Los hondureños comenzamos a recorrer el último tramo del camino a las elecciones generales del 30 de noviembre, un camino que ha estado marcado de altos y bajos, de incertidumbre, de temores, de miedos, de no pocas amenazas de desestabilizar el Estado de derecho y su endeble democracia.
Esta es la semana del silencio electoral en la que todos los electores estamos llamados a reflexionar sobre la importancia del sufragio para el futuro de la patria que nos vio nacer y nos cobija.
El voto es más que una marca, es el derecho de cada elector de decidir a quien considera la mejor opción para dirigir la administración del Estado, de ahí la importancia que el próximo domingo se asista masivamente a las urnas a elegir a quienes cada quien consideren es el candidato o candidata más adecuado para tales propósitos, con base en las ofertas que cada uno ha dejado sobre la mesa a lo largo de la campaña proselitista.
El 30 de noviembre vamos a decidir con nuestro voto el rumbo que queremos para Honduras, para su democracia.
Este es el tiempo de trabajar porque el proceso electoral se desarrolle de manera normal, que prime la transparencia y se asegure el derecho al voto de la ciudadanía. Que cada institución trabaje en el marco de lo establecido en la Constitución y las leyes electorales. Que los consejeros electorales logren poner fin a sus diferencias y aúnen esfuerzos para solventar los problemas que todavía a esta fecha generan incertidumbre y que las Fuerzas Armadas se ciñan a su mandato constitucional.
Los mensajes de odio deben cesar, pues no favorecen el clima de tranquilidad que se requiere para llevar adelante un proceso tranquilo y transparente. La violencia política no debería ser en ningún momento la protagonista del proceso. Las reglas de la democracia deben prevalecer por sobre las ambiciones de quienes quieren el poder a cualquier costo.