En el Consejo Nacional Electoral (CNE) el consejero de la oligarquía melista en el poder, que no el Partido Libertad y Refundación (PLR), insiste en que sea un ente disfuncional, al mantenerse intimidando a las consejeras para condicionar sus decisiones.
La consejera López Osorio lo ha denunciado y se bate con arrojo. Hasta eso se tiene que llegar para arrancar la democracia de las garras de sus incendiarios.
Estemos alerta y exijamos respeto a la institucionalidad del máximo órgano electoral. Los métodos van desde humillaciones públicas y comentarios desdeñosos, hasta presiones para distorsionar informes, retrasar procesos y ocultar con cerrojos, y por las malas, lo que está a la vista es su misión: crear incertidumbre hasta malograr el proceso electoral.
Ante la derrota inminente del PLR, el piromaníaco consejero, por sus antecedentes como por sus demás acciones y declaraciones, se vale de su cargo para amenazar si no se pliegan a sus caprichos, o más preciso, a las instrucciones que recibe de la mente maestra de la oligarquía melista: el presidente mal, mel, mil.
Sus tácticas incluyen amenazas disimuladas y evidentes, filtraciones de información y vigilancia de comunicaciones internas, todo constitutivo de delito, con el objetivo de controlar la agenda y legitimidad de las decisiones.
Conductas tan aviesas no son simples errores de estilo; son campañas de intimidación diseñadas para subordinar la deliberación y amansar la integridad de las consejeras y del organismo mismo. Las consejeras deben estar unidas, empeñadas en la defensa de nuestra democracia.
Cada una con su personal estilo. Cuando el consejero se atreve a intimidar, acudiendo otra vez al Ministerio Público, lesiona un pacto capital y no habría deliberación espontánea, el pluralismo se contamina y la censura se inutiliza como “responsabilidad”.
Todo para desembocar en la destrucción del proceso electoral, antes que ver el rechazo en la urnas. Pero se van. Cada día pierden más votos. Ni un día más