Honduras enfrenta un desafío histórico, cambiar un sistema político y electoral plagado de corrupción. Políticos y funcionarios, muchos de ellos en posiciones inmerecidas, han conspirado para perpetuar su poder a toda costa. Frente a esta realidad, la democracia hondureña necesita cambios urgentes que solo pueden lograrse con el voto masivo, consciente, reflexivo, responsable y decidido de sus ciudadanos.
La corrupción en nuestro país no es un secreto. Desde los partidos políticos, sus líderes más visibles, las denuncias de narcotráfico y el desvío de fondos públicos mancharon la credibilidad de nuestras instituciones y, por supuesto, a estos políticos y funcionarios perversos. Este contexto exige elecciones primarias y generales libres, limpias y transparentes, donde el fraude no tenga cabida.
En las próximas elecciones primarias e internas participarán únicamente los partidos Libre, Liberal y Nacional. Sin embargo, sus liderazgos están bajo escrutinio por sus relaciones con la corrupción: Libre: Manuel ‘‘Mel’’ Zelaya, coordinador del partido, mencionado en juicios de narcotráfico en Estados Unidos. También, implicado en el narco video de Insight Crime donde aparece su hermano Carlos Zelaya con narcotraficantes reunidos para colectar fondos para la campaña presidencial del 2013 de Xiomara Castro, actual presidenta de Honduras. Manuel Zelaya públicamente admitió haber ganado la presidencia del Partido Liberal mediante fraude. Liberal: Yani Rosenthal, presidente del Consejo Central, involucrado en lavado de activos provenientes del narcotráfico, fue condenado por la justicia estadounidense, actualmente en libertad. Su candidatura presidencial del 2021 lograda mediante un sospechoso fraude. Nacional: David Chávez Madison, presidente del Comité Central, prófugo de la justicia. Tito Asfura asumió la dirección del Comité Central. Los precandidatos presidenciales Ana García de Hernández y Tito Asfura, empleitados con la justicia nacional e internacional. Ana García de Hernández esposa del expresidente Juan Orlando Hernández condenado en prisión por narcotráfico, además, vinculada a sustracción de fondos, según la MACCIH.
Es evidente que estas figuras, sus partidos, y muchos precandidatos, han fallado al país, exponiéndolo a un deterioro económico y social sin precedentes. A pesar de las acusaciones, muchos de ellos lograron pasar los filtros de inelegibilidad, lo que pone en evidencia la ineficiencia del sistema judicial y la falta de integridad en las instituciones encargadas de velar por la transparencia electoral.
La única esperanza para Honduras radica en sus ciudadanos. Es imperativo que el electorado ejerza su derecho con responsabilidad, castigando con su voto a los políticos corruptos, sin importar su afiliación partidaria. La nación no puede continuar siendo prisionera de la ambición desmedida y los actos criminales de una clase política que ha traicionado los principios de soberanía, libertad y justicia.
Los hondureños deben analizar detenidamente a cada candidato y partido, cuestionando sus antecedentes y compromisos. El futuro del país depende de que se elijan líderes capaces, honestos y dispuestos a construir una Honduras libre de corrupción. Queda planteado.