El pragmatismo, como una teoría filosófica según la cual el único medio para juzgar la verdad de una doctrina moral, religiosa, social y política consiste en considerar sus efectos prácticos.
Resulta sorprendente que, en la Biblia, libro que contiene los escritos sobre las ideas trascendentes que no están ligadas al mundo material, sino, por el contrario, forman parte de lo inmaterial, se encuentren reflexiones que enfatizan sobre lo visible, lo que nos es dado a través de nuestros sentidos.
“La fe sin obras es muerta” (Santiago 2:26), con esto se evidencia la necesidad de vivir el Evangelio para mostrar la fe ante los demás. Los pensadores modernos, en palabras de José Martí, han dicho que “hacer es la mejor manera de decir”, cuestión que el mismo pensador cubano armonizó con su muerte por la independencia de su país.
Esto es la práctica como pedagogía de la enseñanza.Mas allá de las consideraciones históricas, filosóficas y sus limitaciones, el concepto de pragmatismo ha ido ganando espacio como resultado de las crecientes necesidades insatisfechas a considerar como válido solo lo que se puede medir en términos de utilidad.
Esta tendencia se alimenta, desde la perspectiva social y política, por la incapacidad de las instituciones de la sociedad y el Estado de dar respuestas a las demandas más sentidas de la población. Si en el pasado era posible construir la estructura de la certeza apoyada en la ciencia y en la razón, lo que se observa ahora es una realidad cambiante, caótica e incierta.
El discurso de los grandes relatos de la historia no son capaces de explicar y dar cuenta de las múltiples crisis que vive la humanidad.
En el mundo de hoy surgen muchas interrogantes que, cuando ya creemos tener respuestas, aparecen otras, con niveles de complejidad superiores. Los discursos de los políticos aparecen cada vez más alejados del bien común.
Este no es el tiempo de cerrar filas alrededor de una concepción ideológica, lo que no significa dejar de lado la responsabilidad de los países desarrollados por la destrucción del medio ambiente en su afán por crear una riqueza que privilegia la condición en la que la fortuna, según Oxfam, el 1% más rico acumula casi el doble de la riqueza que el resto de la población; este es tiempo de buscar consensos para detener las amenazas globales que han puesto en peligro la especie humana.
Es muy difícil, para los políticos de cualquier signo ideológico, construir una imagen ideal sobre el futuro de las sociedades, en un mundo donde lo cotidiano está saturado de necesidades y problemas. La esperanza colectiva en una sociedad próspera y con un sentido de futuro cada día se desvanece.
Ser pragmático es tener un arraigo en el presente, pero sin perder de vista la necesidad de construir un mundo que tenga sostenibilidad en el tiempo. El pragmatismo debe ser tomado en cuenta para entender que las sociedades agotaron la paciencia en su larga espera por un mundo más justo, eso demanda tareas puntuales que no se pueden posponer.
No se puede esperar resultados diferentes en una sociedad donde las utopías de mercado y colectivistas han fracasado.