Crímenes

Selección de Grandes Crímenes: Una dolorosa despedida

No existen ni la casualidad ni la suerte; lo que tenemos es producto de nuestras propias acciones y decisiones.
21.01.2024

RAPTO. Nancy desapareció una mañana en que venía de la escuela, de dejar a su hija de seis años. Era una mañana tranquila y concurrida en la calle principal de su colonia, donde casi todos la conocían. Vivía con su madre y con su abuela, un hermano parapléjico, y su hija, que ya estaba en primer grado. Su esposo, el papá de la niña, tenía dos años de estar en la Penitenciaría de Varones de Támara. En un operativo de rutina, la Policía encontró en su mochila cinco libras de marihuana. Lo detuvieron en el acto, le decomisaron la moto, dos teléfonos celulares y trescientos lempiras. Le ofrecieron un juicio abreviado, y lo condenaron en poco tiempo. Su esposa no lo abandonó. Tenía diez años de estar con él, desde que empezaron a conocerse cuando ella recién había cumplido los diecisiete. Lo visitaba cada semana, le llevaba lo que podía, ya que vender tortillas no es un buen negocio, y él se lo agradecía. Hasta que una camioneta azul se detuvo cerca de ella, en la calle principal, a unas tres cuadras de su casa. Del carro bajaron dos hombres. Uno la agarró del cuello, otro le apuntó con una pistola a la cabeza. Y juntos, la metieron en la parte de atrás, a vista y paciencia de muchos testigos. Dos horas después, los vigilantes de una colonia llamaron al 911. Dijeron que, en la parte de atrás de un solar baldío, en una calle de tierra, estaba el cuerpo de una mujer. Dijeron, también, que escucharon dos disparos y que, al ir a ver, encontraron a la mujer muerta. Le dispararon dos veces en la cabeza.

¿Por qué la habían matado?

Era algo que la Policía tenía que averiguar.

Empezaron por saber que el esposo estuvo preso, condenado por tráfico de drogas; pero, él también había desaparecido. Un día, hacía unos cuatro meses, no respondió cuando pasaron lista en la mañana. Lo buscaron por todas partes, removieron todos los rincones de la Penitenciaría, y no encontraron nada. Parecía que se había esfumado. Uno de sus compañeros de celda dijo que lo escuchó hablando que se quería escapar, porque su mujer no podía con toda la carga de la casa, y que, una vez fugado, se iría de mojado para Estados Unidos. El problema era saber cómo se había fugado, si es que, en realidad, lo había hecho.

Los investigadores encontraron sus cosas en la celda, incluida la Biblia que leía con frecuencia; pero, de él, ni rastro. Parecía una fuga perfecta. Sin embargo, ¿por dónde pudo escaparse? Él respondió a su nombre cuando pasaron lista en la tarde, antes de entrar de nuevo a las celdas. Sus compañeros dijeron que no sabían nada, que ellos se habían dormido, y que no escucharon ningún ruido extraño. Supieron que no estaba en la cárcel en la mañana, cuando pasaron lista. Por supuesto, los agentes no creyeron todo lo que les dijeron. En la cárcel no todo lo que se dice es verdad, y hay verdades que no deben decirse. Así que decidieron entrevistar a más personas; pero nadie dijo algo más.

VISITA

Nancy fue a la cárcel el día de la visita conyugal. Por extraño que parezca, la Policía no sabía dónde vivía la esposa del fugado, y aquel era el segundo día en que se había esfumado. Y, aunque también parezca extraño, Nancy no sabía que su esposo ya no estaba en la Penitenciaría. Fue en ese momento en que se dio cuenta que había desaparecido.

“No sé nada -le dijo a los investigadores-; yo venía para dejarle unas cosas, y para estar con él... Pero, no sabía que se había escapado”.

“Pues, le advierto, señora -le dijo el detective-, que si usted sabe dónde está su marido, y no se lo dice a la Policía, será cómplice de una fuga, y eso está penado por la Ley”.

“Yo no sé nada, señor”.

Por más que presionaron a la mujer para que dijera algo que pareciera sospechoso, Nancy no dijo nada, sencillamente, porque no sabía nada.

“Voy a pasar para ver si alguno de sus amigos sabe algo -les dijo a los policías-, aquí está la comida que le traía a mi esposo”.

Nadie dijo nada, y, con angustia en el corazón, Nancy entró a la cárcel, aunque ya nada tenía que hacer allí, puesto que no tendría con quien pasar el día de la visita conyugal.

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Cuando salió, se notaba más nerviosa que antes.

¿Qué había pasado en la hora que estuvo en el interior? ¿Supo algo que la Policía no sabía? ¿Por qué volvió a la cárcel diez veces más, si ya no tenía a quién visitar? ¿Dónde estaba su esposo? ¿Se había comunicado con ella? Y, ¿por qué la habían raptado para matarla? ¿Qué verdad se escondía detrás de todo esto?

