Una canción que me enamoró de un país

" ‘Costa y calor’ de Guillermo Anderson es uno de los más hermosos, profundos y sentidos cantos de amor a Honduras, si no el que más, de eso no tengo ni la menor duda”.

  • Actualizado: 01 de julio de 2025 a las 00:00

“Costa y calor” de Guillermo Anderson es uno de los más hermosos, profundos y sentidos cantos de amor a Honduras, si no el que más, de eso no tengo ni la menor duda. Es la mejor prueba de que la belleza del arte puede cambiar en apenas unos minutos o unas cuantas palabras la manera en la que se percibe y se vive un país, que en los noticieros a pesar de su triste esfuerzo por dar por lo menos una nota positiva al día, se muestra doloroso, injusto y hasta trágico.

Pero el amor que le profesa Guillermo Anderson a Honduras en toda su música va más allá de la simple belleza natural y cultural de nuestro país.

También habla, con especial sensibilidad, de la migración en canciones como “Aló, mamá” y “Chago”, de violencia doméstica en “María Dolores”, de alcoholismo en “Pepe goles” (que si no me falla la memoria, según el escritor Luis Lezama, el guillermista más guillermista que conozco, es un cuento redondito, nótese el diminutivo con valor de intensidad en “redondo”), de incendios forestales en “La morada del tapir”, de contaminación en “La rana feliz” y de otras tantas cotidianidades hondureñas en otras tantas canciones. No habla de estos temas desde una moralina acusadora, los aborda desde la sensibilidad humana. No solamente nos cuenta una Honduras que merece sino que, y esto sobre todo, necesita ser amada.

Me sorprende, con particular alegría, cómo en sus canciones para niños es capaz de hablar de manera tan natural y orgánica de nuestra fauna. A mí por lo menos me resulta imperativo que cada niño hondureño escuche sus canciones.

Yo no sé de ninguna otra voz en la que habitaran un tigrillo, un cusuco, unos olingos, un oso hormiguero, los colibríes, un tacuacín y un tepezcuintle. Ni hablar de las aves. El cine, la televisión, la música infantil y la misma literatura me llenaron siempre de águilas, leones, osos y tigres, animales que si no fuera por los zoológicos bien podríamos considerar fantásticos. Una de las cosas que más me gusta es que en su voz hay espacio incluso para la Siguanaba y el Sisimite.

Creo que siempre le he profesado amor a este país, la escuela después de todo cumplió su misión, sin embargo, con los años y a través de artistas como Guillermo Anderson, pero sobre todo él, he aprendido a pensarla y entrañarla de una manera distinta, a veces con un nudo en la garganta que no sé bien cómo explicar. Pero es ese nudo en la garganta el que me hace creer que mis acciones pueden construir un mundo mejor, entiéndase una Honduras mejor.

Sí, es claro que una canción no cambia un país, pero cambia la manera en la que lo enfrentamos y lo vivimos, nuestra actitud cotidiana o la manera en la que nos sentamos a tomarnos una taza de café en la tardecita, hechos que el mundo nos ha enseñado a verlos como pequeños y minúsculos, y más que minúsculos, insignificantes, pero no son tal.

Es por eso por lo que considero que los músicos hondureños no deben cesar en su afán de escribir canciones por y para Honduras. Hay tanto aún por decir, insisto desde la auténtica humanidad.

En las escuelas, colegios y universidades tampoco se debe descansar en la tarea de hacer conocer nuestras canciones y nuestros cantautores y cantautoras. Es más importante y determinante de lo que parece. Por lo pronto le dejo la recomendación musical del día: “Costa y calor”

Josué R. Álvarez
Josué R. Álvarez
Escritor y docente

Autor de “Guillermo, el niño que hablaba con el mar”, “Instrucciones para un taxidermista” y “De la estirpe del cacao”. Ganador del Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, el Concurso de Cuentos Cortos Inéditos “Rafael Heliodoro Valle” y el Premio Nacional de Poesía Los Confines.

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