El conflicto de las enfermeras y los enfermeros auxiliares del sistema público ha entrado a su tercera semana sin que se avizore una solución, dado las posiciones irreconciliables entre las partes.
Las enfermeras continúan exigiendo que se les cumpla con acuerdos ya firmados con la autoridad sanitaria, incluyendo pago de zonaje, ajustes a las bases salariales, reasignaciones laborales y contrataciones de personal; mientras la ministra Carla Paredes y sus colaboradores hacen gala del poder que les dan los cargos que ostentan para cuestionar las posiciones de los trabajadores, demeritar su trabajo, perseguirlos, incluso hasta sus casas, para notificarles audiencias de descargo, hasta amenazarlas con despidos y con los colectivos del partido gobernante.
Mientras tanto, los pacientes siguen siendo los más golpeados con la crisis, dado el trabajo del personal en huelga en los hospitales y centros de salud, en los que generalmente son el primer contacto del paciente con el sistema sanitario, porque no se puede obviar que es este personal que les recibe en la clínica y les evalúa sus signos vitales (toma de presión arterial, temperatura, etc.), información que es crucial para el resto del equipo médico.
Hoy, que se retoman las actividades en la administración pública tras el feriado por el Día de la Independencia, se espera que las partes en conflicto retomen los acercamientos que iniciaron el viernes anterior y en los que, desgraciadamente, no se llegó a ningún acuerdo. Las negociaciones deben basarse en el respeto y el reconocimiento de la labor de las partes involucradas, sin minimizar el trabajo de ninguno.
Y de ser necesario, que la presidenta Castro asuma un papel más activo para buscar respuestas a esta coyuntura y normalizar las labores de un sistema sanitario que, ya sin huelgas ni protestas, tiene grandes falencias.
