Crímenes

Mario Zamora o el eco de una obra que se redefine en la invisibilidad

El artista Jorge Restrepo realizó en Bellas Artes un ejercicio con la obra de Zamora, que ha provocado reacciones encontradas

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17.06.2017

Cuando me refiero a “una obra” es en sentido estricto, estoy hablando de la obra escultórica llamada “El comercio”.

Esta obra pertenece al conjunto de esculturas que el artista Mario Zamora Alcántara envió a Tegucigalpa desde el puerto de Veracruz, México, en 1956 para ser colocadas en los bajos del Congreso Nacional.

De todas ellas, solo la escultura mencionada no fue ubicada en el espacio indicado porque los parlamentarios la consideraron ofensiva debido a que la misma representa a una Honduras arrodillada frente a las compañías bananeras, recibiendo centavos a cambio de las grandes ganancias acumuladas.

Quizá estos diputados vieron en esta obra el alter ego de su comportamiento político ante el capital extranjero; naturalmente la obra fue rechazada y desprendida del conjunto, posteriormente fue enviada a la Escuela Nacional de Bellas Artes (ENBA) con el propósito de ocultarla de la mirada pública y allí ha estado por décadas, siendo víctima de otro tipo de ocultamiento: el agotamiento perceptivo; incluso este es más inicuo que el ocultamiento físico de un objeto, quiero decir que generaciones tras generaciones la han visto sin verla; entre nosotros ha estado y no la hemos visto, solo se volvió a hablar de ella hasta la muerte del artista, sucedida el 23 de abril de 2017 en México.

En cualquiera de los casos, ya sea por la vía del escamoteo político o por una mutilación visual consumada por la cotidianidad, la obra ha estado marcada por la invisibilidad.

Es por ello que la acción performática dirigida por el artista colombiano nacionalizado hondureño, Jorge Restrepo, en compañía de docentes de la ENBA, con quienes compartió su acción “Jornada pedagógica”, patrocinada por el Centro de Arte y Cultura de la UNAH (CAC-UNAH), le devolvió a esta escultura una visibilidad renovada al cubrirla totalmente con polietileno transparente, de esta manera la obra hecha en mármol es redefinida no solo en términos de visibilidad, sino también en términos de materialidad: mármol y polietileno, una asociación que Zamora jamás imaginó; pero además, el polietileno al ser transparente, la oculta y la deja ver en haces de luz que dimensionan otra imagen y otros imaginarios.

El resultado de esta acción tomó tanta fuerza que Restrepo le ha dado a la obra un nombre: “Envoltorio”, para que esta sea reconocida por sí misma, como un nuevo ente.

La “Jornada pedagógica” es una acción de Jorge Restrepo. En esta el artista busca distintos objetivos que incluyen la reflexión sobre el rol de las escuelas de arte.

Durante la mañana, Restrepo había enfatizado en conceptos de “complejidad”, “conectividad” y “cognición corporal, relacional y extendida”, el performance puso en juego todas estas categorías que apuntan a la innovación; el resultado fue un proyecto procesual que puso en juego nuevas tensiones perceptivas y nuevos vínculos de comunicación ante un objeto que fue diseñado para ser contemplado como objeto icono-estático.

Restrepo contaba con polietileno para la “Jornada pedagógica”, pues pensaba usar el lenguaje de Christo y Jeanne Claude para cerrar su acción con una actividad colectiva envolviendo obras de arte con los maestros.

La obra no solo fue envuelta en sí misma, su envoltura se trasladó hasta el propio entorno, procediendo a envolver el espacio circundante entre las dos palmeras que custodian la escultura. Estamos ante una operación que renueva lo estático en el movimiento generando una energía diferente a la pensada originalmente por el artista.

El performance activó un tránsito inesperado: de la formalización neoclásica de la escultura a la antiforma o ambigüedad vanguardista: esta obra es y no es la escultura de Zamora.

El objeto escultórico al ser enviado a esta zona de indeterminación proyecta un cuerpo renovado y conquista una nueva espacialidad; como señala Robert Morris, el gran referente del minimalismo norteamericano, “en estos momentos, el acto artístico tiene como función desorientar y descubrir nuevos modos de percepción”.

La obra “El comercio” de Zamora pasó de objeto terminado a objeto indeterminado, de objeto contemplado a objeto activado por la energía de la acción, de objeto revestido de una materialidad única a compartir una nueva materialidad: el polietileno; de ser un objeto activado para expresar un discurso crítico-social pasó a convertirse en un obra que activó una nueva narratividad, ya no en el contexto social sino en la deconstrucción de su propia forma y la función para la que fue creada, en otras palabras, fue una obra que se realizó en el gesto performático, no en el contexto político.

Todos estos tránsitos confluyen en un ordenamiento estético diferente gracias a que ocultando hemos podido redimirla de una invisibilidad extraviada en la historia y la memoria.