La Semana Santa es una festividad de profunda raíz religiosa, porque es el recordatorio del relato bíblico sobre la vida y muerte terrenal de Jesús, ese gran iluminado, considerado por los cristianos como el Hijo de Dios. Por lo tanto, debería ser una época de profunda reflexión y recogimiento espiritual en la que imperen largas jornadas de ayuno y oración o meditación.
Pero la verdad es que en los tiempos en que vivimos es una fiesta que más parece heredada del paganismo porque en ella se cometen todo tipo de excesos corporales: alcohol, drogas, sexo y glotonería, o sea una exhibición de hedonismo.
Hasta muchos que se dicen católicos o de otras sectas cristianas, se olvidan del sentido espiritual de la semana santa y se dedican al gran disfrute de los sentidos.
Y ya viéndolo desde el punto de vista material y de realismo social y comercial en que vivimos, en el que la religiosidad es más una exhibición de hipocresía que de autenticidad incluso de parte de curas y pastores, lo cierto es que la gente, principalmente los asalariados, tienen en la semana santa el feriado más largo y es normal que quieran aprovecharlo para pasear, para sacar a sus hijos, para visitar a sus familiares. Por supuesto, muchas personas, más si son solteras, necesitan mucho más que eso para desestresarse.