“Yo creo que el esposo de esta mujer no salió nunca de la cárcel -dijo uno de los agentes encargados del caso-. Creo que el hombre cometió un error, y alguien se encargó de desaparecerlo... Recordemos que estaba condenado por posesión de drogas para la venta, y es muy posible que allí adentro se dedicara a lo mismo; no para él, por supuesto, sino para los grandes que manejan el negocio”.

“Pero, ¿por qué la mujer no sabía que el hombre había desaparecido?”.

“Por dos razones: una, que las autoridades reportaron la desaparición como posible fuga, y pidieron que se manejara en secreto la investigación, mientras se sabía algo más. Dos, porque nadie conocía dónde vivía la mujer, como para avisarle lo que había hecho su esposo”.

“Pero hay algo raro en todo esto”.

“¿Y es?”.

“Si el hombre se escapó, es lógico suponer que lo primero que haría era comunicarse con su mujer, con su madre o con algún buen amigo; y no sabemos que se haya comunicado con nadie, después de fugarse, quiero decir. Ni siquiera con la mujer; y esto está claro porque ella vino dos días después de la fuga, a la visita conyugal, y no sabía nada”.

“Pero, hay algo más, todavía. ¿Por qué ella insistió en entrar a la cárcel, aún sabiendo que el esposo no estaba? Y esto que nosotros estuvimos con ella, haciéndole preguntas, más de dos horas.”

“¿Con quién se vio? ¿A quién le dejó la comida y las demás cosas que llevaba?”.

“Mejor preguntémonos, ¿por qué fuimos tan ingenuos en dejarla pasar?”.

“¿Por qué decís eso?”.“¿Alguno de ustedes se acuerda de la revisión que le hicieron antes de que entrara a la penitenciaría?”.

“No; y eso no es asunto de nosotros... Los hombres revisan a los hombres, y las mujeres a las mujeres...”.

“Y a ella ya la habían revisado...”.

“No sé; cuando nos llamaron de que la esposa del fugado estaba allí para visita conyugal, es seguro que ya había pasado por la revisión de rutina...”.

“¿Quién la revisó?”.

“Las mujeres...”.

El agente dio un grito.

“Una misión. Te toca a vos. Averiguame quiénes son las mujeres custodio que estaban en la aduana las veces que esta mujer llegó de visita... Al menos, las diez últimas veces antes de que desapareciera su esposo; y las últimas veces que fue de visita...”.

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“¿Por qué? ¿Qué sospechás?”.

“Miren, tenemos un hombre preso por tráfico de drogas; una mujer que iba fielmente a visitarlo... Un día, el hombre desaparece, y por lo que hemos averiguado, no hay posibilidad de que se haya escapado como se ha dicho. El Módulo donde están las celdas queda sellado después de las cinco, y se abre doce horas después. Y no hay forma de salir por la puerta, o por otra parte; a menos que tengás de tu lado a los custodios. Y, si esto pasó, y le abrieron la puerta del Módulo, todavía le quedaba un largo camino para salir por los muros, por la puerta, por un túnel o por cualquier otra parte que no hemos identificado. Y algo así me parece imposible, por lo que creo que este caballero no escapó nunca”.

“¿Entonces?”.

“Pues, es lo que tenemos que averiguar, y más ahora que la mujer fue raptada para matarla... ¿Por qué? ¿Qué razones tenían los asesinos? ¿Qué sabía la mujer? ¿Por qué quitarle la vida? ¿Tiene relación su muerte con las visitas que hizo después de saberse que su esposo ya no estaba en la cárcel? ¿A qué iba con tanta regularidad? ¿Con quién se veía? Aunque esto es algo que se puede saber, por los libros de registro, tenemos que saber a qué se dedica la persona a la que iba a ver sin estar ya su marido. Ese es un detalle importante, y creo que por allí anda la punta de la madeja para desenredar el misterio de su asesinato”.

“Seguramente tiene que ver con drogas”.

“¿Le llevaba ella, en las visitas, drogas a su marido? ¿A qué se dedicaba el esposo en la cárcel? ¿Con quienes hizo amistad en la cárcel? Eso es algo que no hemos sabido todavía; así que, tenemos trabajo...”.

PREGUNTAS. ¿Qué más faltaba en aquella investigación? ¿Hasta dónde llegarían los detectives de homicidios? ¿Qué secretos escondía aquella mujer? ¿A qué iba a la cárcel, si ya no estaba allí su esposo? ¿Por qué le habían quitado la vida? ¿Quién ordenó su muerte? ¿Lograrían los agentes de delitos contra la vida resolver el crimen de Nancy, y saber qué había pasado con su esposo?

CONTINUARÁ LA PRÓXIMA SEMANA.