La incontinencia verbal y emocional de Donald Trump, inquilino de la Casa Blanca, parece que no tiene límites. Más allá del papel activo que han jugado los militares estadounidenses en las políticas intervencionistas de Estados Unidos, lo cierto es que todos los gobiernos de la nación más poderosa del mundo siempre trataron de mantener relaciones de cordialidad con los jerarcas del Pentágono, por lo menos esa era la imagen que se proyectaba y que se consideraba vital para la gobernabilidad interna y para el dominio imperial en otras regiones del planeta. Con Trump, eso está cambiando.
El primer enfrentamiento que tuvo fue con John Sídney McCain, un político y militar, héroe de la guerra de Vietnam. El encontronazo que tuvo con McCain se dio cuando Trump, en su primera campaña electoral, anunció su hostilidad a los migrantes. “Están trayendo drogas, están trayendo crimen, son violadores, y algunos supongo que son buenas personas”, decía Trump en aquel momento. Rápidamente McCain, que también aspiraba a la primera magistratura de aquel país desde el mismo Partido Republicano, criticó los ataques del empresario a los inmigrantes y lo acusó de “azuzar a los locos”. Trump se mofó de McCain, diciendo que un héroe no se deja capturar, a mí me gustan −dijo− las personas que no fueron capturadas, en alusión al veterano militar que fue capturado por los rebeldes del Viet Cong.
Otro militar cinco estrellas con el cual tuvo desavenencias fue con Dan Caine, actual jefe del Estado Mayor Conjunto, confirmado en el Senado, quien ganó una cierta relevancia cuando luego de que fuera interrogado por un Comité del Senado respecto a lo que ha sabido el Ejército sobre Rusia, y sobre una supuesta invasión de migrantes a Estados Unidos, cuestión que había sido denunciada por Trump. La respuesta del militar que está bajo el mando del Estado Mayor fue tajante y contraria a las aseveraciones de Trump. “En este momento, no veo a ningún extranjero patrocinado por un Estado invadiendo”, dijo el militar.
En la campaña electoral para el segundo mandato, el exjefe del gabinete de Trump en su primer periodo, el general John Kelly, advirtió que el candidato republicano cumple con la definición de fascista y que mientras Trump estaba en el cargo, sugirió que el líder nazi Adolf Hitler “hizo algunas cosas buenas”.
En una entrevista con el Times, Kelly afirmó que Trump cumplía con la definición de fascista y lo dijo leyendo la definición en voz alta, indicando que el fascismo era una “ideología y un movimiento político autoritario y ultranacionalista de extrema derecha. El general Kelly concluyó que Trump “sin duda, encaja en la definición general de fascista”.
El general retirado del Ejército Mark A. Milley, quien se desempeñó como jefe del Estado Mayor Conjunto en el primer mandato de Trump, señaló que Trump era “fascista hasta la médula”.
En la visión de los militares estadounidenses que adversan el estilo de gobernar de Trump, advierten que el gobernante tiene una especial inclinación por exigir lealtad a su figura antes que a la Constitución. Cuestión muy común en casi todos los países centroamericanos.