta, y andaba con un hombre. Ella entró a la casa, y le trajo unas cosas de comer, una provisión como para un mes; y sé que le dejó dinero”.

“¿Recuerda bien cómo era la mujer?”.

“Sí; era baja, blanca, y como con cuerpo de policía”.

“¿La reconocería si le traemos una foto?”.

“Creo que sí; pero solo que no me vayan a meter a problemas... Mire cómo me mataron a mi muchacha, y si se dan cuenta que yo ando de sapa, me van a matar a mí también”.

“Hablemos claro, señora”.

“Dígame”.

“Usted sabe bien en qué malos pasos andaba su hija, ¿verdad?”.

La mujer bajó la cabeza.

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“Desde que se metió con ese hombre, Nancy se perdió”.

“¿Le llevaba drogas a la cárcel?”.

“No sé; de eso no sé. Pero, lo que sí les puedo decir, es que no le faltaba el dinero”.

“Ahora, dígame: ¿Por qué su hija pensaba que a su esposo le había pasado algo malo en la cárcel?”.

“Pues, porque en varias noches la oía llorar... y hasta decía que ya no lo volvería a ver”.

“Y, ¿sabe usted por qué siguió yendo a la penitenciaría, si ya no estaba allí su marido?”.

“Pues, yo creo que ella iba para hacer dinero, porque no tenía otra forma... Usted ve cómo nos quemamos las uñas haciendo tortillas para vender; y Nancy siempre fue ambiciosa, y más, desde que se metió con ese hombre”.

“¿Le preguntó usted si sabía dónde estaba su esposo?”.

“Sí. Se lo pregunté... Pero ella me dijo que no creía que se hubiera escapado... Y allí fue donde me dijo que creía que le había pasado algo malo. Por eso lloraba... Y yo sé que es que estaba segura de que a su esposo lo habían matado dentro de la cárcel”.

Guardia

Al día siguiente, la mamá de Nancy salió de su casa, fue a un restaurante chino, y allí se vio con uno de los detectives. Este le mostró dos fotografías. La señora reconoció de inmediato a la mujer que le había llevado la comida a su hija. Era una de las guardias penitenciarias que estaba de turno siempre que Nancy llegaba de visita.

“Es hora de hablar con ella” -dijo el agente a cargo del caso.

La mujer no sospechaba nada. Esa mañana llegó a su casa, después de su turno en la cárcel, y se notaba cansada. Cuando los agentes la llamaron por su nombre, se puso blanca como el papel.

“Queremos hablar con usted” -le dijeron.

“¿De qué? Yo no he hecho nada malo”.

“Vamos a hablar de su trabajo extra en la aduana de mujeres de la penitenciaría”.

La mujer empezó a sudar.

“Si colabora con nosotros, los toros que manejan la droga en la cárcel no van a saber nada de usted... Si nos engaña, le va a ir mal”.

“No sé de qué me están hablando”.

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“Usted estaba de turno siempre que una mujer llamada Nancy llegaba de visita. Usted y su compañera Fulana de Tal... Y Nancy llevaba droga para el marido; el marido que desapareció de repente, y al que mataron adentro de la penitenciaría”.

La mujer se sobresaltó.

“Cómo saben ustedes eso?” -les preguntó.

“Ese es nuestro trabajo, señora; saber cosas”.

“Si me ayudan, yo voy a colaborar con ustedes”.

“Bueno... vamos a llamar al fiscal para que esté en la entrevista”.

“Pero, sí me van a ayudar...”

“Por supuesto”.

En la policía

Al principio la mujer estaba nerviosa.

“Con los sueldos que nos pagan -dijo-, nos morimos de hambre, y más cuando tenemos bocas que mantener... Allí uno ve oportunidades, y las aprovecha... o la obligan a que las aproveche... No solo Nancy llevaba drogas en sus partes íntimas... Y nosotras nos hacíamos las ciegas porque nos pagaban... Además, si decíamos algo, como si decomisábamos la droga, ya sabíamos lo que nos esperaba... Por eso nos hacíamos las ciegas, las sordas y las mudas”.

“Ajá”.

“Yo les sigo diciendo, pero solo si el fiscal me asegura que no van a hacer nada contra mí”.

“Tenemos un trato”.

“El chavalo, o sea, el marido de Nancy, era adicto, y muchas veces se fumaba parte de la mercancía, y no le cuadraban las cuentas... Así que, un día, ya no amaneció... Lo mataron, de seguro, y allí nadie sabe qué es lo que hacen con los cuerpos... Y es mejor no preguntar... La mujer, Nancy, era la mula del jefe del esposo, y tuvo que seguir llevando mota por dos razones: amenazas, y necesidad. Hasta que se pasó de viva, y se quedó con un dinero que no era de ella... Entonces, la hicieron pagar... Yo la conocí bien... Ella llegaba cuando yo estaba de turno, entraba a la aduana, hacía como que la revisaba, y la dejaba pasar... Y así ganábamos las dos... Pero, cuando supe lo del marido, entendí que algo malo le iba a pasar a la mujer, porque esa gente allí adentro no juega, ni permite que los engañen”.

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“¿Sabe usted quién dio la orden para matar al marido de Nancy?”.

“El mismo que dio la orden para matarla a ella”.

“¿Quién es?”.

“Yo no quiero problemas”.

“No va a tener problemas... Confíe en nosotros”.

La mujer les dio un nombre. Los agentes se miraron entre sí.

“Pero, ¿está segura?”.“Yo no puedo asegurarle nada; es lo que se dice... O es lo que me comentaron”.

“¿Quién le hizo ese comentario?”.

“Uno de los sapos que tienen ustedes allí adentro”.

Nota final

Los agentes llegaron hasta allí con la investigación de la muerte de Nancy. Pero confirmaron cosas que ya sospechaban.

Cuando el fiscal quiso organizar el caso, pidió que buscaran a la policía penitenciaria. Nadie sabía nada de ella. Se dice que se fue para España, donde tiene una hermana, pero no hay registro de su salida en Migración. La verdad es que no la han vuelto a ver.

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