En naciones donde no prevalece el respeto a la institucionalidad y el Estado de derecho es débil, el futuro se vuelve incierto. Bajo la hegemonía de la corrupción y la impunidad, se asfixian las condiciones de inversión y se profundiza una desigualdad social marcada por la distribución inequitativa de la riqueza. Al no generarse las condiciones materiales para satisfacer la demanda social, surge una crisis de legitimidad: lo público se percibe con desdén y la confianza en los gobernantes se desvanece.
Así cerramos un año más, con retos en los diferentes sectores de Honduras. Algunos hondureños viendo lo que sucede desde el extranjero, ya que tuvieron que migrar en busca de las condiciones necesarias para desarrollarse; otros, dentro de Honduras, sin saber el futuro que les depara el 2026. Al redactar estas líneas, la incertidumbre persiste: aún no hay un presidente electo para el período 2026-2030. De hecho, prevalecían las dudas, los comentarios negativos en torno al proceso de escrutinio especial y la revocación de visas a algunos funcionarios por entorpecer el proceso electoral. ¡Vaya manera de cerrar el año!.
Comenzaremos un 2026 en el que, en el imaginario colectivo del pueblo hondureño, existe un ‘a ver cómo nos va con el nuevo gobierno’. Definitivamente, los gobiernos y sus funcionarios tienen el deber de generar esperanza, de hacer un gobierno de unidad, de construir desde la transparencia y la publicidad, la confianza de lo público, para darle certeza al pueblo hondureño, para que juntos, como sociedad, podamos crear las condiciones que Honduras merece. Eso no se construye con odio, tampoco con un solo partido político o en un gobierno de cuatro años; se crea con la confianza, el involucramiento de todos los sectores sociales apuntando en una misma dirección.
Debemos comprender que lo público nos corresponde a todos, por ende, debe ser administrado y comunicado a todo el pueblo hondureño; el próximo gobierno debe saber que va a gobernar para católicos y evangélicos, para personas ideológicamente afines a la derecha y a la izquierda, para todos los estratos sociales. La sociedad civil debe permanecer en un papel de veeduría y denuncia constante de los hechos que atentan contra el buen funcionamiento de la administración pública.
No dejemos que el 2026 sea un año de desesperanza. Construyamos juntos la Honduras que merecemos, involucrémonos aún más en la gestión pública, dando seguimiento, haciendo solicitudes de información pública, presentado los debidos reclamos y exigencias. No esperemos que funcionarios se encarguen de todo. Vivir en democracia no solo es ir a votar cada cuatro años, es estar con los ojos encima de quienes administran nuestros fondos, asegurémonos que lo hagan bien, solo así, vamos a construir la Honduras que merecemos.