Una fuerte lluvia caída en Tegucigalpa la tarde del pasado miércoles, de tan solo media hora, llegó para recordarnos la vulnerabilidad de la capital hondureña y lo mucho que falta por hacer para enfrentar estos fenómenos.
Árboles caídos, calles inundadas, quebradas desbordadas, transformadores de la energía sobre más de un vehículo y el servicio de energía suspendido por varias horas en parte del centro histórico fue parte del escenario dejado a su paso por las primeras precipitaciones de junio y que se extenderán a lo largo de la temporada de lluvias, según los pronósticos.
Tegucigalpa es una de las regiones del país más vulnerables a fenómenos naturales. Se estima que el 65% del Distrito Central está expuesto a riesgos naturales y que unas 700,000 personas viven actualmente en zonas de alto riesgo.
Las causas no son tampoco desconocidas. La topografía de la ciudad, la deforestación, la construcción de asentamientos informales en laderas inestables, los ríos y quebradas que cruzan la ciudad y la disposición de la basura en los mismos que obstruye la libre circulación de las aguas, son solo algunas de ellas en tiempos de lluvia, porque no debemos olvidar que en la época seca los incendios forestales arrasan con los bosques y montañas.
No se puede desconocer que las autoridades municipales hacen esfuerzos a lo largo de sus gestiones para minimizar los daños que generan estos fenómenos, pero también que hace falta mucho por hacer.
Se requiere, sin duda, de planes de urbanismo, campañas educativas, construcción de obras de mitigación, entre muchos otros proyectos y programas para minimizar los riesgos de vivir en una región altamente vulnerable a fenómenos naturales y el cambio climático, con el objetivo principal de salvaguardar la vida y los bienes personales.