Números, nombres y apellidos, colores de banderas, marcas de partidos. Caras sonrientes. Solo eso. No importa la avenida, calle, puente, carretera. Por todos lados es igual. Con excepción de algún adjetivo calificativo, el uso de una prenda de vestir o un distintivo físico, lo que domina es el vacío, la ausencia de contenido, la carencia absoluta de información sustancial.
Los convocados al 30N para elegir representantes en el Poder Legislativo recibimos invitaciones, por doquier y en todo momento, para seleccionar hombres y mujeres que tendrán la responsabilidad de ocupar curules por sus departamentos. Muchos de ellos ya acudieron a las accidentadas elecciones primarias de marzo (tres partidos) y un grupo significativo de los favorecidos con la voluntad de sus parciales aspira a reelegirse en alguna de las 254 posiciones (128 propietarios y 128 suplentes). El nombre de cada uno y un “vota por” compiten -en desventaja- con la numeración que se repite de poste en poste y de pared en pared, para tratar de convencernos que podemos depositar nuestra confianza en la imagen impresa en un cartel, en una foto que deja dudas de su fidelidad con los rasgos reales del sujeto que posó en un estudio fotográfico.
No es fácil decidir por quién sufragar para ser diputado. Ninguno de los pretendientes ofrece ideas, propuestas o una pista que pueda ayudarnos a efectuar una escogencia informada. Hasta cuando uno va al supermercado a comprar, revisa los ingredientes del producto y fecha de vencimiento, del mismo modo que antes de adquirir un aparato se informa de sus cualidades y prestaciones. Es de sentido común y lo hacemos para que el bien no nos salga defectuoso o para no dañar el mecanismo recién adquirido.
Eslóganes sencillos e imágenes de candidatos presidenciales agregados sin ton ni gracia intentan suplir este déficit de argumentos y datos, que lucen insuficientes para convencer a una mayoría de la población que ya ha dejado de votar por insignias partidarias (55%). En una época en que la información está al alcance de un clic, muy pocos de los postulados brindan datos de sí mismos en páginas web, redes sociales, QR, sedes de campaña o piezas comunicacionales. ¿Cómo “navegar” en medio de tantos coloridos cartones sin una pequeña hoja de vida, una breve síntesis o perfil?
La respuesta la suelen dar los mismos pósteres: vote en raya, vote en plancha, vote por toda la planilla. Apelando al voto de partido (“ideológico”) o de “lista cerrada”, ilustres desconocidos piden con desparpajo, sin vergüenza y sin “arrugar la cara”, que firmemos un “cheque en blanco” en favor de una tropa de rostros nuevos, solo porque sí, porque “el país” (entiéndase “el partido”) así lo “necesita”.
Deben felicitarse por ello las iniciativas que desarrollan el Consejo Hondureño de la Empresa Privada (Cohep) con su página elecciones.hn y la plataforma de jóvenes elmileniohn.com para alumbrar un poco el camino. Porque es en las sombras y en el vacío de la oscuridad donde se esconden quienes más daño le hacen al país